¡Ha estallado la revolución!

Bailando por bulerías en el tabladillo de Alpinskaya Rosa estaba yo una noche de noviembre cuando vi llegar al portero con la cara descompuesta. Subió al tablado, mandó parar la orquesta y gritó: «¡Ha estallado la revolución! ¡Sálvese quien pueda!». Nunca sabremos si quien estuvo en Rusia, durante la guerra civil que enfrentó al ejército rojo con las tropas zaristas, fue Juan Martínez, o Manuel Chaves Nogales, autor de la novela que, después de viajar por medio mundo, publicó en 1934.

Chaves Nogales nació en Sevilla el 7 de agosto de 1897, muy cerca de la casa en donde nació Antonio Machado. Al morir el padre, su madre mantenía a la familia con los escasos recursos que conseguía dando clases de piano. Mientras tanto, Manuel estudiaba y trabajaba. Llegó a Madrid en 1922, en donde consiguió un puesto como redactor en El Heraldo y más tarde en La Acción. En 1928, se retrata ideológicamente en La Gaceta Literaria: «Si tuviera un temperamento heroico sería comunista; no lo soy porque me falta ese espíritu “nazarenoide” que hoy se necesita para ser comunista militante». Afín al pensamiento de Azaña, en 1930 dirigió Ahora, un diario fundado para competir con ABC y fichó nada menos que a Unamuno, Baroja y Ramiro de Maeztu. Recorrió miles de kilómetros de la Europa entre guerras y, resultado de esos viajes, fue la crónica de Juan Martínez y su compañera Sole, dos bailarines de vida alegre y azarosa que, tras triunfar en el Moulin Rouge de París, embarcaron para Turquía cuarenta días antes de que estallara la Primera Guerra Mundial y permanecieron veinte años en la Rusia de los soviets y de los zares.

Cuando, en los primeros días de noviembre de 1936, el Gobierno republicano abandonó Madrid, Chaves Nogales tomó el camino del destierro sin renunciar a sus convicciones democráticas, ni a su lealtad a la República. Más tarde, se enroló como periodista en las filas de los aliados y murió, solo y sin un céntimo, en un hospital de Londres a los cuarenta y seis años de edad. Sólo los periódicos británicos y el argentino La Razón, dieron la noticia de su muerte. Chaves nos cuenta, con un lenguaje llano y sencillo, el horror de la revolución marxista y la transformación del hombre y de la sociedad. «Amanecimos bajo el signo de los soviets, la hoz y el martillo triunfantes. La bandera roja ondeaba en todas las casas de Gomel y los bolcheviques ponían mano a la tarea de la reconstrucción soviética que dura todavía».

En un momento en que los intelectuales europeos vivían con entusiasmo el éxito de la Revolución Soviética, la crónica del novelista sevillano y su decepción acerca de la revolución marxista debió suponer un insulto a un proyecto tan esperanzador: «Mitineaban en todas partes y a todas las horas del día y de la noche: en los cafés, en las esquinas de las calles, en los patios de las casas, hasta en los comedores y las alcobas de las familias que los alojaban. Repartir bonos y echar discursos eran cosas que hacían con la mayor facilidad del mundo. Dar de comer ya era otra cosa (…). Lo malo fue cuando empezaron las requisas a los aldeanos. Se lo llevaban todo: el pan, el trigo, la cebada, el ganado, los carros. El ejército rojo venía hambriento y desprovisto de prendas de abrigo, caballerías y medios de transporte». Es la crónica triste de la ruina de un pueblo.

Como Chaves Nogales, tengo miedo a la pobreza, porque la viví cuando era niño, en los años en que aún vagaba por España el recuerdo del fantasma de la guerra. La pobreza es un sentimiento que acaba con tu seguridad, que te persigue cada minuto del día y que no te abandona de la mañana a la noche. La pobreza es una desgracia como la esclavitud, como una enfermedad incurable, como la muerte. Por eso, este libro me ha llegado muy adentro. Ha pasado casi un siglo y muchos pasajes del libro retratan la situación actual. Nos dijeron que cuando en España hubiera democracia trabajaríamos más y mejor; pero la realidad es que millones de españoles no encuentran trabajo. Ya no hay requisas, pero existe una política fiscal que algunos califican de confiscatoria. La mayor de Europa. No se estimula la riqueza; los profesionales del cuento y la demagogia son incapaces de crear un solo puesto de trabajo e intentan que compartamos la pobreza. Todo huele a estafa y corrupción; siguen prometiendo sueños imposibles, pero la única fuente de dinero que encuentran, para seguir alimentando este disparatado estado en que vivimos, es desplumar con impuestos a las empresas y a los trabajadores. Anestesian al pueblo con promesas y subvenciones de miseria a cambio de votos. Sorprende ver cómo, día tras día, se impone la mediocridad, la falta de exigencia, la incompetencia, el poco aprecio por las cosas bien hechas.

Como Chaves Nogales, yo tampoco creo en las utopías igualitarias. He conocido a personas que, a base de esfuerzo y sacrificio, mejoraron su posición económica y con el tiempo crearon puestos de trabajo para llevar, a otros, progreso y esperanza. Algunos los llamarán explotadores y ambiciosos. Es igual: lo importante es que mientras unos se aprovechan del esfuerzo de los demás, otros crean riqueza para todos. Me pregunto qué vamos a dejar a nuestros hijos. Pienso que nadie les ha dicho que deberán trabajar mucho. ¡Mucho más que nosotros! Tendrán que ganar dinero para sacar adelante a sus familias, a los enfermos, a los parados, a los jubilados, a los indignados y a los que no le dan un palo al agua. Tendrán que matarse a trabajar para pagar la deuda que generaron unos irresponsables; para que los liberados sigan viviendo como reyes; para que la insaciable casta política no renuncie a su plácida existencia. Y, mientras tanto, millones de personas, procedentes del continente africano, esperan ansiosas ver cómo se derrumban las murallas de esta sociedad corrupta y pervertida. Cuando llegue ese día, que no está tan lejano, asaltarán sus muros y, con toda justicia, reclamarán una vida mejor. Entonces estallará una nueva revolución y en esta sociedad vieja y corrupta volverá a oírse el grito: ¡Sálvese quien pueda!».

Bibliografía: El maestro Juan Martínez que estaba allí. Manuel Chaves Nogales.

roan82@gmail.com

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