Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
El presbítero Juan Vico (1908‑1977), al que se refiere nuestro articulista Ramón Quesada, pertenecía a una afamada familia ubetense, cuyos miembros destacaron en el sacerdocio y en las letras. Juan Vico cursó sus estudios en el, entonces, llamado “Seminario Menor” de Baeza, completando los cursos superiores en el de Jaén. Ejerció su ministerio en varios pueblos de nuestra provincia y colaboró en distintos medios de comunicación, así como en varias revistas culturales, siendo famosas sus obras poéticas. Factores que fueron decisivos para hacerse acreedor de la distinción de “personaje del año 1975”, galardón que no se concede en la actualidad. Su progenitor, Juan de Dios Vico Tamayo, fue oficial mayor del Ayuntamiento en los años anteriores a la guerra civil, por lo que pasó a vivir en el propio Palacio de las Cadenas, donde nacieron, al menos, dos de sus hijos ‑Antonio y José‑, que cultivaron con celo la poesía, además de desempeñar sus funciones administrativas en la secretaría del Ayuntamiento.
◊
Hace algunas fechas, fue entregado, por los medios informativos acreditados en Úbeda, el nombramiento de “Personaje del año 1975”, a nivel local, al sacerdote don Juan Vico Hidalgo, insigne ubetense e inspirado poeta que cuenta con la admiración y benevolencia de toda la provincia, principalmente en los pueblos de Noalejo, Santisteban del Puerto y, sobre todo su ciudad natal, Úbeda.
Concurren en don Juan Vico Hidalgo numerosas y extraordinarias virtudes, entre las que destacan su sencillez como hombre, su inquebrantable amor hacia su sagrado ministerio, mostrar su coronilla de sacerdote ‑ya en desuso‑, usar su atuendo religioso aun para estar en casa y la resignación y paciencia con que sufre su enfermedad y tener amputada la pierna derecha.
Estos y no otros han sido los insoslayables motivos que han movido a los medios informativos de la monumental ciudad, por aclamación unánime, a distinguirle con un nombramiento que ya empieza a ser codiciado.
Constaba el caso de don Juan Vico Hidalgo en el seno de la agrupación de estos heraldos de prensa, radio y televisión; y, movidos en gratitud, vieron en el homenajeado tan irrevocable razón que, sin dudarlo, lo han llevado al lugar que indiscutiblemente le corresponde.
Don Juan Vico Hidalgo nació en esta bella ciudad de colosos de piedra históricos‑artísticos, que es Úbeda, el 20 de diciembre del año 1908, en una casa de la plaza del Generalísimo.
Su padre, don Juan de Dios Vico Tamayo, fue oficial mayor del Ayuntamiento y secretario del Sindicato Católico Agrícola; pero que pasó a la congregación de los hombres de la pluma, con la autoridad de un escritor ilustre, por su fino estilo de poeta y prosista. Su producción literaria, entre la que recordamos su ensayo lírico “Aprecios”, fue abundantísima.
Su madre, doña Magdalena Hidalgo Sierra, fue hermana del sacerdote ubetense don Marcos Hidalgo Sierra, eximio poeta, escritor y cronista oficial de esta noble ciudad que los vio nacer, ambos desaparecidos.
Por eso, porque de raza le viene al galgo, porque su padre y su tío materno ya llevaban en las venas y en el corazón la preocupación literaria, nuestro “personaje del año” no podía quedar al margen de la misma corriente y pasión a las letras. A las letras que nacen para hacer honor a quien las escribe y las interpreta.
Él, sencillo, amable y llano ‑como están forjados los hombres de valía, los que hacen historia, la escriben y la dejan‑ nos cuenta:
—Desde mi niñez, en la escuela, ya sentía yo esas aficiones a la preceptiva literaria, encantándome la poesía. Estando estudiando en el Seminario y con el permiso del rector, escribí y envié a un certamen literario una composición poética, que obtuvo premio, siendo esta mi primera publicación. Desde entonces, he publicado en prosa y en verso, en periódicos y revistas, como “La Provincia”, de Úbeda; “El Pueblo Católico”, de Jaén; el diario “Jaén”; “Ideal” de Granada; “Paz Social”; “Vbeda”; “El Perpetuo Socorro”; “Lux Mundi”; “Stella” y otras publicaciones. Mis trabajos literarios cantan en muchos de ellos, con diversidad de metro y rima, las bellezas incomparables y el empaque monumental de esta mi querida ciudad de Úbeda.
—Por favor, don Juan. ¿Dónde cursó sus estudios primarios y quién fue su profesor?
—En Úbeda, con don Antonio Medina González, ilustre maestro y pedagogo ubetense.
—¿Dónde se ordenó sacerdote, don Juan?
—En la capilla del Palacio Episcopal de Jaén, el día 17 de marzo de 1934. Recibí todas las órdenes, menores y mayores, de manos del obispo, doctor don Manuel Basulto Jiménez, mártir en nuestra guerra.
—Después y como es natural, su primera misa, ¿dónde la cantó?
—En la iglesia de San Pedro, en Úbeda, filial de la parroquia de Santa María, por encontrarse ésta en obras y cerrada al culto. Fue el día 2 de abril de 1934, lunes de Pascua de Resurrección y a las diez de la mañana, siendo padrinos don José María Orozco Sanjuán, abogado, y mi madre. Me predicó mi tío carnal, fray Rafael de Úbeda, religioso capuchino fallecido hace unos días a la edad de 90 años.
—Después de ser ordenado sacerdote, ¿dónde ejerció y cuántos años?
—Al cantar misa, circunstancialmente me quedé en Úbeda, ejerciendo el sagrado ministerio sin cargo alguno. Después de la guerra, pasé, como coadjutor, a la parroquia de Santa María la Mayor, de Linares, durante tres años, simultaneando dicho cargo con el de profesor de Religión en el Instituto de dicha ciudad y de lengua latina en el Colegio de las Religiosas Esclavas del Sagrado Corazón. En 1942, el doce de agosto, fui nombrado párroco de Noalejo, ejerciendo mi ministerio en esta ciudad durante catorce años.
—¿Cuándo y por qué le fue amputada la pierna?
—Como consecuencia de una trombosis.
—Cuando se le concedió tan meritoria distinción, usted, don Juan, nos dijo la misa en su domicilio a los medios informativos, ¿por qué la celebra en su casa?
—Porque, mientras subsistan estas circunstancias y pueda adaptarme a llevar una prótesis ortopédica, el Sr. Obispo, doctor don Miguel Peinado Peinado, me autorizó a celebrar la misa en mi domicilio. Aun así, en varías ocasiones, he celebrado el santo sacrificio en alguna que otra iglesia de esta ciudad.
—Reverendo: si no estamos mal informados, los seminarios están hoy sin jóvenes con vocación sacerdotal. El sacerdocio parece ser una carrera que no interesa a nadie, a pesar de que un noventa por ciento del mundo joven estudia. ¿A qué es debido?
—Bueno; yo particularmente pienso que no todos los seminarios están vacíos. Lo que ocurre es que no hay gran mayoría de estudiantes, como hacía unos años. Pienso también que se debe a la crisis de fe y vocación que, desgraciadamente, atravesamos y cuyas influencias están en la forma de actuar el mundo de nuestros días, aunque creo que esta carrera sigue interesando a la juventud a pesar de la oposición de muchos padres, que piensan en la base económica de sus hijos para el día de mañana y opinan que viste más llamarse ingeniero, abogado o médico, antes que sacerdote. Pero estoy seguro de que llegará un día en que todo se solucione y los seminarios tendrán el mismo número de estudiantes que siempre. No se debe perder la fe en Dios, en cuanto al estudio sacerdotal. Los jóvenes serán conscientes, así como sus padres, de la importancia y valor de las vocaciones sacerdotales, ya que el sacerdote es imprescindible, mucho más en nuestros días, conflictivos y faltos de fe. Usted, más joven que yo y con menos achaques, será testigo. Ya los verá.
—¡Dios le oiga! Y, para terminar, ¿desea decir algo a los medios informativos que lo han designado “Personaje del Año 1975”, a nivel local?
—Con mucho gusto: estoy profundamente agradecido a tan noble y honrosa distinción, que conmigo han tenido.
—Gracias, don Juan. Beso su sacerdotal mano.
(09‑06‑1976).