¡María Sánchez Cortés se nos ha ido para siempre…!

Estaba declinando el penúltimo día de junio de 2013 cuando la ejemplar vida de María Sánchez Cortés (mi querida tía) se apagó irremisiblemente. Era la única superviviente femenina de la ubetense familia “Sánchez Cortés”…

Casi siempre, al deceso de un ser querido se suelen ponderar alabanzas (a veces excesivas) sobre su valía humana. No será hoy así, puesto que lo que yo refleje en este evocador artículo va a ser todo real, como la vida misma; aunque, como no puede ser de otra manera, vaya tildado del amor y del cariño que familiares, vecinos y amigos le profesábamos…

María nació en una humilde y pobre familia, allá por el año 1918, en nuestra ciudad. Desde muy niña mostró su carácter afable y empático: no solamente pretendía no molestar a nadie sino contentar a todo el mundo… Siempre fue una trabajadora infatigable, tanto en las labores caseras como en los múltiples quehaceres que ofrece la vida cotidiana cuando, por aquel entonces, los electrodomésticos (que hoy tenemos por habituales) no habían hecho su aparición en su hogar de soltera, ni luego, durante bastantes años, de casada…

 

Crió con sumo cariño y esmero a sus cuatro ejemplares hijos: Juani, Antonia, Manuel y Fernando; y ellos le han dado (a cambio) nuevas vidas con las que entretejer su dilatada longevidad de abuela (y bisabuela) feliz: Silvia, David, María, Raúl, Alba y Selena; siendo, su biznieta Carlota, la que más enternecía y alegraba a su gastado corazón…

Quería vivir hasta los 95 años, por lo menos, como su hermana Mariana…; pero no ha podido ser, aunque se ha quedado muy cerca. ¡Qué le vamos a hacer! Como dijo mi padre (su hermano Fernando y único superviviente de la “Familia Sánchez Cortés”), con abundantes lágrimas en los ojos, al comunicarle yo la noticia de su fallecimiento: «Una santa menos que hay en la Tierra…».

Era prudente y discreta: no se entrometía en los asuntos de hijos y nietos, aunque llevase dieciséis años conviviendo ‑alternativamente‑ en los hogares de sus dos hijas…

Gracias a Dios, se ha ido (al otro mundo) henchida de amor, estando rodeada siempre de sus cuatro hijos. ¡Qué suerte la suya, tenerlos todos en Úbeda…!

Quiero agradecerle (ahora y desde aquí) que, teniendo yo cuatro años, entrase a la operación de amigdalitis que me hicieron (cuando la moda médica del momento aconsejaba extirpar las anginas, así como así…), donde hoy está la sala de exposiciones del Centro de participación activa de las personas mayores; pues mis padres se sintieron incapaces de hacerlo… Todavía saboreo los boquerones fritos que me puso un día que estuve de visita en su casa, cuando todavía vivía mi abuela Antonia y yo era un niño…

Siempre tuvo pronto y fácil alojamiento para sus hermanos emigrados, especialmente para José (que marchó a Francia por culpa de la Guerra Civil española) y para su sobrino‑nieto, Stéphane, y su familia… ¡Cuánto disfrutó y lloró en las reuniones de “Los Sánchez Cortés” (celebradas en el Parador de Turismo de Úbeda el 15 de agosto de 2009 y en el Hotel Ciudad de Úbeda, al día siguiente); especialmente cuando vio a sus sobrinos franceses‑españoles, ya mayores y crecidos…

Mi hija Margarita, tan amante de recoger la vida y milagros de todos los componentes familiares, ¡cómo no!, tiene multitud de anécdotas que su tía-abuela María le fue contando oral y pacientemente, entre finales del 2008 y principios del 2009, (tanto suyas como de sus padres, hermanos y demás familia), pues tenía una memoria portentosa, agudizada por su ceguera… Todas ellas exhalan un tierno y añorado amor por los tiempos de su infancia, juventud y madurez, que ya nunca volverán… Resumo algunas.

Su bautismo (gratuito) con el nombre de María y no de Lorenza, como quería el prior de Santa María… Aquellas Navidades de antaño ‑de su infancia‑, pobres, pero dichosas… Los recuerdos de su etapa educativa en la escuela del Alcázar (que inauguró como alumna) y las vivencias de sus abuelos, tíos, primos, padres y hermanos que habrán salido al encuentro a recibirla con los brazos abiertos, allá en el Cielo… Siempre agradecida, hizo su dote y parte de la de su hermana Mariana, cuando en la escuela se enseñaba a las niñas a coser y bordar… Cuando, por su pobreza infantil, comía en el comedor social del Hospital de Santiago…

Vivió en muchos y diferentes domicilios, siempre en su Úbeda natal (y tan querida), a lo largo de su dilatada vida, hasta que recaló con sus dos hijas (que la han cuidado al alimón en la calle Alfareros, desde hace dieciséis años).

Siempre tan bondadosa: cuidó a su hermano Fernando en su tuberculosis juvenil; a su hermano Juan, cuando estuvo en la cárcel; y a su madre (mi abuela Antonia), los siete últimos años de su vida estando postrada en una cama, por culpa de la trombosis que le dio, una Navidad, en Madrid…

Su hermano José, «tan guapo él», como ella decía, la habrá recibido en el cielo llamándole “bruja”, como hace tantísimos años, cuando se iban los dos a coger aceituna (pues siempre le gustaba llevarla…), para traer el jornalillo que tanto necesitaban en casa…

 

Cuando se muere una persona, se nos cierra una historia real (aunque novelada) que jamás podremos leer, a no ser en nuestros recuerdos y en los apuntes escritos que hayamos hecho de ella, pero nunca será igual… Así, la historia de su vida, que comenzó en Úbeda el 8 de noviembre de 1918, acaba de finiquitarse, también en Úbeda, el 29 de junio de 2013; aunque sus ecos y resonancias perdurarán largo tiempo (mientras familiares, vecinos y amigos la tengan presente en sus recuerdos y oraciones).

¡Descansa en paz, “tita” María! ¡Ten por seguro que, para la reunión familiar que “Los Sánchez Cortés” tendréis en el cielo, Dios te abrirá las puertas del paraíso y todos te recordarán todo lo bueno que has hecho aquí, en la Tierra…!

Úbeda, 30 de junio de 2013.

fsresa@gmail.com

Deja una respuesta