Esto era una vez…
Un niño al que tanto y tanto querían sus padres, aunque siempre era su madre la que lo mimaba de una manera especial… ¡Qué iba a hacer si no, siempre sería su “chico”…! Su razón tenía: tuvo problemas de salud que, desde bien pequeño, le obligaron a aceptar el dolor y las múltiples entradas al quirófano para que su cuerpo se desarrollase normalmente. Era un niño muy magnánimo y despistado que se sentaba de cualquier manera, tanto en casa como en clase; parecía tener los huesos de goma, pues cogía unas posturas indescriptibles que no le beneficiaban en nada a su espalda…
Y así fue pasando el tiempo…
Hasta que este niño comprendió la realidad de la vida: se dio cuenta de que por mucho que su madre lo mimara y estuviese pendiente de él, era él mismo quien tenía que coger su paulatina autonomía personal y debería estudiar más y atender bien en clase… Le gustaba mucho escribir: hacía unas historias, largas y truculentas, que a los compañeros de clase, cuando las leía, mucho le interesaban…
Por eso, su aspiración de mayor era ser periodista y escribir sustanciosas historias que atrapasen al lector más despegado… Y, por esa razón, fue leyendo mucho…; y poniendo mucho de su parte llegó a ser un adulto responsable, comprendiendo que él era el amo de su futuro y que solamente él tenía que recorrer la senda del estudio personal y del trabajo bien hecho… Así es como se centró en lo importante y, cuando terminó sus estudios de periodismo en Madrid, se colocó en un diario de tirada nacional.
¡Cuánto se acordaba de lo que siempre le decían su maestro y su madre! ¡Cuánto beneficio le había sacado, al final, pues gracias a ello su vida se consolidó alcanzando la felicidad que siempre había soñado…!