Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
Que Ramón Quesada ha sido un hombre de grandes sentimientos está fuera de toda duda. No era la primera vez que le había oído hablar de alguien, refiriéndose a él como “amigo de alma”. Claro, sin duda que sería muy amigo suyo, o más que amigo, de tal modo que el calificativo ya se le quedaba corto y buscaba el de grado superlativo. Entonces, Ramón, bien podría ser una persona con muchos amigos, o bien tener el alma muy grande. O las dos cosas a la vez, que sería lo más seguro. Yo, por mi parte, puedo presumir de ser uno de aquellos “amigos del alma, de los que se cuentan con los dedos de una mano”. Desconozco quiénes serían los otros cuatro, si es que los hubo ‑tampoco es que me importe mucho‑; pero lo que sí es cierto es que a Ramón le salía del alma. Y eso me basta.
Con Antonio Pegalajar le unía su pasión por el fútbol y el deporte; también el hecho de residir ambos en Jaén, por lo que lo consideraba, más que amigo, “hermano”. No es de extrañar que sus pláticas se eternizaran a la menor oportunidad de encuentro, como por ejemplo podía ser en medio de la calle, convirtiéndola en su hogar, como dice en este artículo.
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Aunque sea un tópico, la verdad es que hay sucesos en la vida que nos duelen como un mazazo y que nos sientan como un jarro de agua fría en pleno mes de enero. Este ha sido mi caso, al enterarme de la muerte de ese buen hombre y honrado deportista, llamado Antonio Pegalajar Díaz.
La primera vez que le vi, cuando nos hicimos “hermanos” más que amigos, cuando supe de su acusada personalidad, de su amor por Jaén y por el deporte (más que todo, el del balompié), fue en septiembre de 1972, con motivo de ser yo secretario del novísimo Úbeda CF y él estar ligado ‑muy ligado‑ a la Delegación Provincial de la Federación Andaluza de Fútbol.
Aquel día, después de ultimar mis “negocios” con don Sebastián Barajas Moreno, me invitó al domicilio social de San Bartolomé, el club que tanto “le tiraba” ‑según sus propias palabras‑ y me presentó, después de enseñarme amablemente las dependencias e invitarme en la barra, a jugadores y directivos del equipo de “sus amores”. Luego, por razones de índole profesional que me hacen ir todos los días a Jaén, nos encontramos varias veces en la calle (la calle de Jaén era como nuestro despacho) y, como siempre tenía por costumbre, como un hidalgo hijo de las tierras jaeneras, me estrechaba la mano y, después, entre sus brazos. (La última vez que lo vi fue el 10 de septiembre de este año, que ahora muere). Cada vez que lo hacía, con un gran cariño que no podía ni quería disimular, yo sentía que, aparte de abrazarme el “hermano”, lo hacía el deportista, el jiennense orgulloso de serlo, el caballero noble y sincero, y la persona que en verdad me quería con todos los méritos que encierra la amistad desinteresada, que nos “citaba” desde hacía más de cuatro años.
Pero Antonio Pegalajar Díaz ‑don Antonio‑ tenía también en su corazón un trocito de esta mi ciudad: Úbeda. Por estas tierras de prohombres, de ilustres hijos y de piedras sazonadas con la más noble historia, pasó mi “hermano” allá por los años treinta y tantos para defender los colores del Úbeda CF. Aquí ‑en mi tierra‑, dejó el pequeño Pegalajar sus sudores, un grato recuerdo deportivo, su ejemplo y un historial deportivo que para sí quisieran muchos deportistas de fútbol que hoy pisan los campos verdes de nuestro plateado Jaén.
Muchas veces, cuando nos “visitábamos” en la calle, cuando después del abrazo de “hermanos” entablábamos sustanciosa y al mismo tiempo fugaz charla, él me hablaba de Úbeda, de sus amigos de aquí y de sus “proezas” deportivas en el “San Miguel”. Yo le hablaba de Jaén y él se llenaba de orgullo al escucharme. Me decía: «Tú quieres a Jaén como yo adoro a Úbeda». Y era verdad.
Por eso hoy, cuando he leído la noticia en nuestro Diario Jaén, he sentido como un mazazo, como un jarro de agua fría en pleno mes de diciembre. He sentido la muerte de mi “hermano” con el mismo dolor que se siente cuando nos deja un hermano de verdad, sin comillas. Descanse en paz don Antonio Pegalajar Díaz. El deporte de Úbeda y de Jaén, de Jaén y de Úbeda, está de luto.
(31‑12‑1976).