Por Mariano Valcárcel González.
Veamos, por concretar, el trabajo se destruye en las zonas donde lo hubo, y se crea (o creó) donde interesa a quienes pueden decidirlo. Bien es verdad que el trabajo, en general, lo proporcionan las pequeñas y medianas empresas, esas que han sido casi expulsadas del tejido empresarial español.
¿Qué nos interesa más, una gran multinacional erradicada en lugar alejado de nuestro territorio, aunque dé trabajo a mil personas, o varias PYMES sembradas en nuestro territorio cercano, que dé, cada una de ellas, trabajo a cincuenta? ¿Cuál de estas dos opciones tiene más ventajas añadidas?
Sin embargo, la tendencia ya irreparable es la de favorecer a las grandes empresas en detrimento de las pequeñas. Y las diversas administraciones están colaborando entusiásticamente a ello. Ahora es común práctica de gobiernos y gobiernillos que se hagan las adjudicaciones de obras y servicios (obras y servicios que les es obligado dar) a grandes empresas. La monda, nene. Porque según su filosofía, la de la disminución y adelgazamiento del tejido estatal e institucional, de lo público, lo hacen para mejorar la eficacia y productividad del sistema y, por ende, la mejor atención de los administrados y el considerable ahorro de impuestos. Se supone que esas empresas poseen la solvencia y la capacidad técnica necesarias para realizar sus obligaciones con eficacia y prontitud. Partimos pues de que la iniciativa y ejecución de cualquier actividad privada es de por sí mejor siempre que cualquier intervención pública. Y se eleva la teoría a categoría incuestionable. Y todo se va poniendo en manos de la iniciativa privada, pero no de cualquiera, sino de las grandes multinacionales o compañías, que son, a la postre, las que concurren y se adjudican las subastas y concursos administrativos. En ello, se está muy fervorosamente.
En efecto, son las grandes compañías las que acaparan adjudicaciones, privatizando el sector público de hecho, pues sus tentáculos llegan a cualquier sector interesante para ellas. Agua, limpieza y gestión de basuras, redes informáticas, catering, viajes, sanidad, suministros de material, seguridad… Además de las tradicionales del control de la energía y obra pública. Todo lo que puedan alcanzar lo alcanzan y lo que un día fue público se convierte en privado.
E insisto: todo en aras de una mayor productividad, abaratamiento de recursos públicos, flexibilidad… ¡Y todo es mentira!
Veamos un ejemplillo: nuestra Junta decidió que sus Centros de Salud y Áreas de Urgencias de los mismos debía tener un servicio de catering unificado (y supuestamente más barato y controlado por sus autoridades). Anteriormente, las comidas se las concertaban con algún restaurante de cada zona y tenían el servicio pronto y cercano. Ahora, según se me cuenta, el catering adjudicado por la Junta es ¡de Extremadura! Y tiene que llegarse todos los días desde allí, pongamos que hasta Jaén… A cualquier avispado no se le escapará en qué condiciones y cuándo le llegará a esos centros. ¡Claro!, pero ¿y lo que se ahorra la Junta (supuestamente)? Lo que opinen los afectados no importan, melindres que deben ser.
¿Eso es eficacia y servicio?, ¿eso es fomentar la creación del tejido empresarial y el empleo en nuestra tierra?
Y así muchos más casos. Una obra se adjudica a empresa de “por ahí” y esta trae generalmente a sus técnicos y obreros “de ahí”, que son los que sacan la ventaja de que el trabajo no les falte (y que conste, que no lo escribo contra los obreros, que en su derecho están) y los impuestos se irán “por ahí” y los beneficios también. A lo más, si la empresa en realidad abarca más de lo que puede, subcontratará a otra, que puede que sea de la zona. Y esta es otra, porque las subcontratas implican la mayoría de las veces pérdida de calidad y eficacia, dado que esas pequeñas empresas deben realizar lo mismo que se les adjudicó a las grandes, pero con menor capacidad de gestión, técnica y operativa y por menos dinero también.
Luego vienen las comparaciones y te revientan el argumento de lo defendido por y para nuestra tierra. ¡Claro, si lo hizo una empresucha de mala muerte de allí!
Por lo anterior, ahora se entiende tanta “mordida”, tanta “puerta giratoria”, tanta “caja B”, tanto amaño y tanta corrupción. Y es que es todo ello por ahorrarnos un duro, ¡que sí!
Deberíamos estar ya vacunados contra el asombro por las cosas que se conocen, escuchan, ven… Deberíamos haber aprendido de nuestra tradición del absurdo y del esperpento. Tan vacunados ya que ni deberíamos perder el tiempo (como yo lo hago) con estas cosas. Total, que se nos considera ganado y se nos dan los trágalas como el pasto en el pesebre vacuno. Rebaño.