Crónicas marianas, 02

Siguen caminando los vejetes por acerados y paseos marítimos achicharrados por el sol español, activo no tóxico que poseemos desde los tiempos del desarrollo (Planes de Desarrollo numerosos) y la invasión de extranjeras.

Para mitigar en algo la acción ultravioleta, estos vejetes y los que no lo son procuran tocarse con gorras y sombreros de diversas formas, diseños, texturas y colores. Los jovenzuelos de estética más ultraísta se calan las gorras al sesgo, ladeadas tal que la visera cubre la cabeza por un lado y no como debiera ser su función, proteger la vista y el rostro del sol. Cosas de jovenzuelos, aunque vistas en algún adulto también.

Precisamente entre la juventud mayormente se anda otro tipo de fauna especial, con sus señas de identidad bien definidas; el de las chonis (y sus consortes, los canis).

Sí, se que las chonis no son específicamente fauna de verano ni de limitación geográfica restringida, es cierto; mas ahora, en estos meses, son tal vez más visibles.

Las chonis se mueven generalmente en grupo. Es raro ver una choni suelta, suele, de ser así, ir acompañada de su cani. Fáciles de distinguir. Tres características físicas las delatan sobre todas otras cosas: primero, un moñigue vertical, verticalísimo, con clara intención de ser señal y bandera; el tal moñigue me admira, dado lo enhiesto de su posición. Segundo, los tatuajes que no pueden faltar; situados entre la visibilidad e invisibilidad, en un ahí estoy pero no me vas a ver del todo,que su mensaje se lo guardo a mi macho. La tercera seña es el llevar imbricada en el cuerpo toda clase de ferretería, calando senos, cosenos y todo hueco susceptible de agujerear más. Piercing que le dicen.

Ahora van en grupos hacia las playas o a los lugares anejos, llamados “de marcha”. Por causa de la finalidad y del destino, podríamos comprender la ligereza de su atavío, pero es que es así de ligero durante todo el año. Llevan minúsculas prendas o las que llevan les están muy ceñidas. La falda… menos es que una braga de cuello; y, ¿si no van en falda?, usan de leotardos o mallas que son su segunda piel; por arriba llevan un escaso top que sirve para realzar la pechuga, que no ocultarla. Uniformidad inalterable y obligada.

Se suelen complementar con quincallería baratuna y estridente, y pintura muy chillona, en especial labios y uñas. Reventonas.

Y revientan sus voces y el tono en octavas agudas, coro desordenado del que sobresalen sus letras, insultos o frases de lo más variado, como «¡Tío!, tu coño…» y demás lindezas. Caiga quien caiga. No te enfrentes, pues, nunca jamás, ¿entendido?, nunca, a un grupo de chonis.

Suelen tener un cuerpo bellísimo, jóvenes diosas que brindan sus favores según su capricho, a sus canis. No nos confundamos: ellas son de sus machos y hay que tener mucho cuidado si se decide penetrar en ese terreno. Ellas adquieren gratis ese bronceado que otras pretenden conseguir por dinero, artificialmente.

De natural, algunas son muy morenas, dada su pertenencia o proximidad a la etnia gitana, mas ser choni no es necesariamente ser gitana, ni al contrario.

Tienen, a veces, malas costumbres, que les viene adquiridas, y eso se nota en cierta falta de urbanidad y de cuidado del entorno, siendo proclives a dejar ensuciada la playa con latas, envases, envoltorios; pero tampoco todas se comportan de tal incívico modo, afortunadamente.

Gustan de ir a garitos de vida nocturna; en verano, los habilitados en zonas playeras y en invierno en polígonos industriales; pero mejor hacen el botellón acompañándose de la discoteca móvil que lleva su compañero incorporada al carro. Otro distintivo, el del ruido absoluto montado en un vehículo, equipo musical que vale más que el coche que lo porta.

Los machos, canis, son de la peña de los raperos más o menos identificables. Se acompañan de los sones del raguetón, pseudolatinespanglis, con esas letras tan maravillosas como «Quiero más gasolina, dame más gasolina…», o aquello de «No pares, sigue, sigue», que ya me dirán ustedes si no debe interpretarse como lo que dice. A veces, vuelven a aquello que se denominó rumba catalana, ahora resucitada, dejando atrás al Camarón y pasando por encima temporalmente, para llevarnos, sin saberlo ellas ni ellos, que eso se cantaba en tiempos “del chiquito”, pero en castellano, claro.

Que parece que seguimos a contracorriente o que queremos remar hacia atrás, recordando esos tiempos del desmorone de la carcundia, desmorone que nunca fue tal, que ellos ya preparaban debidamente a sus cachorros, como ahora bien se ve. Nos faltaría para esta retroevocación que se nos presenten de nuevo Esteso y Pajares (y tal vez…).

Estos que hemos tratado de describir, para rematar el juicio, serían los que, según nuestro bien amado ministro del ramo, no alcanzan ni un seis y medio («¿Seis y medio dice usted?») para que les llegue una beca.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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