Voluntarios

Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.

Doloroso episodio del que Ramón Quesada fue testigo. A más de uno, en este artículo, nos refresca la memoria, al tiempo que encumbra a los voluntarios de la Cruz Roja y aprovecha para dar unas pinceladas biográficas de esta institución benéfica afincada en Úbeda, desde hace más de cien años.

Siempre hay hombres dispuestos a hacerlo todo por nada. En la paz y en la guerra. Hace unas fechas ha sido nombrado un nuevo director de los voluntarios de la Asamblea Local de la Cruz Roja Española en Úbeda, que cuenta con más de doscientos socios jóvenes. En Úbeda, esta institución tiene cerca de noventa años de historia. Fue en 1909, cuando María de Sabater Fernández, dama de grandes cualidades humanas, hija de esta ciudad, inició en Úbeda la Asamblea Local de la Cruz Roja, mostrando su carné con el número 6 533 librado a su nombre en Madrid. Pero es el 15 de agosto de 1925 cuando la Cruz Roja toma consistencia en Úbeda, con la visita de una comisión de la de Villacarrillo, que llega para dar posesión a la ubetense.

El sacrificio, la lucha desinteresada de los socorristas de la Cruz Roja a favor de los heridos en las adversidades naturales e instigadas, ha merecido que sea inscrita con letras mayúsculas en los anales españoles y mundiales. Sabida es la capacidad de entrega de estos hombres y mujeres que, sin mirar hacia atrás y, a veces, en condiciones precarias y peligrosas, sin importarles la posición social ni política, salvan vidas sea en la guerra, en la carretera, en el trabajo o allí donde el peligro está; es meta y, en ocasiones, su destino final. En Úbeda, sabemos de lo que son capaces estos jóvenes valientes y generosos.

Siguiendo el tema, no se me puede olvidar un día de verano de hace ya muchos años, cuando por primera vez en mi vida vi, horrorizado y sorprendido por aquel evento, cómo la irresponsabilidad humana ocasionó la muerte de un niño de cinco o seis años. Un camión de pequeño tonelaje, que salía de la cochera marcha atrás, aplastó la cabeza del pequeño contra el bordillo de la acera y la calzada. El conductor no situó a nadie detrás del vehículo en la calle para facilitarle la maniobra y, cuando quiso darse cuenta del mortal accidente, por los gritos de la gente, ya no había remedio. No habían pasado diez minutos y ya la Cruz Roja estaba en el lugar. Solícitos y con esmerado cuidado prestaron sus servicios hasta que llegó el juez. No se me olvidará.

(01-12-1996)

almagromanuel@gmail.com

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