Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
Estamos ante un artículo en el que Ramón Quesada refiere la conmemoración que se hizo en Úbeda, en 1991, del cuarto centenario de la muerte de san Juan de la Cruz. Como se sabe, este santo y doctor de la Iglesia, nació en Fontiveros, Ávila, el 24 de junio de 1542 y murió en Úbeda la noche del 13 al 14 de noviembre de 1591. Por tal motivo, se celebraron diversos actos públicos y el Ayuntamiento de Úbeda editó el libro “San Juan de la Cruz. Poesías”, una selección de versos del gran místico carmelitano. Ramón Quesada hace una loa de su vida y obra y nos remite a diversos textos donde se recogen lo más destacado de las creaciones literarias de fray Juan de Yepes, primitivo nombre de nuestro santo, declarado patrono de los poetas en Lengua Española.
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De extraordinario podemos enjuiciar el momento que se está viviendo con ocasión del IV Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz. En todos los medios de difusión, sin ser precisamente idealistas, se hacen públicas las opiniones, ideas y sensibilidades de quienes, no esencialmente creyentes o incrédulos, reacios o sumisos, flácidos o intolerantes, ven en la figura del carmelita de Fontiveros al hombre que durante su existencia sólo tuvo un propósito: amar a Dios.
Periodistas de conocida solvencia profesional, escritores y poetas, oradores, intérpretes y cantantes de despejado acento literario, escénico y musical, se dan día a día en las páginas de la prensa, tras la luz de las candilejas, conciertos y trovas debido a tan solemne acontecimiento. Alarde afiligranado de ideas asimétricas, oratorias en foros y tablados, balconcillos parroquiales y paraninfos dispersando prosas y versos con los que se gloria al “medio fraile”, ido de Úbeda un día a “decir maitines al cielo”.
No sé, pero pienso que nunca en los escaparates y anaqueles de las librerías se ha visto tanta abundancia de libros escritos sobre el místico fraile hecho patrón de los poetas de lengua española. Sin que pase un solo día en el que, al hojear los diarios, no nos encontremos con la noticia, referencia o reseña que halague al religioso del Monte Carmelo. También sin que nos enteremos de que en un escenario, según ocurrió hace tanto en Jaén, un trovador romántico, sentido, crédulo y estilista ofrezca sus recitales porque a San Juan de la Cruz «se lo presentó un vecino de habitación en París».
La explicación de todo, como se sabe, está lógicamente en la sobria grandeza, en la humilde personalidad, en la “buena prensa” y en “los méritos contraídos” por este fraile que “incendió” el mundo con versos y coplas, bondades y amor en un corto espacio de tiempo antes de las “calenturillas”.
Entre estos libros que cito y que no sé sí se encuentra expuesto al público en librerías, está “San Juan de la Cruz. Poesías”, editado por el Ayuntamiento de Úbeda e impreso este mismo año en los talleres de Pedro Bellón, en la referida ciudad. Libro del que uno de los primeros ejemplares me fue obsequiado por Juan José Pérez Padilla, alcalde de la ciudad ubetense, al final de una velada cultural inolvidable, vivida hace unas fechas en el salón de conferencias del Hospital de Santiago.
El libro, que ha sido un acierto del Ayuntamiento de Úbeda, es una monografía dedicada a la poesía de fray Juan, con laboriosa presentación inicial a cargo del alcalde referenciado, en la que nos dice que “el Ayuntamiento de Úbeda, a través de la Comisión Ejecutiva del Centenario, se impuso la obligación de hacer llegar la obra poética del Santo a la ciudadanía de Úbeda y, muy especialmente, a la población infantil”.
Termina Juan José Pérez Padilla mostrando su gratitud al reverendo padre Francisco Víctor López Fernández, Orden del Carmelo Descalzo, por la “introducción poética” que escribe para la obra; a la Comisión Literaria del Centenario, por su gestión para la edición; y a la Biblioteca Pública Municipal “Juan Pasquau”, por el trabajo de coordinación y elaboración.
Pero, no obstante estar el libro más bien dedicado a la “población infantil”, este ramillete de versos de fray Juan de Yepes, por la magnífica selección de los mismos y por la seriedad de la impresión, ya es “adaptable” igualmente al interés de todos los públicos inclinados hacia la obra del carmelita.
No hay nada más que ver que poemas como “Canciones entre el alma y el esposo”, página 3; “Canciones del alma en la íntima comunicación de unión de amor de Dios”, página 15; “Super fluima Babylonis”, página 25, y otros, todos de San Juan de la Cruz al Amado, ya de por sí son fuentes de meditación infantil y adulta. La “Introducción poética” del padre Francisco Víctor está bien pensada y llega hasta la perfección inclusive, pues en las selecciones “¿Cuándo comenzó a ser poeta?”, ¿Hace versos por oficio o por afición?”, “Las composiciones”, “Los versos”, “Movimiento o paisaje” y “Fuente sanjuanista”, recoge el autor buena parte de lo más interesante de la vida, principios de la obra literaria y el porqué, el paisaje y la exuberante naturaleza en la que San Juan de la Cruz compuso sus aficiones, dialogó con el Amado ‑y en la noche oscura‑, y «de divinidad su alma tocada», conoce las “hermanas” fieras que también tanto le atraen y le inspiran.
En el boletín de la Comisión Diocesana del Obispado de Jaén, de octubre del pasado año, dice el mismo padre Francisco Víctor que «de los lugares Sanjuanistas del Santo Reino, Úbeda se lleva la palma».
Tiene razón. Entonces, a nadie debe extrañar que sean los hijos de esta ciudad los llamados a la colaboración y participación en los actos que en Úbeda van a tener el epicentro.
Y es en los libros, como este que acaba de editar el Ayuntamiento de la ciudad en la que se dio el tránsito de la muerte a la vida eterna de fray Juan de la Cruz, donde habremos de sembrar la semilla de la verdad carmelitana para saborear luego el manjar de la dicha de ser ubetense. Por esto, felicito al Ayuntamiento de Úbeda, que es ejemplo.
(06-10-1991)