El tiempo se ha detenido
mirando a la tarde bella.
El sol ya dora la tierra
por donde corre el Anoia
entre cárcavas que horada
y meandros que serpea.
¡La tarde brilla apacible!
Desde el balcón, señorea…
La ocre tierra, dorada
por caricias que el sol deja,
es bálsamo fascinante
que nos regala belleza…
Y vislumbramos a lo lejos,
esparcidos caseríos,
cerros, alcores, caminos,
y el río, oculto, que riega…
La tarde, tan bella, regala,
cuando, absorto, la contemplas,
colores, silencio y silbos
de ruiseñores y pájaros
que sus trinos alardean.
Y, al fondo, se yergue rosa,
con una aureola bella,
una montaña aserrada:
“Montserrat”, por nombre lleva;
aliento de peregrinos
que a ver a la Madre llegan.