Típicos tópicos. Es cierto, pero en ello estamos y vivimos. De tópicos.
De rutinas. De costumbres. De actos repetidos, porque nos amoldamos a un carril existencial del que muchos, la mayoría, no nos atrevemos a salir, no nos atrevemos a descarrilarnos. Mayoría más o menos silenciosa (o silenciada, claro), pero existente. Que si todo va por sus previsibles caminos, siempre lleva a acabar en Roma. La Roma de la existencia común, dentro de la grisura común.
Y habrá que admitir, pese a quienes pese (y sobre todo a los teóricos) que eso es lo que se espera: no una conmoción, sino una continuidad placentera y sin sobresaltos. Hay muchos escenarios para ello que, siendo diferentes y hasta opuestos (o muy contradictorios), de todos modos, son los que se tienen o en los que se viven y que, en general, nadie quiere cambiar. Ya dijo algo de ello Calderón.
Bueno, pues que sí, que somos convencionales, que se nos viene la época de Navidad y Año Nuevo y ahí estamos, con los hechos convencionales, los dichos convencionales, las contradicciones convencionales… Lo convencional como norma. Aceptado por los más.
Así que acá me tenéis, ustedes vosotros y vosotras, que alguna vez me leéis, escribiendo en plan convencional, porque no me siento con fuerzas para hacerlo de otra forma, de otro modo, con otras ideas y con otros argumentos (o desargumentos). Porque no quiero joderle a nadie la vida; porque ya es bastante lo que se aguanta, como para que venga ahora yo a machacar las meninges de cualquiera que quiera un poco de descanso, de paz, de bien pensar o de bien olvidar…
Porque a uno, a pesar de su ser y sentir (que no se le puede cambiar de la noche a la mañana) no le va el masoquismo contra otros, por el mero hecho de hacer daño o de dañar a quienes pueden ser mejores… No, no es justo tratar de engolfar a la gente en la miseria moral de quien no es capaz de escapar de su miseria.
Hay que dar luz. Abrir ventanas. Dejar pasar los rayos en los que el polvo en suspenso flota como millones de almas. Dejar que el sol nos vea… Mirar al cielo, no por ser morada de nada, sino por ser tan bello. La tristeza nos consume envueltos en nubes irrespirables, opresivas. Encadena. Y es difícil salir libre. Por ello, la luz de estrella, cometa o sol, la luz de la cara de un niño (o de muchos), la de un ser agradecido, la de quien no hace ni piensa malicia alguna, esa luz nos es tan necesaria.
Paséis estas fechas con luz. No ficticia (aunque es lícito intentar provocarla): luz que sea auténticamente vuestra. Paséis estas fechas compartiendo luz. Paséis felices fiestas.