Por Fernando Sánchez Resa.
…Y llegó el comienzo de la novena temporada (o curso cinematográfico) en la Ciudad de los Cerros, siendo las 19:30 de la tarde, del segundo (y ansiado) jueves de octubre.
Allí se presentó un escogido ramillete de personas, entre las que se encontraban los dos artífices principales del loable proyecto cultural “Cineclub El Ambigú”, que ya lleva proyectando, durante ocho años (¡gratuitamente!) múltiples sueños e ilusiones, en forma de películas que, a razón de treinta por temporada, hacen un montante de 270 films (¡casi ná…!); y que han prestado (y van a seguir haciéndolo) un inmejorable servicio a la ciudadanía ubetense, amante del fabuloso mundo del cine. Esperemos que siga funcionando la milagrosa interconexión entre las fuerzas vectoriales, del triángulo sobre el que se asienta esta actividad cultural: el excelentísimo ayuntamiento de Úbeda, sus dos promotores o gurús (Andrés y Juan, o viceversa) y el público, en general, para que se mantenga durante muchos años…
Hicimos, insólitamente, el mini cinefórum antes de empezar la película: saludándonos e intercambiando ideas y emociones sobre “Los amantes de la noche” (They live by night, 1948) y su director (Nicholas Ray); pues, al finalizar la sesión, como siempre, la premura de cerrar a las diez de la noche el Hospital de Santiago y las prisas que hoy en día llevamos todos no permitirían hacerlo…
Como ese día coincidía con el fútbol, alguno lo prefirió a “Los amantes de la noche”, sin prever que iba a realizar un mal cambio: asistir a la derrota de nuestra selección contra Eslovaquia, mientras los asistentes a la Sala de Lectura del Hospital de Santiago disfrutaban de un peliculón, que Juan y Andrés habían elegido como cabecera del Ciclo Nicholas Ray, ofreciéndoles interesantes y anecdóticos detalles antes de su proyección. El primero (Juan), sobre las características de este director bohemio y rebelde, que amaba sobre todo a ésta, su ópera prima, más que a ninguna otra, porque fue cuando se sintió más libre haciendo lo que le pedía su intuición. También, recordándoles que Nicholas Ray fue un cineasta con problemas vitales, que paradójicamente reflejó, bastante fielmente, en algunas (o muchas) de sus películas: su vida independiente e inconformista, que le llevó a enfrentarse a los grandes estudios, por lo que empezó a tener graves problemas para dirigir, siendo su filmografía no tan extensa como cabía esperar…
Andrés nos adelantó que era una gran cinta cinematográfica en la que se usó, por primera vez, un helicóptero para filmar y seguir a los coches de los protagonistas, desde la altura; y aprovechó para desvelarnos cierta sinopsis del entramado de esta película de acción, en la que se entrevera magistralmente una dulce historia de amor, cuyo final (¡no quiso ser un spoiler o arruinador del argumento!) no desveló. Habrán de averiguarlo ustedes, amables e inteligentes lectores, cuando la visionen. En esta película, se encontrarán diversos motivos que desarrollaría a lo largo de su carrera, en especial, el joven desarraigado que se enfrenta al mundo.
No obstante, yo se la resumo así: tres (de los cuatro presos que debían hacerlo) escapan de una prisión estadounidense, mientras el director nos va mostrando sus convulsas y agitadas vidas, en las que emprendren robos y empresas de similar calibre, de las que van saliendo con dinero, pero con más problemas conforme pasa el tiempo… Y, aunque van huyendo del mundo, especialmente la pareja de jóvenes enamorados, la vida se les va complicando cuando intentan huir a México (ese paraíso, tan próximo a EE. UU.) para vivir plácidamente su primer y único amor, ya que tendrán que luchar contra el empeño de los grandes poderes que sólo creen en el lema «El que la hace la paga». En esta película, ya se muestran las claves del cine de Nicholas Ray: el individualismo frente a la hipocresía de lo colectivo, un exacerbado sentido de la modernidad, una especial fatalidad de todos sus personajes que necesitan huir, un pesimismo que hace pensar que poco se puede hacer para cambiar el destino…
La interpretación, en general, es buena, aunque brilla más la de Keechie (Cathy O’Donnell) que la de Bowie (Farley Granger); que sirve para que el espectador rememore toda la parafernalia que acompaña al primer enamoramiento de cualquier pareja, con lo de prosaico y bonito que tiene; y más, si está sin contaminar aún por las complicadas variables que el devenir de la vida les traerá… Son dos personas muy jóvenes que no sólo sienten el flechazo, sino que descubren que se necesitan desesperadamente.
Película didáctica que demuestra que la justicia se cobra pronto haber sido quebrantada con actos criminales, con toques de fino humor (como las escenas del precipitado casamiento) y a pesar de las trágicas consecuencias de la desadaptación social. Se emitió en versión original, pues el doblaje, según nos apuntó Andrés, era desastroso; lo que permitió escuchar expresiones en inglés que ya (los asiduos) vamos conociendo poco a poco; y, a su vez, oír la voz original de los actores, mientras íbamos leyendo (tranquilamente) los subtítulos para irnos metiendo en harina. Una maravillosa mezcla de melodrama y cine negro y social, en el que destacan: los primeros planos de los protagonistas; el uso de la música y el blanco y negro; el egoísmo por parte de todos los personajes y la falta de esperanza en la sociedad, por lo que (hoy en día) está totalmente vigente y llena de fuerza. Toda la banda sonora expresa esa angustia en la que viven los protagonistas, mientras que el guión posee la suficiente fuerza e interés, así como cierta originalidad, sabiendo rodear a los protagonistas de interesantes personajes secundarios (aunque, a veces, un tanto descuidados) en su huida a ninguna parte.
A pesar de que estábamos ya en otoño y nuestra feria de san Miguel había finalizado, el día se mostró fresco aunque muy agradable; y, a la salida de la proyección, la despejada noche nos trajo el encanto de la luna en el límpido firmamento ubetense y ese sabor agridulce del filme visionado; a pesar de que yo (que voy ascendiendo en edad y romanticismo cada día) siempre pido ese final feliz (real o virtual) con el que sueño; pero que, bastantes veces, el director de turno no me concede; mostrándome, en cambio, un crudo retrato de la vida misma con sus múltiples sabores, sus altos y bajos emocionales… que constituyen la sal y la pimienta de las proyecciones que preparan, con tanto esmero, esta pareja de sabios cinematográficos que ofrecen, cada jueves, un escogido menú cinematográfico al que todos los ubetenses y forasteros están invitados… ¡Anímense y acudan a tomarlo…!
Úbeda, 9 de octubre de 2014.