Marca hispana

Tengo un sobrino que hace años estaba preocupado por el camino que tomar. Dudaba de los estudios que seguir y me consultó. Le gustaba escribir, la literatura, pero por otra parte creía tener capacidades para encarar otras materias o dedicaciones. Estaba realmente hecho un lío, muy joven que era, y debía determinar, por la premura e inmediatez de las fases de estudios, la opción elegida.

Charlé con él y solo le indiqué una cosa, así como sentenciando el tema, que para escribir siempre tendría tiempo y lugar, pero para prepararse una carrera técnica el camino debía ser inmediato (y esto no eliminaba lo anterior). En suma, le indiqué que optase por lo más práctico o prosaico. Me hizo caso. Pasó a estudiar bioquímica.

No le he conocido posteriormente ningún trabajo literario, ni siquiera un artículo o colaboración en cualquier medio. Me entra la duda de si, con mi intervención, le cercené su posible vena poética o artística.

Se licenció, en lo que queda dicho, y tuvo que andar buscando trabajo de lo que hubiese más o menos alrededor de su residencia. Como no es muchacho que le haga ascos a currar, lo mismo se puso a cobrar gasolina en estación de servicio que a extraer muestras analíticas. Hasta que logró entrar en un laboratorio en su sección de investigación y así acceder a otras entidades del ramo. En todas, poco a poco, se iban cerrando puestos.

Salió de la última fundación en este año. Se cerró el grifo de la financiación y cayeron los peones más expuestos. Y ahí está, en paro.

Su mujer terminará este curso el doctorado de química de materiales, en el que está becada, y tendrá que enfrentar la misma situación. A pesar del currículo, de las prácticas que ha hecho en USA o Inglaterra y de su experiencia laboral previa en esta rama técnica.

Se han invertido muchas energías para que los dos hayan llegado a esta situación. Las personales (y como empecé, incluso renunciando tal vez a otras ilusiones), las familiares, las de la sociedad que con sus impuestos ha contribuido a sostener sus estudios y sus investigaciones. ¿Para qué…?, ¿para que ahora unos inútiles destrocen todo lo conseguido, echen por tierra lo que se ganó?, ¿para que ahora lleguen otros y se aprovechen…? Porque el futuro de esta pareja es emigrar, sin duda; y, gracias a sus expedientes y especialidades, ser admitidos en esos países que entienden que la investigación nunca es una pérdida ni de tiempo ni de dinero (privado o público).

Si nadie lo remedia se irán, como mal menor, a Inglaterra.

A eso lo llamará la ministra y los de su cuerda “marca España”, lo calificará como un triunfo de lo nuestro, de nuestro bien hacer, de la necesidad de experiencia o de aventura de nuestros jóvenes (tan preparados a nuestra costa) y no querrá ver que es la muestra de la triste realidad del despilfarro español, no solo cronificado en aeropuertos sin aviones o autovías sin vehículos o en las corrupciones innumerables, sino también en esa dilapidación de técnicos, investigadores o especialistas bien formados aquí, pero que ya, aquí, no pueden seguir sus trabajos (o encontrarlos).

Mientras también nos muestran a esos famosos “emprendedores” de «fina estampa, caballero», con sus polos y sus náuticos y sus apellidos de rancio abolengo o de estirpe franquista o empresarial, que obscenamente nos cuentan cómo han conseguido unos miles de euros con los que han montado un garito digital.com y que con una o dos personas que lo atienden se están forrando (hasta que pase la moda, claro). Esto que escribo no me lo invento; que leí, no hace mucho, en un periódico, todo un largo reportaje al respecto con nombres y caretos de cachorros felices con sus juguetes. Vomitivo.

Los anteriores emigran si lo desean a Miami o sitios muy concretos, donde todo se compra y se vende. Y miento; a eso no se le llama emigrar sino deslocalizarse en medio del comercio mundial, tan productivo para el movimiento de capitales y de sociedades, nada más que con ánimo de lucro. Pasan también a formar parte de bufetes reconocidos, de consejos de administración o gerencias multinacionales, de sociedades de inversión o capital de riesgo e incluso de fondos de buitre… En fin, practican, con afán y empeño (los que lo hacen y valen, que no tanto jilguero sabe cantar), las virtudes que loa nuestra rociera ministra y sus compis.

Emigrantes, los más que lo necesitan y que ni eso ya pueden; porque, al contrario que lo descrito, ni tienen pedigrí ni especialidades, y que no se les desea en ninguna parte. Ni podemos recurrir a la emigración, también muy de nuestra marca, de mano de obra genérica y barata, porque no la quieren en Europa ni en ningún lado. Es más, nos echan. Son realidades, no inventos de publicistas o periodistas bien pagados al servicio de un gobierno y una clase menos que mediocre. Díganme qué se hace con tanto “inútil”, como ha ladrado la empresaria de marras…

Signo de nuestros infelices tiempos, como signos son los comercios cerrados por doquier, las empresas en quiebra, la permanencia imborrable del chorro de desempleados, la precariedad en los escasos contratos, la no creación de valor productivo y no meramente especulativo… Esto es también “marca España” estructural y pegada a nuestra llamada piel de toro, en siglos y siglos de vacuidad sonora, mucha palabra y poca semántica, ante la nadería general.

¡Ah, pero nos queda el turismo, ese gran invento, como decía la película de Martínez Soria! (otro de la marca).

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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