Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
Miguel Arjona Colomo fue un ilustre tosiriano (natural de Torredonjimeno, 1910‑1975), catedrático, doctor en Derecho y en Filosofía y Letras, que se distinguió como historiador. Su admiración por Úbeda la dejó impresa entre algunos artículos de los que solía publicar, dedicados a diversos pueblos de España. En esta ocasión, Ramón Quesada celebra el titulado “La maravillosa ciudad de Úbeda” y que ha dado origen, como respuesta o réplica, a éste que se publica ahora. Y, ya puesto, haciendo alarde de una irreprimible incontinencia, Ramón no olvida a cronistas de imperecedera memoria o a poetas, como es el caso de Juan Martínez de Úbeda, con los que ilustra el presente artículo.
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Sí, Miguel Arjona Colomo, Úbeda es una “maravillosa ciudad”. Su pluma, con toda la fuerza convincente de una narrativa heroica, y con el refino y empaque de un estilo severo y leal, lo ha dicho ahora; antes lo afirmaron otros.
Ya en 1212, cuando los llantos, la desolación y otros males análogos azotaban el suelo patrio, el nombre de mi pueblo y solaz de mis preocupaciones, que también sufría los embates de estas gestas dolorosas, fue admirado como rica presa y “maravillosa” llave que tenía que cerrar, por fin, su libertad ante el morisco y dar paso a una vedette de vetustas y perennes glorias.
Andando el tiempo, para mayor y más cabal grandeza, había de aparecer “un gigante” de la pluma y de la verdad llamado Alfredo Cazabán Laguna. Y este, con la pasión que da saberse hijo “mimado” de esta noble y leal ciudad, y con el vigor de su talento excelso, cantaría a ella, con su forma peculiar y grande amor, las maravillas ‑valga la redundancia‑ que la hicieron y la hacen “maravillosa”.
“Sobre una loma, siempre azulada,
que a veces cubre nuboso tul
y a veces limpia, tiene apoyada
la cristalina bóveda azul”.
Y pasarían los años y, con ellos, el surgir de nuevos valores literarios traerían refinadas formas de expresión que, con gallardas y florecientes retóricas, ensalzarían la historia de su pueblo y su cuna. Así, Juan Martínez de Úbeda, el poeta de la humildad y de la luz, que un día nos dijo adiós y se marchó luego a poetizar con los ángeles por los derroteros del cielo, cantó e hizo “maravillosa” a su ciudad con un gracejo pródigo y con su verso admirable.
“… y le añadí a mi nombre,
tan pobre como yo, el nombre tuyo
y ya me quiero tú y hasta saberme
traspasado de ti. Me quiero lleno
de la gracia varada
en tus playas de gloria. Lleno, harto
de música lenta
que parte de tus piedras sosegadas
buscando los balcones de la Luna”.
Luego, Juan Pasquau, quizás uno de los más fecundos autores ubetenses, al que su pueblo debe la “Biografía de Úbeda”, “Dos temas de Úbeda”, amén de infinidad de artículos, en los que nunca puede remediar ‑no quiere‑ una loable tendencia a lo espiritual, ha sabido llamar a las sensibilidades de sus lectores con la fuerza de un escritor galardonado por sus méritos y por su formal y deslizante descriptiva.
“Luego la serenidad de Úbeda fluye, circula como una linfa secreta por sus calles y plazas salvaguardadas de Tradición, flanqueadas de Costumbre y de Historia”.
Sí, Miguel Arjona Colomo, Úbeda es una ‘“maravillosa ciudad”. Y es así porque son muchos los que como tú ‑¿me permites el tuteo, aunque sólo sea por la belleza del momento?‑ supieron y saben decir la verdad; sin formulismos de etiqueta y sin convenciones influenciadas.
Y así termino. Porque si a enumerar voy todos los cantos y los cantores que han prodigado a este pueblo sus verdades, con la profundidad filosófica de una sugerencia divina, no terminaría nunca, y la extensión de esta réplica, estoy seguro, cansaría a este escritor que desde un principio sólo ha querido dar las gracias en nombre de su pueblo y de sus paisanos. Un ruego mudo que me hacen, y al que estoy obligado. Tal vez otro día y en otro momento, cuando la fugacidad del tiempo me sea dada con más generosidad, me atreva a conjugar de otra forma la gratitud que mi pueblo debe a Arjona Colomo y a su emotivo artículo “La maravillosa ciudad de Úbeda”, que ha dado origen a este otro mío.
(20‑06‑1971).