Habiendo interrumpido este diario, allá por el mes de enero, por razones familiares, vuelvo a retomarlo gracias a la amabilidad de Andrés Ruiz (promotor incansable del séptimo arte en Úbeda y sus contornos); que me ha facilitado las películas correspondientes, para que yo, en la tranquilidad de mi hogar, pueda visionarlas y emitir la opinión más personal (aunque posiblemente, no sea siempre la más acertada…), que mi corta experiencia cinéfila me indique. Allá voy…
En el mes de enero se proyectaron cuatro filmes imprescindibles (en versión original subtitulada) en la Sala Club de Lectura del Hospital de Santiago de Úbeda, todos los jueves, a las 20 h, que fueron (según me apuntan) la delicia de todos los asistentes.
El fantasma y la Señora Muir (que se visionó el día 10) es una película autorizada para todos los públicos: nominada para los Óscar en 1947 y mejor fotografía en blanco y negro; cuya historia está basada en la novela de R. A. Dick, y dirigida por Joseph L. Mankiewicz, que redondea una historia de amor platónico. Me ha gustado de veras, pues (al final) hace creer al espectador que, en verdad, la vida premia al verdadero romance entre un hombre y una mujer…
La cinta cinematográfica viene a contarnos que una joven y guapa viuda (Lucy Muir, interpretada por Gene Tierney) busca su independencia, juntamente con su hija y criada, en una casa solitaria (llamada La Gaviota) en la costa inglesa, encontrándose allí con su fantasma y propietario: el capitán Gegg; surgiendo un auténtico amor platónico entre ambos que, además, les servirá para escribir conjuntamente un exitoso libro. Gracias a ello, conoce a un hombre de carne y hueso (George Sanders) que le removerá sus cimientos amorosos y le llevará por otros derroteros vitales… Como es lógico, no voy a desvelar el final, pues lo que me interesa es que el amable espectador ande interesado con la historia y marche a internet o al cineclub más próximo para disfrutar de esta película. Sé que originó una serie radiofónica y otra televisiva de gran éxito…
Aconsejo tener en cuenta ciertos detalles que es menester no perderse: la fotografía, en general, que crea un ambiente especial que el color ahuyentaría; las escenas marítimas donde el embravecido mar golpea las rocas remarcando la historia que se cuenta; la música impagable de Bernard Herrmann, una joya que pulsa la fibra más sensible del recuerdo y la añoranza; los celos del fantasma…; los curiosos trajes de baño y la soga que sirve de cordón umbilical con la caseta de baño…; ciertos diálogos que muestran la catadura moral de cada personaje; la decepción del amor fallido…; y la escena más romántica de todas, con la que acaba el filme…
En definitiva, he pasado un rato agradable visionando una historia de amor muy diferente a la que, hoy en día, nos muestran las redes sociales (Facebook, Twitter…), pues me ha transmitido los sentimientos más bonitos que todo ser humano añora…
Las Diabólicas (que se proyectó el día 17) es una película francesa estrenada en 1955 y dirigida por Henri‑Georges Clouzot. Haciendo caso de la recomendación que el director/productor hace (al final de la película) con el texto siguiente: «No sean Diabólicas, no destruyan el interés que despierte en sus amigos el film. No les cuenten lo que han visto. Gracias por su parte»; solamente voy a desvelarles lo genérico de la trama de este filme, basado en la novela Celle qui n’était plus, escrita por Pierre Boileau y Thomas Narcejac.
Las escenas se desarrollan principalmente en un internado de alumnos, donde los tres personajes principales: su director, Michel Delassalle (Paul Meurisse); su esposa, Christina (Véra Clouzot); y su nueva amante, Nicole (Simone Signoret) atrapan al espectador en una película de suspense con final incierto y nebuloso… En ella, se ven reflejadas muchas pasiones y vicios humanos: la envidia de los compañeros maestros (e incluso alumnos) al director por tener esposa y amante; el primordial interés por coger el dinero de la rica directora; el cándido mundo infantil (aunque, a veces no tan feliz, conforme se va creciendo), bien reflejado, donde los niños/alumnos son como en todos los países y situaciones: niños…; el gracioso y sincero Moinet (el interno de menor edad) sobre el que se cierne toda la verdad…; el retrato, mediante pequeñas pinceladas, del mundo de la enseñanza, aunque el tema central no es ese sino el ansia humana (en este “ménage à trois” ‑‘vivir en trío’‑ imposible de sostener…) por disponer de dinero y exclusividad amorosa…
Comienza la cinta cinematográfica con música de ensayos infantiles y acaba con desgarradas notas del órgano… Las tomas de los personajes, en primeros planos, soslayan las escenas que quieren representar (miedo, angustia, disimulo, alegría…); al igual que las lejanas o de fondo con paisajes, edifico escolar, piscina… (con sus luces y sus sombras), le dan mayor realismo y engaño (paradójicamente) a la historia que se quiere plasmar; atrapando, aún más, al interesado y desconcertado espectador… En suma, he llegado a la misma conclusión que con otras películas de esta u otras series (Los Imprescindibles): los clásicos (como Las diabólicas) parecen insuperables. Y acabo, suscribiendo la lapidaria frase con la que comienza esta película, pues resume en pocas palabras su más certero objetivo: «Una pintura siempre es lo suficiente moral, cuando es trágica y muestra el horror de lo que retrata».
Thérèse Raquin (que se visionó el día 24): película francesa de 1953 que obtuvo el León de Plata en el Festival de Cine de Venecia. Está basada en una desgarradora novela de Emilio Zola (representante principal del Naturalismo francés) que, por arte del director Marcel Carné, quedó convertida en una fenomenal película…
Comienza retratando un juego de petanca en las orillas del Sena, donde se encuentra una pareja formada por Thérèse (Simone Signoret), una joven mujer que lleva una vida gris y monótona; y su primo Camille, de temperamento brusco y dominante. Se casaron sin amor y mantienen una relación burguesa y de circunstancias, hasta que se presenta el camionero Laurent (Raff Vallone), que seduce a Thérèse, quedando ambos locamente enamorados. Por eso, emprenden un camino, sin retorno, que les traerá duras y amargas sorpresas…
Es un drama bien interpretado, con final imprevisto, cuyo mutuo amor los vuelve locos de pasión… París, principalmente, es la ciudad donde se desarrolla la trama: ¡qué gusto da verla, aunque aquí no muestre su extraordinario glamour y solamente se le reconozca por sus principales monumentos! ¡Qué guapa y qué ojazos tiene la protagonista! Su papel en este filme no es tan diferente al interpretado en Las diabólicas.
Stromboli, tierra de Dios (fue la última película que se proyectó ‑del II ciclo “Los Imprescindibles”‑ el día 31; aunque en los carteles se había anunciado Europa’51). Es una cinta italiana de 1950, toda de la Bergman, donde muestra: su belleza, su bello porte, su poder comunicativo mediante la interpretación de una mujer lituana, Karin (Ingrid Bergman), presa en un campo de concentración de Italia, tras la segunda guerra mundial, que, por tal de salir de allí, se casa con un marinero de la isla de Stromboli. Una vez instalada, se topa con la cruda realidad: el oscurantismo; las cerradas costumbres; la diferencia cultural, vital y personal entre la pareja; el machismo de una sociedad anclada en el pasado, al que tratará de amoldarse (sin conseguirlo), siempre buscando denodadamente su libertad; todo ello en medio de una dura y cruel naturaleza, mostrada por su director (Roberto Rossellini) como un ejemplo clásico del neorrealismo italiano, caracterizado por presentar tramas realistas, con actores no profesionales interpretando roles de las bajas capas de la sociedad…
Destacar el uso de los primeros planos como singular lenguaje cinematográfico, así como las fotografías de paisajes donde quizá el color le hubiese dado otro cariz menos tétrico e inquietante al filme. Es un resumen de la soledad y de la depresión de una chica con cultura (y con otras miras) encerrada en una isla, que siempre está acosada por el volcán. Aunque el blanco y negro tiene su encanto, por ejemplo en las escenas de la pesca artesanal del atún donde el hombre canta y lucha cuerpo a cuerpo… El miedo, las perennes nubes volcánicas y las peticiones al Dios misericordioso de la protagonista dan aún más aliciente a esta película, tan necesaria y obligatoria de visionar como las tres anteriores.
Úbeda, 1 de agosto de 2013.