Testimonios

Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.

En esta ocasión, Ramón Quesada, más o menos, nos viene a recomendar un libro: Úbeda durante la II República Española; un libro desconocido por mí y, la verdad, en el que no he puesto nada de interés en conseguirlo. Son tantas las versiones que he conocido y tantos los testimonios, de todos los colores, de personas que vivieron aquella época, que uno ya tiene hecha una imagen bastante sólida de aquel período, incluso de los años previos y de los posteriores. Cada testimonio, inevitablemente, por aséptico que pretenda ser, lleva una ligera pátina del “color” de su autor, la cual me hace calificar a este antes que a la historia que me quiere transmitir. Reconozco que siempre es enriquecedora la lectura de un libro. Soy de aquellos que defienden que «No hay libro malo»; pero como todo en esta vida es limitado, a esta edad, con más de siete décadas a las espaldas, es como plantearse el ser bastante riguroso con el orden de prioridades.

Lo encontré en el escaparate de una librería, entre “Ardor guerrero” de Antonio Muñoz Molina y un libro de cocina de Arguiñano. Pregunté el precio y, accesible a mi bolsillo, lo compré. Se trata de “Úbeda durante la II República Española”, de José Antonio Jurado Rogel, escritor al que no conozco y tampoco su trayectoria literaria ‑si es que la tiene‑; aunque pienso, por lo que veo, que sí. Y como dice el refrán que no es mal sastre el que conoce el paño, he vuelto sobre mis pasos para adquirir otro ejemplar, pues no quisiera saberme roñoso en opinión de mi amigo maese Gumer, ya que tengo su cumpleaños encima y lo nuestro son los libros a la hora de la cortesía.

La obra, que ya ‑desde los caracteres de negro intenso en las portadas blancas‑ me recuerda las losas marmóreas de la mansión, donde los ociosos callan y nos dejan con nuestros locos afanes, me lleva con su sorprendente contenido a saber de los destinos y yerros del hombre; y me acerca con sus páginas al conocimiento de sinrazones y salvajadas de aquellos que se tomaron la justicia por su mano.

“Úbeda durante la II República Española” trata de una sucesión de hechos interesantes de nuestro pasado, bien ordenados y autorizados por su autor, y que el pueblo de Úbeda precisaba para ponerse al día de todo lo que ha estado oculto o semioculto hasta ahora. Se dan nombres de personas conocidas, y sucesos, barbaridades cruentas y muertes. Muchas, demasiadas muertes que sesenta años después son atrevida y acertadamente hechas públicas por Jurado Rogel para oprobio de unos y otros. Y edita el libro precisamente ahora, en unos tiempos en los que la democracia los repudia como todo aquello que no es constitucional, que supone desprestigio para la raza. «Tal como si fuéramos villanos por necesidad y bufones por disposición del cielo», nos dice Shakespeare.

Con este libro, que marcará un hito en la historia “de estas cosas”, Jurado Rogel nos traslada a otros tiempos en los que ya se “masticaba” la tragedia nacional. Cuando se lea recordando y se lea con ecuanimidad, tarea fácilmente realizable, habrá gentes que se sientan solidarias y otras, contrariamente, angustiadas. El tema es duro, real, triste y, hasta el final previsivo, vergonzante. Otras páginas nos ofrecen nombres de personas “que en nada se metieron” y que, sin embargo, se las hizo desaparecer. Las demás, interesadas sólo en acceder a una alcaldía inestable que, naturalmente, ofrecía relieve y mandar bien o mal a un pueblo sumiso por miedo que presentía “algo raro”.

«A mi amigo Salmerón» es la dedicatoria. Periodista este que se luce en el prólogo, que nos indica el contenido de la obra con claridad de espejo, con la verdad desnuda. La introducción es del autor de la obra, que desentierra los sucesos de las actas capitulares con paciencia jacobina, comenzando el texto por el año 1931 y lo termina en 1939. Pero de aquel hasta este, como digo, la diversidad trágica de eventos que a juicio de todos no debieron ocurrir. Y el “galán” es un tal Juan de Dios Osuna, forense o no forense, ¡vaya usted a saber!, que afirma los testimonios de las autopsias de los que son pasados por las armas como quien come “pipas”. El alcalde, de triste memoria, firma con el visto bueno los pagarés y… en paz.

En el año 1936, he llegado a contar siete recibos con los que el tal Osuna justifica ciento quince autopsias, por importe de algo más de trescientas sesenta y cinco pesetas. O sea, a tres pesetas y diecisiete céntimos cada vida. Una arroba de aceite estaba en veintidós reales, otra de vino a dieciocho y una fanega de trigo a cuatro pesetas con cinco céntimos. Osuna, por cada autopsia, cobraba un duro.

Uno de los “ajusticiados” fue el joven José María Poyatos Ruiz, nacido en Rus en 1915. Contaba veintiún años al serle arrancada la vida. Fue un trabajador de la fábrica de orujo de don Baltasar Lara Navarrete, de familia humilde y militante activo de Acción Católica y Adoración Nocturna. Condenado por estos “delitos”, predijo ante su propia muerte, en estas circunstancias, la fundación de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia y el nombre de la calle donde se levantaría este centro docente. Murió al grito de «¡Viva Cristo Rey!» y todo ocurrió conforme había predicho. Se edificó la Safa, se le dio a la calle el nombre de Avenida de Cristo Rey y, como se sabe, fue fusilado delante de un paredón frente al cementerio. Luego, un tal Osuna firmaría la autopsia el día 2 de octubre de 1936.

Varios anexos del Boletín Oficial de la provincia de Jaén, la institución de nuevos ayuntamientos con el nombre de todos sus ediles en el periodo de 1931 a 1939, el exhaustivo noticiero sobre la situación de Úbeda durante el transcurso republicano y unos breves datos biográficos por los que sabemos que José Antonio Jurado Rogel nace en 1959 en el Viso de los Pedroches, en Córdoba, nos llevan al final de este libro que, a mi entender, se ha publicado en su momento y no cuando las heridas y los recuerdos estaban aún frescos y todavía, en el corazón de los afectados, una llama viva alimentaba el resarcimiento. Todo esto está en el libro.

—Aprecio tu regalo una vez más, pero su lectura me ha afectado sobremanera —me ha dicho, mi amigo maese Gumer, al terminar de leerlo—.

(03-07-1995)

almagromanuel@gmail.com

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