El siglo XXI va a sorprendernos con extraordinarios avances en el conocimiento del cerebro. Será una auténtica revolución científica comparable a la deslumbrante primera mitad del XX que, aparte de abrirnos los secretos más íntimos de la física de la materia, indujo formidables desarrollos tecnológicos y consiguientemente las transformaciones económicas que todos conocemos.
En el XXI entenderemos mejor el cerebro. Entenderemos mejor la naturaleza de los acontecimientos cerebrales, y muy en particular los mecanismos ligados a las emociones, los afectos, las motivaciones, las estructuras lingüísticas, la libertad… Claves esenciales para abrirnos el misterio del hombre (espíritu humano), yendo a sus raíces más íntimas. Eternas controversias sobre cuestiones filosóficas y religiosas se reducirán a meros flatus vocis (‘el aliento de la voz’). Ideas viejas se tendrán que reformular bajo una luz nueva. Y derivarán de estos nuevos conocimientos resultados muy prácticos. Aparecerán nuevas terapias, nuevas teorías jurídicas, nuevas pedagogías y nuevos sistemas de aprendizaje. Además, integraremos a modo de simbiontes (‘organismos involucrados’), sistemas electrónicos que serán prolongaciones de las habilidades humanas.
El amor en sus distintas variantes es un afecto con sede en el cerebro. En este artículo y en los siguientes vamos a interesarnos por un tipo de particular de emoción: la disposición afectiva positiva hacia otro. Qué cuestiones plantea y qué respuestas podemos esperar de los nuevos aportes de la ciencia, de la antropología y del saber en general, sobre un tema tan radical en nuestras vidas como es nuestra vida afectiva.
El amor está presente en nuestras conversaciones en innumerables obras literarias, películas y canciones. Pero se ha elaborado poca ciencia sobre el amor.
Nota preliminar
Ambigüedad del término amor que recubre igualmente el enamoramiento, el deseo sexual, el amor a los padres, a los hijos, a los amigos, a nuestro cónyuge, a nuestro perro… ¿Es lo mismo el amor a una persona que amar el trabajo, la patria, a la justicia, a la ciencia, al arte? ¿Y el amor a Dios, o el amor de Dios?
La importancia del amor
Dice Platón que el cielo se mueve por amor. Dante, como Platón, decía que era el amor lo que movía el sol y las estrellas.
De manera menos poética y más práctica, empezaremos constatando que nuestro vivir de hombres en la sociedad es solamente posible gracias a la extendida red de afectos y amores en que crecimos y que nos sustentan cada día.
Una rápida introspección nos hará también tomar conciencia de la amplia red de afectos en la que vivimos, envueltos cada uno de nosotros. Sus tonalidades son muy diferentes. Desde el amor hacia los miembros de nuestra familia, fundado en el entroncamiento biologico común, hasta el afecto a la multitud de amigos que hemos ido encontrando y seleccionando a lo largo de nuestra existencia. Desde las amistades de la infancia hasta el amor último, definitivo, fusional, si es que hemos tenido la suerte de haberlo encontrado.
La indigencia de afectos, nuestra condición humana
Nace el bebé en la más absoluta indigencia y en la más total dependencia. No solo necesita el alimento corporal, sino que su desarrollo cerebral requiere el ingrediente del amor de sus padres, para iniciarle en el aprendizaje de la lengua ‑instrumento mayor de inmersión en el comercio humano‑ y, en especial, para insertarse en la sociedad y adquirir las bases del futuro comportamiento como respuesta a los estímulos exteriores.
El hombre sale de sí hacia los demás
De mayor, es para el hombre una necesidad absoluta el salir de su castillo interior, de su «cerrado a sí mismo». El hombre es un ser potencial que solamente se despliega en un entorno social. De esa manera, llena su hondo vacío metafísico mediante la interacción con los otros. Los otros constituyen, a la vez, su espejo, sostén psicológico, fuente de alegría, paradigma de comportamiento. De fuera, nos vienen hasta el sentido y la significación del vivir. Una búsqueda que el hombre va a perseguir sin descanso desde sus primeros años.
Las varias formas del amor
La introspección nos revela, sin dificultad, la variedad de nuestros afectos, con modalidades e intensidades diferentes. Lo que sentimos por los otros asciende, gradualmente, desde la tolerancia, la comprensión, el prejuicio positivo, hasta la empatía, el buen entendimiento y la simpatía mutua. Desde la amistad al amor y, por último, en lo más alto de la escala, el amor fusional.
En conclusión: El amor es indispensable, pero poco estudiado. Necesitamos explorar el amor. Vivimos inmersos en una densa red de afectos, y es preciso cartografiar esta foresta amazoniana en la que vivimos envueltos.
LA EXPLORACIÓN DEL AMOR, una tarea para el saber del siglo XXI.
Algunas preguntas que trataremos en sucesivos artículos:
1. Una explicación físico‑química. ¿Es el amor, en sus diferentes variantes. reductible a una lectura exclusivamente materialista?
2. Bases antropológicas: para una filosofía del amor.
3. Amor y teoría de juegos: actitudes estratégicas ante el otro, en una relación afectiva.
4. Tipología y dinámica del amor.
5. El amor cristiano: sus falsificaciones. ¿Qué quedará del mensaje de Jesús en el siglo XXI tras la deconstrucción que las ciencias van a operar?
6. Sociología del amor.
7. En definitiva: el amor posible.