Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
Dos años en los que, para Ramón Quesada, nacen dos “épocas de oro” en Úbeda, ligadas a sendos personajes: Andrés de Vandelvira y Francisco Palma Burgos, tan distantes en el tiempo y tan pegados a la grandeza de la ciudad; uno en la arquitectura, y el otro en la escultura. Ambos quedaron atrapados en ese inexplicable embrujo que ha emanado Úbeda desde siglos, capaz de apresar a grandes genios. No es difícil imaginar la frenética actividad, en movimiento de obras, a la que tuvo que ser sometida Úbeda en la “época de oro” vandelviriana, que vino a implementar y a llevar al esplendor el incipiente Renacimiento recién importado de Italia. También es fácil imaginar la incansable labor de imaginería que Palma Burgos desarrolló en la “Ciudad de los cerros”, donde estableció el centro de operaciones de su actividad escultórica, gracias a la cual, Úbeda es apostillada como Ciudad de Semana. He aquí el impacto artístico de dos ubetenses de adopción.
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Tenemos en la historia de Úbeda ‑en la artística, concretando‑, dos épocas de oro y dos nombres que no sólo no pueden ser olvidados, sino que el pueblo culto, intelectual y responsable debería ocuparse con más frecuencia y en mayor amplitud de sus vidas y de sus obras.
De tiempos muy diferentes, estos dos cultivadores de las artes han hecho por el esplendor y celebridad de la ciudad bastante más de lo que “a simple vista” podemos apreciar. Yo diría, sin temor de salirme por nuestros cerros, que Úbeda, con exclusión de “su historia” ‑no de arte sino de conquistas y prestación del valor de sus vecinos a las causas reales‑, es artística y monumental, histórica e imaginera por la aportación especial de estos hombres: Andrés de Vandelvira y Francisco Palma Burgos.
Los proyectos y las trazas en la cantería arquitectónica; la dirección y las tendencias renacentistas de Vandelvira; la imaginería religiosa, renacentista y barroca; la pintura inconfundible, cortada con el esquema vocacional y sentido de Palma Burgos, han conferido a la ciudad un riquísimo patrimonio de arte que, si bien de 1369 le viene el título de “Muy Noble”, “Muy Leal” y “Antigua Ciudad”, y de 1957 el de “Ciudad de Semana Santa”, en 1975 se le concede el de “Conjunto Histórico Monumental” y en 1989 se le pretende ser declarada “Patrimonio de la Humanidad”, ahora Úbeda está merecida de un calificativo más que le vincule, que la hermane, “que la ate” con estos dos personajes.
Andrés de Vandelvira llega a Úbeda, primera ciudad jiennense que visita, en 1536, con motivo de un contrato que tiene firmado con don Francisco de los Cobos para construir la iglesia de El Salvador, que realiza junto con el ubetense Alonso Ruiz, según planos y condiciones de Diego de Siloé.
Chueca Goitia, en Andrés de Vandelvira, dice: «La iglesia de El Salvador, que acaso sea la más suntuosa fundación religiosa particular que jamás se haya realizado en España», lo que ciertamente prestigia a sus autores, Vandelvira entre estos.
Aprovechando la inclinación que los potentados hijosdalgo tienen por la erección de grandes mansiones y suntuosas iglesias, es a partir de su estancia en Úbeda cuando Vandelvira hace en esta ciudad obras de gran valor artístico, comenzando a destacar en toda la provincia, donde le apalabran para la construcción de diversas edificaciones.
Las obras realizadas en Úbeda por Vandelvira son muchas. No obstante, cabe destacar la Capilla de El Salvador, el Palacio de las Cadenas, sede del Ayuntamiento; el del Deán Ortega, hoy Parador Nacional de Turismo; el Hospital de Santiago, en nuestros días centro cultural; el Palacio de Vela de los Cobos, vivienda particular y otras aportaciones de su arte en la iglesia de San Nicolás, en el Palacio de los marqueses de La Rambla…
Trescientos setenta años después de muerto Vandelvira ‑1575‑, o sea en 1945, viene a Úbeda Francisco Palma Burgos. Le trae el industrial don Julián Fernández Campos “y otros amigos”, encontrándose por entonces el escultor malacitano en Andújar, restaurando las iglesias de Santa María y Santa Marina, y la talla del trono de Jesús Nazareno, de Úbeda. También del taller de Andújar, antes de establecerse en nuestra ciudad, salió Jesús Resucitado; el Cristo de la Columna fue realizado en Málaga y el Santo Entierro, en Madrid.
A partir de aquí, la obra de Palma Burgos en esta ciudad es inmensa, única, numerosa y extraordinaria. Trabaja intensamente y enseña a toda una generación que no le defraudaría. Numerar sus obras una a una sería entretenido y siempre me dejaría alguna atrás. Por eso que, como hago con Vandelvira, me limite sólo a las de más renombre, que no las más conseguidas, porque todas son de incalculable precio artístico.
En imaginería ‑arte que más prodiga en Úbeda, sin citar las talladas en Andújar, Málaga y Madrid‑, a Palma Burgos se deben la Entrada de Jesús en Jerusalén, el Cristo de la Noche Oscura y el Santo Sepulcro; las imágenes de la Santísima Virgen de la Caridad, de la cofradía de Jesús en La Columna; Nuestra Señora de los Dolores, de la de Jesús Nazareno y Nuestra Señora del Calvario, de la Hermandad del Santo Entierro; además de varios tronos y distintas esculturas de personas y santos, así como altorrelieves y retablos…
Como pintor, el arte de Palma Burgos tiene su cenit en las pinturas que decoran la basílica de San Juan de la Cruz, los retablos de la ermita del Gavellar, e iglesias de San Nicolás y San Isidoro, siempre con arreglo al orden arquitectónico del templo.
En 1974, el artista se encuentra en Roma, en Viterbo, en… pues parece que, como ocurriera en la época dorada de Vandelvira, también ha llegado el final de esta para Paco Palma Burgos. Mas Úbeda es ya Ciudad de Semana Santa porque él, más que nadie, lo logró.
En 1976, regresa a Úbeda para inaugurar un busto de su persona esculpido por su hermano José María. Terminado el acto, regresa a Italia, pero antes había dicho, encontrándose en Castel Sant’Elía: «Si muero aquí, que me envuelvan en la bandera española y me lleven a Úbeda”. Siempre deseó volver.
Efectivamente, regresó a Úbeda; pero para morir el 31 de diciembre de 1985 y dejamos su cuerpo entre cintas de nuestra bandera. En Úbeda, en “su Úbeda”, murió para nacer…, que así era su creencia.
(09-04-1991)