La agronomía es uno de los pilares del progreso que está siendo denostada por determinados grupos de opinión, por lo cual es necesario que el hombre actual esté bien informado para evitar discursos elitistas que, de conseguir sus objetivos, serían un camino inexorable a la miseria y las hambrunas.
Las necesidades comunes al género humano que nos desveló Maslow, desde la supervivencia a la trascendencia, las ha alcanzado el hombre mediante la razón, los sentidos y la voluntad, facultades con las cuales ha creado, entre otras herramientas, la ciencia y la técnica.
La agronomía es la tecnología que marcó el comienzo de lo que somos desde hace 11 500 años en la cuenca del Éufrates. Su estructura está fabricada con principios científicos del campo de la biología, la química, la física y las matemáticas. Sin ella, el hombre estaría en el paleolítico y, aunque en su desarrollo se han cometido errores, como en cualquier otro ámbito de la civilización, no se puede dudar de su papel fundamental para el progreso.
Actualmente, existen grupos de opinión que, basándose en esos errores, pretenden desautorizar a la agronomía, presentándola como generadora de todos los males de la civilización (cáncer, contaminación ambiental, inductora del cambio climático, extirpadora de especies, etc.), por lo cual proponen una serie de técnicas basadas en hipótesis, sin contrastar científicamente que, de ser aplicadas, solo conducirían, en el mejor de los casos, a una significativa disminución de la producción de alimentos.
La dehesa arbolada es un ejemplo de la acción de la agronomía sobre el medio, al manejar científicamente la energía radiante, el suelo, las especies vegetales, el ganado y la maquinaria, y cuyo resultado, en esencia, es: conservación y equilibrio de las especies autóctonas, incremento de fotosintetatos y mejora del suelo.
Se puede ‑se debe‑ criticar el desarrollo de la agronomía, como cualquier producto científico; pero negar su valor y pretender sustituirla por fantasías sin contrastar es, cuando menos, además de un peligro para la humanidad, un insulto a los que desde Columela se han dedicado a ella inspirados en el rigor de la ciencia.
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Imagen que cualquiera podría atribuir a Asturias, Galicia, etc, aunque en realidad es un paisaje de Extremadura durante este otoño, extraordinariamente seco. Esta dehesa es el fruto de un proyecto realizado hace treinta años por el ingeniero Francisco Domínguez, todo un ejemplo de la acción agronómica que sirve para conservar el medio, generar riqueza, crear puestos de trabajo y permitir la sostenibilidad del mundo rural.
El profesor Borlaug, premio Nobel y doctor honoris causa por numerosas universidades, ha conseguido, merced a la agronomía, que países como China, India, Pakistan, etc., hayan pasado de soportar hambrunas y ser importadores de trigo, a producir lo necesario e incluso exportar a otras naciones.