Para Mar.
Era una tarde
y abril florecía
celindas y rosas
del viejo jardín.
La fuente reía…;
el chorro del agua,
en la blanca taza,
con sones de fiesta,
cantaba sin fin.
El sol cautivaba
laurel y rosales,
e inundaba áureo
el verde jazmín.
Era una tarde
alegre y vieja,
rosácea y bella
del preciado abril.
La tarde declina,
y el cielo se cubre
‑azul y sereno‑,
de quimeras pleno,
de plácidos ensueños,
preñado de añil…