La “perestroika” (‘reestructuración’) española.

A lo largo de mi vida he visto cosas que hubiera preferido no haber visto jamás. El día que nuestros nietos quieran conocer las causas de esta crisis, que como un tifón devastador sigue arrasando a España desde principios del siglo XXI, tendrán que leer a Rafael Chirbes. Si quieren entender los pormenores de la época en que la locura del cemento y el ladrillo nos condujo al abuso urbanístico, a la corrupción política, y al hundimiento de nuestro sistema financiero, no tienen más remedio que leer Crematorio. «No hay obra histórica ‑dice Pío Baroja‑ que nos dé una impresión más exacta de la España de Felipe II, que don Quijote de la Mancha». La historia de los pueblos no es una novela, pero se comprende con más facilidad cuando se adorna con los vistosos ropajes del relato.

Crematorio es un largo monólogo con aportaciones puntuales, del narrador, para que se entiendan conceptos de tanta actualidad, como la llegada de la democracia y el paso del comunismo al socialismo; el populismo y el oportunismo político; el despótico poder de las élites sociales; las rutas hacia la corrupción; la financiación irregular de los partidos y los contactos con las mafias internacionales. El año 2008 empezaba la peor crisis de nuestra historia reciente de la que culpamos al ladrillo, porque el ladrillo no se puede defender. «Siempre han crecido las ciudades a golpe de corrupción» le dice a su hija Rubén Bertomeu, remedando a su modo, la sentencia de Balzac: «Detrás de la fortuna, está el crimen».

La novela retrata, como ninguna otra, la tragedia de un país que una noche se acostó viejo y pobre; y, a la mañana siguiente, se levantó de muy buen humor, afectado por la fiebre especulativa del precio del suelo. Pronto empezó a gastar lo que no tenía y a presumir de nuevo rico, llevado de la mano codiciosa de sus gobernantes. Arranca la obra con la muerte de Matías, hermano menor de Rubén Bertomeu; un personaje muy reconocible en los años de la Transición, y que ha sobrevivido hasta nuestros días, como el paradigma de ciertos elementos de la casta política actual: un comunista de familia acomodada que “nunca tuvo proyectos de nada que no fuera humo”; un bohemio irresponsable que vivió sin moral y sin principios, pero que controlaba los negocios familiares porque le permitían seguir viviendo del cuento, como un marqués. «Lo peor que le pasó ‑dice Rubén acerca de su hermano‑ fue descubrir que la democracia acaba con la política». Fue un seductor vago con fama de bueno; un falso marxista de salón, que se pasaba los días y las noches arreglando el mundo desde la barra de un bar y aleccionando a ignorantes que le escuchaban como a un maestro. Un ser despreciable que destrozó su cuerpo y su alma, que envidiaba a su hermano y que, llevado de su insaciable vanidad, permitió a su sobrina que se enamorara de él.

La otra cara de la moneda, el auténtico protagonista de la obra, es Rubén el constructor sin entrañas: un arquitecto viudo, de setenta y tres años, que ha cimentado su fortuna en la corrupción. Vive con Mónica, cuarenta años más joven que él; una ambiciosa muchacha a la que todos consideran una fulana reinsertada en sociedad por ser la mujer del mafioso local. No obstante, Chirbes no usa el recurso demagógico y facilón de tratarlo como un paleto corrupto, que ha acumulado una fortuna por azar. Lo trata con respeto. La voz de Rubén es la de un intelectual juicioso que, en una ocasión, le dice a su hija: «Los críticos analizan las novelas y se sienten por encima del novelista al que en el fondo desprecian como a un ser primario…».

A lo largo del libro, Rubén repasa sus trapicheos con el mundo de la droga, la introducción de la cocaína en España, sus años de matrimonio, la relación tormentosa con una madre pétrea, ausente y egoísta, que bebe los vientos por su hermano. Una hija, Silvia, cuarentona, insegura e insatisfecha, que «habla en voz baja y su voz tiene el tono sibilante y dañino de un ofidio que se despereza entre las rocas». Silvia critica a su padre, un triunfador en el sentido del capital, pero que se aprovecha de su dinero y de su posición social.

Crematorio, Premio Nacional de la Crítica en 2007, describe el panorama de la inmoralidad como la savia que recorre el cuerpo de una sociedad en decadencia. Es una dura crítica social, sin buenos ni malos. «Inclinar la balanza es ir contra la literatura dice el autor. Si te pones del lado del que más odias, descubres tus propias contradicciones». Una marea de sentimientos, una combinación de orgullo, codicia y vanidad, una crónica de la crisis que ha ocasionado el cierre de más de medio millón de empresas y, como consecuencia, el sufrimiento de cinco millones de parados.

De aquel tiempo de ambición y de codicia pronto nos quedará sólo un espejismo: un recuerdo triste y doloroso, que arrastraremos durante mucho tiempo y dejaremos en miserable herencia, como lección, a las futuras generaciones.

Bibliografía: Crematorio de Rafael Chirbes. Editorial Anagrama.

Barcelona, 22 de enero de 2014.

 

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