Llevaba ingresado una semana, cuando recibí la ropa y el calzado que había pedido, con lo que mi aseo y limpieza fue mayor. Los días iban pasando monótonamente: durmiendo, paseando y comiendo el escaso alimento que nos daban; o encerrados en los dormitorios o jaulas de hierro…
Durante dos meses hube de acostumbrarme a lavarme la ropa con la abundante agua que había en el gran lavadero, pues yo no tenía posibles económicos para que lo hiciese una lavandera fuera de la cárcel.
Pero, mira por donde, una familia jaenesa se ofreció generosamente a hacerme los mismos servicios que ya le hacía a los carmelitas internos en la catedral: lavar y reponer la ropa cuando estaba deteriorada; además de traer alguna comida semanal. Como sabía de la escasez de alimentos en la población civil, denegué lo segundo permitiendo que me hiciesen lo primero. De esta manera, me quitaron una gran reocupación. Así, todos los lunes salía la ropa usada, volviendo limpia los sábados. Si teníamos que comunicarnos algo (tanto ellos como yo), lo hacíamos con pequeñas misivas escritas, guardadas en los sitios más recónditos de la ropa o talega (costuras…), pues sabíamos que los carceleros las revisaban sin empacho, en busca de algún escrito delatador…
Como prueba de agradecimiento, pongo, con mayúsculas, a la familia que tanto bien hizo a los presos carmelitas y a mi persona: SAENZ MORRONDO. ¡Dios la premie en esta y la otra vida, por los actos de caridad que ejercieron con tanta decisión y valentía…!
También tengo que anotar, en mayúsculas, a la intrépida muchacha de la que se valía esta familia para hacer esos servicios caritativos, tan arriesgados: DOLORES DE LA CHICA. Mi más sincero respeto y gratitud a esta joven, tan solícita, que incasablemente hacía cuantos viajes fuese menester, trayendo todo lo preciso, sin faltar ningún sábado, a la reja…; siempre preguntando por «El primo Miguel»…, pues solamente se permitían visitas familiares. Sola o acompañada por religiosas carmelitas o amigas que yo conocía, cualquier ocasión era buena para proporcionarnos alegría y consuelo. Valiéndose de artificios, soportando burlas o amenazas, obviando incluso las reprensiones y desprecios de sus propios familiares, mostraba su valentía y determinación sin intimidarle ni el sol ni la lluvia…
Úbeda, 15 de marzo de 2014.