Por Fernando Sánchez Resa.
Durante la mañana del 2 de mayo estuvimos encerrados en la iglesia, ayudando a los albañiles a colocar los inodoros. Por la tarde, salimos a la plazoleta, formados, con nuestros instrumentos de trabajo: picos, palas, rastrillos y legones. Entonces, tomamos el camino del campo, entre medias de dos hileras de guardias y, a la salida de Fuerte del Rey, encontramos trincheras en estado ruinoso, cavadas el año anterior. Una vez parados, nos explican que hemos de limpiarlas y arreglarlas; y nos ponemos manos a la obra. Llevábamos poco más de dos horas, cuando empieza a llover suavemente, mientras seguimos trabajando y mojándonos, hasta que la lluvia arrecia y los guardias protestan al capataz porque llueve demasiado; por lo que volvemos a casa, herramientas al hombro, llegando completamente empapados y, lo peor, sin tener ropa para cambiarnos ni fuego que nos alivie; por lo que pasamos una pésima noche…
Como el día 3 estuvo todo el día lloviendo, nos quedamos en nuestro encierro. A la tarde del día siguiente, habiendo amanecido más claro y sin lluvia, el capataz manda que salgamos a trabajar con nuestras herramientas al hombro. Y allí vamos, hasta que, nada más empezar, la lluvia aparece; por lo que repetimos la misma historia pasada: volver empapados, secar nuestros vestidos sobre el calorcillo de nuestro propio cuerpo y pasar mala tarde y peor noche… El día 5 fue otra jornada de descanso, gracias a la lluvia. A todos nos gusta este asueto, para el jornal que nos dan…
Como al día siguiente el tiempo mejora, vuelve el mismo proceso: el capataz nos saca por las calles del pueblo, escoltados por dos hileras de guardias y armados de nuestras herramientas…; mientras que la gente del pueblo nos mira pacíficamente y en silencio, un batallón de voluntarios del ejército rojo (que también allí se encuentra) nos insultan y amenazan; pero nosotros, prudentes, callamos… Y al llegar al lugar de trabajo, se repite lo de días anteriores: la lluvia que cala nuestros huesos. Parecía que las nubes se habían aliado para que practicásemos nuestra paciencia, esperando mejores tiempos; por lo que pasamos otra mala noche, aún más mojados…
Úbeda, 12 de noviembre de 2014.