La entrada de Jesús en Jerusalén, pórtico de la Semana Santa ubetense

Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.

Ramón Quesada nos habla de la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, con la que se inicia la Semana Santa ubetense. En realidad, es popularmente conocida como el “Santo Borriquillo”. Sale de la iglesia de la Trinidad y, aunque no lo menciona Ramón, era en aquellos años la más admirada y esperada por la chiquillería, siempre ávida de acontecimientos nuevos y, más o menos, espectaculares: una monumental traca ensordecedora en las puerta de la iglesia, con todo el rellano de la pequeña plaza abarrotado de gente y que difícilmente, a codazos, lograbas cobijarte de las cañas que caían de los cohetes, en los portalillos de Biedma. Esta era la parte más llamativa y bullanguera de la primera procesión del Domingo de Ramos, día en el que “si no estrenabas nada se te caían las manos”.

Al resto, se refiere Ramón con su magistral maestría de estilo literario.

La Semana Santa de Úbeda ‑escondidas resonancias en una entrañable melodía sagrada- tiene una dilatada historia de siglos de la que se podía escribir un extenso y documentado libro de interés nacional. Por eso ahora, cuando ya se presiente, en esta primavera de 1977, el aire y el ímpetu genesiaco de la naturaleza, en el nombre se renueva la perspectiva de la liturgia tradicional, del poema de las palmas evangélicas alabando al señor de Israel, que va a vibrar procesionalmente en nuestros pueblos y en nuestras aldeas.

El Domingo de Ramos, pórtico de tantas Semanas Santas inolvidables, hace que a nuestra conciencia llegue el fluido de la ilusión por escribir. Domingo de Ramos, pues, en Úbeda; y, con este, la breve historia de una cofradía relativamente joven: La Entrada de Jesús en Jerusalén; el Santo Borriquillo, como fervientemente aquí se llama. Un poeta grande ‑Juan Vico Hidalgo‑ recientemente fallecido, dijo de su Semana Santa: «El Viernes Santo del dolor, que sigue al Domingo de la alegría».

Semana Santa ubetense. El Viernes Santo. La tarde camino va del ocaso y tiende el sol a ocultarse tras los claros horizontes de belleza incomparable. Ya un compás de silencios y un rumor hay en el aire, que dicen cosas al alma, misteriosas e inefables, en esta unción sacrosanta de carismas celestiales, con que, de este Viernes Santo, está impregnada la tarde.

Cristo entra en Jerusalén para morir. Cristo entra en Úbeda con palmas, con ramas de olivos centenarios, con… agasajos. Úbeda responde, Úbeda ama. “Entrada de Jesús en Jerusalén”. Así es la nuestra.

Fue fundada el año 1925 y reorganizada, después de la guerra de Liberación, en 1940. Inicia su recorrido procesional en la iglesia de la Santísima Trinidad, el Domingo de Ramos por la tarde. El grupo escultórico es obra del imaginero malagueño Francisco Palma Burgos, como asimismo su suntuosa carroza. Su marcha musical ‑“Hosanna al Hijo de Dios”‑, pertenece al destacado compositor, don Victoriano García Alonso.

Su guión viste túnica verde con vueltos de cíngulos blancos; capirote blanco con escudo de la Hermandad; capa dorada de raso. Fue uno de sus fundadores y primer presidente, don Pedro Parra López.

Un hecho curioso que ya ha pasado a la historia de la fundación de esta cofradía fue que, en 1936, cuando ya España estaba inmersa en el caos y en la confusión, a altas horas de la noche, varios individuos contrarios a la fe de Cristo hicieron explotar un artefacto en la casa del presidente de la Hermandad, de donde salía por entonces el paso. Fue después de la procesión, ocasionando el susto y la alarma de aquellos buenos ubetenses y vecinos de la calle Lagarto, donde vivía el presidente. El petardo hizo explosión en el portal del edificio y, por verdadero milagro, no ocasionó desgracias personales ni materiales; se persiguió a los agresores, pero el intento resultó infructuoso. Unos meses después, estallaba la guerra civil española.

En la actualidad, la hermandad de la Entrada de Jesús en Jerusalén ‑el Santo Borriquillo‑ de Úbeda, cuenta con algo más de 180 cofrades, que alcanzarán la cifra de 200 esta misma Semana Santa. Es, su presidente efectivo, Manuel Fernández Peña; presidente adjunto, Pedro Blanco Vera; vicepresidentes, Francisco Madrid Ruiz y Francisco Sabariego Palacios; secretario, Pedro Sánchez García; vicesecretario, Francisco Sabariego Moreno; tesorero, Felipe Moral Valero; vicetesorero, José Luis Sánchez Mora; contador, Juan Toral Sevilla, y vocales ‑entre otros‑, Diego Martínez Arias, Juan López Bajoz, Alfonso Obra Ortiz, Fernando Toral Valero, Alfonso Obra Santisteban y Gervasio Ortiz Real.

El fervor de la población ubetense, cuando el hijo del Hombre se hace Sangre y Muerte, sabe renunciar a lo inconstante y superfluo para hacerse aliento común y vivir la Pasión de Cristo con la fe profunda, con amor inmenso; con homenaje y promesa. El arte de sus imágenes, de imagineros que merecen el más sincero elogio de la opinión popular, pone, en las nieblas matutinas y en los atardeceres serenos y violáceos, el afecto vivo y creciente de los valores del espíritu, en contraste efectivo con la admiración magnificente hacia la perfecta obra de estos artistas religiosos.

Desde el Cristo de palmas y ramos hasta el que, ya inerte, descansa sobre el sudario manchado de púrpura, pasando por el olivo centenario que platea las sombras crepusculinas, de la caña ridícula sin poder pero con gloria postrera, las siete fechas, impregnadas de suspiros y de rezos, de llantos y de penas, son siete dardos clavados en el corazón del pueblo ubetense. De un pueblo ‑de una ciudad mejor‑ que despierta con la sonoridad de la trompeta del nazareno y no descansa hasta que, con la visión divina de su Vía Crucis, cierra la puerta de San Millán, dejando su hermosa reliquia dentro; guardada por el barrio sanmillanero, hecho con el barro noble de sus alfares y con la fe profunda de sus moradores.

Cuando amanece otra vez a los débiles y tímidos rayos de una primavera niña, el rezo se hace risa y el llanto y la pena se vuelven fruta madura de augurios, de esperanza, y… de música caliente de resurrecciones futuras. Resurrección ‑¡vida!‑; corazón el de Úbeda más cerca de aquél, más dentro de su morada. Más, mucho más ‑como siempre‑ ya con Cristo. Y es que la fe de Úbeda ‑como su Cristo‑, no muere; se mantiene pura, eterna; intransmutable.

(03‑04‑1977).

almagromanuel@gmail.com

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