Como el alcalde me había dicho que me trasladarían a Jaén al día siguiente (29 de marzo), si había gasolina, me levanté temprano (a las siete y media) y me preparé para el viaje, desayunando una taza de té con aguardiente y unos pocos churros; en lugar de lo que yo había pedido: simplemente un poco de café caliente…
Llegó el guardia municipal de confianza del alcalde, enseñó la orden de entrega y, sin pegas, tomé mi exhausta taleguilla. Durante el trayecto (desde de la cárcel a la carretera) había multitud de curiosos (unos, amenazadores que gritaban palabrotas; otros, callados y silenciosos…). Fui caminando cabizbajo, acordándome de la pasión de Cristo, cuando lo insultaron y maltrataron… ¿Iba a ser yo menos…?
Entre puños en alto (que denotaban odio, crimen y venganza), partimos veloces. Mis recuerdos de los dos días anteriores afloraron fácilmente, al atravesar los mismos parajes que ahora contemplaba; aunque no pasamos por donde fui el Sábado Santo, ni por el lugar donde me detuvieron. A dos kilómetros de Jódar, torcimos hacia la derecha: por la carretera que conduce a Bedmar. Atravesamos el centro de su plaza, donde había mucha gente; y, encima, el guardia manda parar el auto para comprar tabaco y comenta que lleva un detenido… Menos mal que este pueblo era más civilizado y nadie gritó ni amenazó…
Salimos por callejuelas estrechas y enfilamos la pendiente que conduce al río, mientras el tiempo es lluvioso y el asfalto pésimo, pues hay tramos en los que caminamos lentamente y apenas podemos salir del barrizal…
Pasamos por Jimena y Mancha Real sin parar y después cogemos buena carretera. Este camino ya lo conozco, pues he pasado en múltiples ocasiones, aunque de otra manera: libre y con mi santo hábito carmelitano; sin ir custodiado por dos guardias, cual si fuera un malhechor y, además, en traje de pecador… Me pregunto si volveré otra vez por este camino, enfundado en mi amado hábito…
La marcha es ya más ligera. Divisamos, a lo lejos, el abrupto Jabalcuz y la hermosa y esbelta catedral, cual grácil palmera entre los arenales del desierto: es Jaén, la ciudad del Santo Rostro.
No sabemos lo que allí nos espera…
Úbeda, 15 de septiembre de 2013.