¿Que quién soy yo?, pues Miguel; Migue no, ni Miguelito, ni Miguelín, ¡hasta ahí podíamos llegar!, ¡con lo que le costó a mi mamá que no me dijeran nombrajos! Me llamo Miguel y ya soy grande. Con el brazo estirado, le llego a mamá al hombro y además, ya voy al colegio, a la guardería no, a un cole de verdad donde hay muchos maestros. ¡Soy un parvulito!, bueno, ahora me llaman “alumno de infantil”, pero mi mamá dice que con mis años siempre se es un párvulo.
Tengo una señorita. Se llama doña Lina, pero todos le decimos Lima. No es por nada, es que nos suena mejor que Lina; y como a ella, el primer día que lo oyó, le hizo gracia, pues se quedó con Lima.
Mi seño es muy guapa, con el pelo corto, un poco rizado, más alta que mamá, casi tanto como papá, y siempre sonríe. Bueno, no siempre… Cuando nos portamos mal, se pone seria y entonces a todos nos da pena y alguno hasta llora. Yo no he llorado nunca, porque eso es de “nenes chicos”; pero, el primer día que vine al cole, estaba asustado y casi lloré; pero eso es porque, en mi casa, mis papás me habían dicho, un día que se enfadaron conmigo porque le había quitado el juguete a mi primo Jorge:
—¡Ya verás!, ¡ya verás!, cuando vayas al cole, allí no vas a hacer lo que quieras… En cuanto te muevas, la maestra se ocupará de ti y te dará unos buenos azotes.
Claro, con esa amenaza, cuando llegó ese día no quería ir. Mi mamá me tuvo que llevar casi a rastras y no se explicaba el porqué. Yo, que estaba deseando ir, ahora ya no quería.
Luego me he dado cuenta de que mi seño Lima es muy buena y yo la quiero mucho, casi tanto como a mamá. Bueno, un poco menos…
Por eso, como es tan buena, ya casi nadie llora. Además, aquí tenemos muchos juguetes y hacemos cosas muy divertidas como la plasti. ¡Qué bien me lo paso con ella! Sobre todo, cuando le doy porrazos.
Bueno, me voy con mi plasti. Adiós, hasta otro día.
Margarita Latorre García.