Leo supuestas declaraciones (y digo supuestas, porque hoy por hoy no se puede fiar uno de la veracidad periodística) del singular Sánchez Gordillo sobre sus creencias andalusíes y no tengo menos que sonreírme ante los disparates que se vierten con tal de conseguir réditos políticos.
Tengo que explicar, primero, que el paño seudoandalusí ya lo caté hace muchos años en mi ejercicio profesional, cuando asistí a cursos sobre cultura andaluza, cosa que era novedosa y a lo que muchos nos apuntamos (yo, sin ir más lejos, hasta llevé un proyecto experimental en el centro donde ejercía). En alguno de esos cursos empecé a verle la patita por debajo de la puerta al bicho del talibanismo doctrinario, en exclusiva guarda, uso y disfrute de las esencias andaluzas.