Por Mariano Valcárcel González.
Papanatas; es que somos unos papanatas ya sin remedio. Y no sabemos encontrar los términos y los ajustes necesarios para obrar con cordura y equilibrio. Por esto, no entiendo que nos andemos alzando la voz y los estandartes mientras atendemos a las proclamas más rancias de nacionalismos pasados de rosca; y, sin embargo, admitimos que nuestras señas de identidad, al fin y al cabo nuestras costumbres, nuestra cultura, nuestra lengua, se vayan perdiendo paulatinamente sumidas entre la marea de costumbres, culturas y lenguas foráneas. Es para tildarnos de imbéciles y de que nos lo tenemos merecido.
Ahora y gracias a un programa de esa televisión que adoro, nos ahogamos con la palabra coach (couch,pronunciado en inglés).
Indago desde mi negado dominio de esa lengua y encuentro que coach proviene del verbo to coach, que se refiere a la acción de ‘acompañar, instruir, entrenar’… Así que coach sería preparador, entrenador o acompañante. Por derivación lógica, coaching sería el método de entrenamiento. Por otro lado, también he encontrado que coach es autocar, lo cual me lleva a desorientar.
Bien, volvamos al programa televisivo de marras. A los cantantes profesionales que en el mismo intervienen, no para cantar sino para captar a los aficionados concursantes más meritorios, se les denomina desde la primera edición coachs… Los “coaches”. ¿Por qué se ha admitido tal aberración?, ¿por servilismo a la cadena o a la productora del formato?, ¿por esnobismo?, ¿por mera papanatería…? Cada uno de los que pulsa el botón de decidir es un coach y, fíjense, si aquí yo escribo “Cada uno”ya se me echarán encima por no añadir “y una”a lo anterior; “los y las usuarias y vigilantes, andaluces y andaluzas”, y demás distinciones forzadas de la pertenencia de género; pero si usamos el anglicismo coach ya no hay que preocuparse por distinción de género alguna, pues en esa lengua no la hay. Así que no se rechista ante ello.
Ese profesional del canto moderno ejerce en el programa como captador de nuevos talentos (en la primera fase) y luego como tutor a la vez de padrino, preparador o entrenador, siquiera por el tiempo de duración del programa. Esa es su misión, orientada a favorecer a su pupilo para que pueda superar los niveles de exigencia y los enfrentamientos con los demás. Esto, en nuestro español, está más que definido. Es absurdo, pues, el cambalache idiomático que nos quieren (y lo logran) hacer tragar. Y sacamos la bandera y la tremolamos en la isla Perejil, pero nos quedamos tan campantes ante estos verdaderos ataques a lo nuestro, a nuestro idioma; en suma, a nuestra identidad nacional.
Y los cambios y las modas van al galope; que la palabra o palabras que se usan ahora puede que, pasados escasos meses, ya no estén de moda, habiéndose cambiado el sustantivo, el adjetivo, verbo o locución por otros nuevos; pero que, en realidad, signifiquen lo mismo.
No hace tanto, era corriente conocer la existencia del personal trainer o del personal shopper;o sea que, como eras muy pijo y pudiente, te podías permitir el lujo de tener a tu servicio una persona que te acompañara e indicase lo que te debías comprar y poner para la temporada, para ciertas ocasiones o porque era lo que se debía llevar, y hasta te hacía las compras (personal shopper); al igual que podías tener un entrenador particular para potenciar tus abdominales, dosificar tu ritmo de carrera o meramente acompañarte en los ejercicios ‑que hacerlos solo es muy aburrido‑; hasta lo podías tener en casa (personal trainer). Pues bien, de aquellos términos ya casi hay olvido total, que no de sus utilidades y usos, que siguen; únicamente que ahora el entrenador, el preparador, el acompañante es tu coach y, si lo contratas, estás haciendo coaching. Hay coaching para todo, para prepararte físicamente o entrenar (su significado inicial), para preparar una oposición (olvídense de llamarlos preparadores), para facilitar las compras de cualquier género, útil o servicio (y surgen infinidad de especializaciones en el coaching); creo que ya hasta le llamarán coach al antiguo maestro de novicios de cualquier convento. ¡Hasta creo que la infanta imputada, por su próxima comparecencia en juicio, ha contratado los servicios de un coach que se lo prepare debidamente (esto lo han venido haciendo los abogados competentes desde siempre).
En fin, amigos, que está el tema tan en la cresta de la idiotez que ya se anuncian y se imparten cursos superiores (250 horas) debidamente certificados de coaching y oigo que hasta existe cátedra. Descubro que hasta en esta provincia andaluza y española, de la cola de las colas, hay ya gabinetes de coach a disposición de los nativos (con temas del olivar, tendrán un campo apañadillo para hacer coaching). Puede que, entonces, mi ceguera conceptual me impida vislumbrar las posibilidades de todo tipo que se ofrecen, especialmente las de creación de puestos de trabajo… Mas, en el fondo, ¿es que esos trabajos no se ejercían antes, sin necesidad de acudir al anglicismo?
Recurrir a vocabulario foráneo ocurre en todas partes y civilizaciones, que es inevitable, y durante siglos se ha venido practicando, o porque en el idioma local no existe el término adecuado a la nueva situación o porque se convierte en moda y al final se fija en la práctica común y se adopta como propio. El diccionario lo detecta. También del español se hacen traslaciones a otros idiomas. Lo que acá denuncio es el uso innecesario, ocasionado por mera imposición coyuntural en orden a mostrar como novedosos ciertos programas, de palabras extrañas a nuestro idioma y que sí que tienen las equivalentes en el mismo.
Y no es mero nacionalismo o chovinismo rancio; es por decencia.