El “techo” más amable de nuestra clase…

Esto era una vez…

Una niña tan alta, tan alta… que parecía la madre de todos sus compañeros, (además de ser guapa y súper amable), a la que su maestro siempre le daba el mismo encargo todos los días del curso escolar, con gran regocijo por su parte y ante la envidia del resto de la clase: borrar la pizarra y poner la fecha del día siguiente… Tanta afición cogió que incluso preguntó si debería ponerla el último día del curso. Y la contestación de su querido maestro fue contundente: «¿Para qué?, si hoy hacemos vacaciones de verano y mañana no hay que venir…».

Tenía excelentes prendas personales: era una chica que siempre estaba sonriente, no se enfadaba por nada ni con nadie, distribuía sus preciados rotuladores (o útiles escolares) entre todos sus compañeros, sin distinción de sexo o proximidad física a su mesa… En fin, siempre estaba dispuesta a contentar a todo el mundo y a no poner pegas a nada… Así, ¡cómo no la iban a querer todos sus compañeros, sus “profes”, y especialmente su maestro…!

Por eso, siempre fue una niña muy feliz… Y así continuó durante toda la vida: transmitiendo a sus padres y hermano esa preciada cualidad humana que era su moneda de curso legal cada día, desde que se levantaba hasta que se acostaba…

Cuando llegó a mayor, logró encontrar la felicidad completa fundando una afable familia, cuyo fermento (de amabilidad y contento) ella misma siempre había mostrado…

fsresa@gmail.com

Deja una respuesta