A la entrada de la Sala de lectura del Hospital de Santiago ubetense, Andrés y Juan, nos reparten la programación cinematográfica del mes de diciembre, que se nos avecina sabroso y literario: De Dickens a Dostoievski, lo han titulado; enmarcándolo en las fechas que pronto nos vamos a encontrar, uniendo literatura y cine en un dueto interesante y atractivo… Por entonces, estábamos a jueves, 28 de noviembre de 2013, con una ilusión desbordada por ver Vacaciones en Roma (como se le conoce en España) o La princesa que quería vivir (en Hispanoamérica).
Comenzamos puntualmente y atendiendo a las interesantes explicaciones de Andrés sobre este goloso filme. Se rueda en exteriores de Roma y en Cinecittà (Roma). Es nominado a 10 Oscar, ganando 3 (actriz, argumento y vestuario). Nos adelanta que el papel de galán se lo ofrecieron primeramente a Cary Grand, pero se vio demasiado mayor para enamorar a una jovencísima Audrey Hepburn y, gracias a eso, Gregory Peck lo bordaría. Y explica las bellas imágenes (aunque en blanco y negro) de “La ciudad eterna” que sirven de guía turística.
Cuando llevábamos un rato de proyección, se presenta un funcionario del ayuntamiento (con su chaleco reflectante y todo), conminándonos a que abandonemos el edificio, de parte del señor alcalde, pues se iba a cerrar (en cinco minutos) el Hospital de Santiago; sin argüir razones… Alguien pensó que algún gracioso habría avisado que habían puesto una bomba en el edifico; otros se figuraron que, ante el temor de que los inmigrantes entrasen en el edificio para dormir, el alcalde habría mandado cerrarlo, a temprana hora, para que eso no ocurriera. Entonces, todos salimos raudos, pues no sabíamos lo que nos pudiésemos encontrar en la calle Nueva, en esta lluviosa y desagradable noche, y con una doble preocupación: la palpable desazón de ver dormir en la calle a los pobres inmigrantes en esa desastrosa noche y cierto pesar por no haber podido disfrutar de la velada cinéfila que estaba programada…
Ya ha pasado bastante tiempo. Ahora nos encontramos en la noche de San Antón (16 de enero de 2014)), y vamos a ver (íntegramente) la película Vacaciones en Roma que quedó inconclusa el año anterior. A su finalización, encontraremos las churrerías de Úbeda, abarrotadas de gente que quiere seguir la tradición: cenar churros con chocolate (o café)…
Hoy estrenamos nueva pantalla (con sus cadenas y todo…), en la sala de proyecciones, ganando dimensiones y altura con respecto a la anterior, por lo que ya tenemos un aliciente más para asistir a esta actividad cultural que tan amablemente nos ofrecen (gratuitamente) el Ayuntamiento y los incondicionales chicos del Cineclub “El Ambigú” (Andrés & Juan); que, además, están en todo: caldean la sala, mediante estufas, para espantar al húmedo frío…
Aún con el síndrome de que, nuevamente, podríamos ser desalojados, todos los presentes asistimos con expectación al visionado de esta famosa y fenomenal película: Vacaciones en Roma (Roman Holiday, 1953); a pesar de que algunos de los presentes ya la habían visto en repetidas ocasiones. No era mi caso, pues la esperaba con ansias desbordadas.
Audrey Hepburn es la actriz más encantadora y maravillosa a la que la fotografía hace justicia y cuyo encanto nos enamora con ese rostro de buena chica, de princesa de un cuento de hadas (La cenicienta, pero al revés…), donde el príncipe no es solo Gregory Peck, sino todos nosotros, mientras tienen un romance de una jornada, con escenas, en blanco y negro, de “La ciudad eterna” que tanto juego dan a cualquier película o historia… Y eso que la retrata a mediados del siglo pasado, cuando todavía tenía aires (por algunas zonas) de pueblo grande…; no así en las principales plazas y monumentos que mucha gente hemos visitado y que siempre nos hace rememorar aquel viaje nostálgico realizado y que quisiésemos repetir una y otra vez… Hoy lo realizamos en pantalla, con ese par de magníficos actores que nos han hecho creer que nosotros éramos los protagonistas, aunque quedándonos con cierto sabor amargo, cuando cada cual tiene que asumir su papel en la vida real y no en el que se crearon en 24 horas, de saltarse todas las normas y convenciones sociales…
Ella es la princesa Anna (la glamorosa actriz de origen belga, Audrey Hepburn) y sueña con vivir una vida normal, disfrutando de todo lo que las personas anónimas tienen a mano. Lo intenta durante una jornada, escapándose de su embajada, llevándose el dulce recuerdo de un amor tierno, pero imposible. Algo diferente le ocurre a él, Joe Bradley (Gregory Peck), periodista americano que se ofrece casualmente a ser su guía en Roma…
Hay curiosidades dignas de destacar: Audrey Hepburn realizó (en esta película) su principal papel protagonista en el cine; y Gregory Peck no consintió encabezar los créditos (según quería la productora), a pesar de ser una estrella consolidada y ella no. Wyler desechó la idea de rodar con escenarios artificiales, porque quería que la tercera protagonista de la película fuese la auténtica Roma; sus hijas actuaron en la escena en la que Peck quiere «tomar prestada» la cámara de fotos de una niña: esta misma niña y la que avisa a la maestra, son hijas del director; Gregory Peck bromeaba diciendo que, cada vez que le ofrecían un papel, pensaba que ya lo había rechazado Grant…
También hay diferentes escenas graciosas o sugerentes: cuando se le sale el zapato a la princesa en la primera recepción; el corte de su bonita cabellera; las escenas del lío que se forma en el barco flotante, saliendo del atolladero por el agua; sus mutuas y enamoradas miradas (al final de la película),cuando en la recepción de periodistas internacionales se presenta (además) a dos periodistas españoles (de ABC y La Vanguardia), con una estatura pequeñita… ¿Quizás como estereotipo hacia el régimen franquista y/o a la fama, que teníamos (por aquel entonces) los españoles, de ser pequeñitos como Francisco Franco…?
Aunque Hepburn y Peck se mientan, pretendiendo preservar su intimidad y su verdadera profesión o identidad, hacen cómplice al espectador de la mentira que tejen (cada uno por su lado) y le mantienen gratamente entretenido durante todo el metraje.
Vacaciones en Roma es uno de los espectáculos cinematográficos más simples, sorprendentes, espectaculares y entretenidos; dentro de un género que se ha convertido en basura, con el tiempo (salvo honrosas excepciones), demostrando que al cine de entretenimiento le puede sobrar calidad. Como todos sabemos, el cine no es más que la fábrica de sueños, amores, pesares, anhelos… hechos realidad. En este film: la magistral realización de un director como William Wyler; unos estupendos actores como Gregory Peck, Audrey Hepburn, Eddie Albert, Hartley Power, Harcourt Williams, Margaret Rawlings…; una excelente banda sonora, compuesta por Georges Auric; y una esplendorosa fotografía de Henri Alekan y Franz Planer hacen tangible ese sueño amoroso (propio o ajeno).
La cinta tiene una buena definición de caracteres, siendo la evolución de los mismos convincente, mediante unos diálogos brillantes y ocurrentes. Algunos planos son maravillosos e históricos: paseo en Vespa, visita a la escalinata de la plaza de España, sorpresa de la Boca de la Verdad… Es memorable el largo plano de la salida de Joe del salón de audiencias, rodado en travelling inverso. Abundan los planos tomados desde abajo, los travellings emotivos y las imágenes cautivadoras (topolino), a las que añade escenas inquietantes (fotografía desde el coche).
A la salida, aunque la lluvia no se hizo presente, mas al estar todo el día remolineando en derredor, las calles mostraban su huella, mientras el frío renacía por doquier. Habíamos hecho un melifluo viaje de la mano de dos enamorados (que fue lo que más nos encantó), mostrándonos a Roma, sus encantos arquitectónicos y su gente, con la excusa de ser partícipes del amor de un solo día…
Úbeda, 16 de enero de 2014.