Por Fernando Sánchez Resa.
Ya ha llegado el tiempo de la recogida amable de tu sabia y fértil cosecha docente, Margarita Latorre García, pues habiendo sido amplia y dadivosa, has ido plantando en tus discentes sabiduría y cariño, cadenciosa y amorosamente, durante cuarenta años de docencia, llevando parejamente a cuatro bandas: la meritoria labor de maestra, madre, hija y esposa…
Eras bien pequeña y ya estabas dando clase, ayudando a tu querido progenitor, en la famosa cochera de la calle San Cristóbal, 36; en la que tantos alumnos ubetenses han aprendido y aprobado sus asignaturas y cursos, por mor de ese ejemplar maestro que fue tu padre: don José Latorre Salmerón. Desde aquí, vaya un enternecido recuerdo (con sumo agradecimiento) por su incomparable y extensa labor magisterial. ¡Qué pena que yo no tuviese la suerte de pasar por sus clases…! Menos mal que luego me he resarcido, casándome con su hija pequeña…
Tu dilatado y extenso viaje docente se ha circunscrito a lo cercano: un curso en el Cristo del Gallo (además de preparar y aprobar las oposiciones a la primera); tres años en Torreperogil; once en Rus (alguno, incluso sola y conduciendo nuestro querido citroen BX como una auténtica jabata…); y el resto (25), hasta sumar la cuarentena, en tu amado colegio Virgen de Guadalupe de nuestra patrimonial ciudad; donde, además, hiciste las prácticas de magisterio.
Has tenido ganas y energías hasta casi el final de tu periplo docente, pues te has entregado, como siempre lo has hecho en tus estudios y labores (perdón por la comparación) como un burro de noria que va siempre mirando hacia el suelo sin saber toda la distancia que le queda por recorrer, pero trabajando duramente todas las jornadas. Mas, últimamente, determinados factores y acontecimientos: la degradación de la autoridad del maestro, el excesivo poderío de padres, madres e incluso abuelos en el entorno escolar, la irrupción de las nuevas tecnologías, con internet y Séneca de por medio, y las novedosas, cambiantes y fútiles formas de programar y llevar el acto didáctico en el aula que trajeron las siete reformas educativas que has padecido, hicieron mella en tu salud, por lo que hubiste de hacer un alto en el camino…; aunque ya tenías más antigüedad en tus alforjas que las que te pedía la Consejería de Educación: al menos 35 años de antigüedad para cobrar el 100% de la jubilación, que tenías más que ganada…
Siempre has sido una persona tímida e introvertida que no te has dado ninguna importancia, a pesar de las muchas prendas personales e intelectuales que te adornan; aunque ya las vislumbré yo desde que nos conocimos, estudiando magisterio en la Safa, principalmente en aquel nuestro común primer viaje a Cástulo, que explosionó tus esperanzas amorosas… Y lo mismo te ha ocurrido en la enseñanza… Siempre has sido una maestra muy valiosa por tu constancia, tu fino humor (como el de tu padre), gastando bromas a tus alumnos y enseñándoles nemotecnias, dichos, proverbios y retahílas aprendidas de tu padre, sumadas a tu aguda inteligencia y a tu larga labor en el aula. Además de que posees una bien timbrada y potente voz que te ha servido para cantar en diversas y señaladas ocasiones, como en varias jubilaciones (la mía, en concreto y espero que también en ésta), y acallar a más de una clase, además de la tuya, como pueden atestiguar muchas compañeras y amigas, aquí presentes… ¿O no?
La escuela de hoy no es la que conociste de niña, ni de adolescente, ni de adulta y maestra… ¡Ha cambiado tanto…!; pero tu agudo ingenio y tus habilidosas manos siempre han sabido enseñar y mostrar todo lo que se puede hacer cuando se enhebra inteligencia práctica, artesanía auténtica y buen gusto estético. ¡Qué decirles a todos ustedes (a vosotros), si en vuestros hogares o internet hay muestras fehacientes de lo que estoy diciendo…!
Tu gran afición a la lectura desde bien pequeña, cuando la preferías al juego, ha desembocado en que seas una avezada lectora que hasta ha escrito su primer libro de cuentos (dedicados, principalmente, a nuestras dos hijas: Margarita y Mónica) y una serie de artículos que andan dispersos por distintos medios de comunicación escrita y que son altamente demandados y leídos…
Y es que tu timidez casa bien con la vida tranquila y recatada que llevas ahora de jubilada, donde ya casi recuperada del peso y la responsabilidad de tantos años de docencia, aunque menos de las monótonas labores de nuestro hogar, has de llegar a la felicidad plena coleccionando y saboreando estos momentos dulces y tiernos que tus compañeros, tu familia y tus amigas te proporcionamos para que ‑esperando que vivas (al menos) lo que tu querida madre (casi 97 años)‑ puedas degustar cada momento del día como se paladea esa buena comida, como las que llevas preparándonos (a los íntimos) tantos años; ya que también eres una gran cocinera, hecha de la nada, que empezaste aprendiendo a la vez que comenzaba nuestra vida en común y que ahora sabe enseñar, incluso sentando cátedra, muchos de nuestros platos preferidos…
Y, para finalizar, quiero darte un sencillo y sincero consejo. Recuerda los múltiples y maravillosos momentos que has vivido en tu aula y en tu vida personal, amistosa y familiar, olvidando los que tratan de hacerte negra o gris tu existencia, porque la vida siempre será así: un sumatorio de momentos dulces y amargos, bonitos y un tanto desdichados…; pero que deben proporcionarte paz y sosiego para disfrutar de esta nueva y esperada etapa de tu vida, que te auguro larga y dichosa, en compañía de todos estos amables y queridos compañeros, familiares y amigos que te estamos arropando en este entrañable momento y que tanto te estimamos y queremos.
Y, como colofón final, “Margui”, recibe mi beso de marido enamorado, que te desea largos y fructíferos años de felicidad y salud a raudales…
Úbeda, 16 de diciembre de 2014.