29. Ante el tribunal

Ante las órdenes que recibí (subir al piso alto, tras estar esperando una hora en aquella habitación), me sentí aliviado de la presencia y griterío de la gente… Allí tuve que esperar hasta que los componentes del Tribunal fueron llegando. Lo formaban: el presidente (a quien llamaban “Contento”); el secretario del ayuntamiento, don José Siles Olivera; y los componentes del Frente Popular. Hasta la fecha, únicamente sabían de mí que iba por la carretera sin salvoconducto y, por esa gravísima causa, se reunieron para tomarme declaración del “horrendo crimen cometido”, con el fin de fusilarme esa misma noche, sin escrúpulos…

Sentado ante ellos, el presidente me dijo que debía prestar declaración. Me preguntaron por mi nombre. Yo, previniendo el peligro y el alcance que ello me podía ocasionar, les mentí. Les dije que me llamaba Miguel Arregui Zelayeta (aunque en realidad eran mi tercer y quinto apellido). Dos años justos usaría ese nombre, hasta que el mismo día y a la misma hora del 27 de marzo de 1939, en un pueblecito de Toledo, recobraría mi auténtico nombre.

El secretario lo anotó en un papel y me lo enseñaron para comprobar si estaba bien escrito. Luego, me hicieron muchas preguntas: ¿quién era, qué oficio tenía, de dónde venía, adónde iba, cómo iba sin salvoconducto, de dónde era, a qué partido político pertenecía…? Sin inmutarme, serenamente, les conté una historia, verosímil y no absurda, para que pudieran creerla. Volvieron a preguntarme y poner objeciones, que yo aclaré y expliqué convincentemente; hasta que me dijeron que me retirase, pues iban a deliberar.

Quince minutos más tarde, me volvieron a llamar para leerme la declaración y preguntarme si estaba de acuerdo. Ante mi afirmación, y con toda solemnidad, me leen el fallo adoptado: ponerme a disposición del gobernador civil de la provincia. Habían encontrado en mi declaración extremos sin resolver que, aunque muchos de ellos querían fusilarme, a excepción del alcalde y, sobre todo, el secretario (que fue quien me lo contó todo más tarde), influyeron para que se tomase la opción referida.

Una vez firmada por duplicado la disposición y sentencia del Tribunal del Frente Popular, me pasaron a la habitación contigua y quedé solo. Al rato, cuando se habían marchado todos, menos el alcalde y el secretario, estos entraron para hablar conmigo, diciéndome que no temiese; que, puesto que ellos me habían defendido, les contase la verdad, prometiéndome no decírsela a nadie. Yo les dije quién era, de dónde venía y cómo iba sin salvoconducto. Me reiteraron que no temiese, que pasase buena noche y que me enviarían pronto a Jaén. Y se retiraron dejándome solo…

Úbeda, 22 de julio de 2013.

 

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