Diario de un aficionado cinéfilo, 13

Estrenamos noviembre (“Dichoso mes que empieza por todos los Santos y termina por san Andrés”, dice un sabio proverbio) mientras el tiempo quiere ser otoñal, aunque este año parece que le cuesta, pues durante el día la temperatura es bastante buena (en Úbeda, al menos) aunque, cuando se va el sol, se nota la estación en la que nos encontramos…

Al ser la cita cinematográfica un viernes, que enlaza con el fin de semana en el que hay múltiples actividades culturales en nuestra dinámica ciudad (Semana Sanjuanista, teatro…), la elección ha de ser certera y segura; por ello el público que hoy asiste a la proyección de Charada de Stanley Donen (Charade, 1963), en V. O., es diferente al habitual.

 

La trama se desarrolla en París (“La ciudad de la luz”) y a orillas del Sena. Reggie Lampert (Audrey Hepburn) está pasando unas vacaciones en la estación de esquí de Mèlgeve (en los Alpes franceses) y conoce a Peter Joshua (Cary Grant), mientras quiere divorciarse de su casi desconocido marido (muy rico, por cierto), que fue componente de una cédula militar cuyos integrantes tuvieron el encargo de pagar 250 000 dólares a la resistencia francesa, por los servicios prestados durante la segunda guerra mundial; y que no llegaron a efectuar.

La película es una inteligente mezcla de espionaje, humor e intriga (con pasajes que derraman miel de romanticismo) en la que se muestra un romance entre sus dos principales protagonistas, mientras se produce un desfile de personajes secundarios: un Walter Matthau espléndido; un James Coburn en plan malo malísimo; un enorme en todos los sentidos y manco de la mano derecha (con un garfio sustituyéndola) George Kennedy; y un convincente Ned Glass como el más incisivo de los capullos inmiscuidos en la trama, que se van acechando y vigilando para ver quién consigue el motín del cuarto de millón de dólares; resultando que se encuentra en el lugar más inverosímil del legado que ha dejado el marido de Reggie, cuando lo mataron, arrojándolo de un tren… Es toda una madeja de equívocos que se va enredando y desentrañando a lo largo del film, haciendo creer al espectador una cosa para (luego) resultar otra; hasta que llega la original y simpática sorpresa final (aunque previsible) que algunos ya sospechábamos…

La Hepburn está (como siempre) monísima y encantadora, con esos ojazos que parecen soles y esa pícara mirada que enamora a todo el que entabla conocimiento con ella (aunque es Cary Grant el que se lleva “el gato al agua”; pues esta pareja tiene un feeling muy especial durante toda la película). Posa con la cantidad de modelitos de Givenchy que saca prácticamente en cada toma. Audrey encarna a una viuda súper graciosa, con la curiosa manía de comer compulsivamente cuando aumenta su nerviosismo. Su papel bascula entre la seducción (ingenua y pícara), y la simpatía de su vis cómica e intrépida, que viene como anillo al dedo con su dulce rostro y sus delicadas maneras.

Cary Grant es un seductor atormentado, un actor carismático, longevo, elegante y de porte aristocrático. Se esmeró en pulir sus dotes de gran actor; moduló su voz hasta casi hacer desaparecer el acento inglés de su origen; y practicó la forma de caminar, los movimientos ante la cámara. En Charada, su personalidad empatiza con el público, es Grant en esencia. Un par de años antes de Charada estuvo considerado para encarnar en la pantalla al mítico James Bond, pero Cary era ya una estrella y un contrato millonario, y no quiso arriesgar en una saga que empezaba. Connery era un desconocido, y por mucho menos dinero se colocó exitosamente el smoking del agente 007. Cary Grant daba el perfil perfecto para un James Bond sofisticado. En Charada parece que vemos a un Bond de paseo en un intermedio entre una y otra misión.

Muchos directores han pretendido hacer una película al estilo Hitchcock, aunque sólo algunos han logrado estar a su altura. Sin embargo, Stanley Donen ha ido más lejos consiguiendo la perfección y el elogio múltiple (a actores, diálogo, trama…). Este cineasta y coreógrafo norteamericano, famoso por sus musicales Un día en Nueva York y, sobre todo, de Cantando bajo la lluvia, lleva a la gran pantalla esta historia de Peter Stone, por lo que recibió ‑en 1964‑ el premio Edgar de los Escritores de misterio de América al mejor guion adaptado.

Con una preciosista fotografía en color de Charles Lang Jr. y la estupenda e inolvidable banda sonora del casi inefable Henry Mancini, la película adquiere por momentos un ritmo narrativo hitchcokiano. Donen pone de manifiesto sus intenciones: captar la atención de manera absorbente mediante este enrevesado thriller de suspense; con un reparto coral y unas actuaciones impecables en su contexto, entreveradas de unas escenas inolvidables y fetichistas: Gary Grant duchándose con el traje puesto ante la perpleja mirada de Audrey Hepburn; los paseos románticos de la pareja en barco a orillas del Sena; los momentos iniciales en aquel piso robado, cuando ambos protagonistas se reencuentran; las situaciones humorísticas (inolvidable el juego de las naranjas) y los momentos de tensión, crímenes y persecuciones, que incluye la deliberada desorientación provocada en el espectador, que se encuentra como su protagonista: rodeada de mentiras, múltiples identidades, confusión… Gran película que juega con el público hasta el final, ya que no sabemos realmente si Cary Grant persigue el amor de Audrey o su dinero.

Se comentó que la película fue un intento de unir a las estrellas Hepburn y Grant en la pantalla. A Grant se le ofreció previamente un papel con Hepburn en Vacaciones en Roma, pero lo rechazó porque creía que era demasiado viejo para enamorarse de ella en la película. El papel fue para Gregory Peck. Grant finalmente accedió actuar junto a ella en Charada, pero para minimizar los 25 años de diferencia entre ellos, insistió en que el personaje de Hepburn debía ser el fuerte en la relación. Peter Stone y el director Stanley Donen realizan un cameo en la película. Cuando Reggie se dirige a la embajada de Estados Unidos para encontrarse con Bartholemew, dos hombres entran en el ascensor cuando ella sale.

No se produjo la cerrada ovación al término del filme, como ocurriera otras veces; no sé si por ser el público diferente o porque gustó menos que las tres anteriores cintas cinematográficas donde el romance entre los protagonistas fue más claro y nítido… A la salida, nos encontramos con los fastos del fin de semana: mucha gente en la calle, especialmente en los bares y garitos próximos al Hospital de Santiago; y otra diferente, ubicada en los diversos actos culturales programados. Todos, disfrutando del puente con la alegría de tenerlo ya en la mano…

Úbeda, 8 de noviembre de 2013.

fsresa@gmail.com

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