El otro día me encontré con Paco Bordés; en Úbeda, obviamente, donde vivimos los dos; y concretando más, en la calle Nueva, en el “tontódromo” de nuestros amores ‑dónde si no‑, y me dijo que a ver si podía escribir algo para la revista Amalgama. Esta petición ya me la había hecho con anterioridad alguna vez que otra y debo confesar, con toda sinceridad y al mismo tiempo con gran pesar, que no he tenido tiempo de hacerlo hasta el momento presente. Diversas circunstancias de tipo familiar me han restringido el tiempo libre disponible de una forma atroz y me tienen prisionero, de tal manera que me han limitado drásticamente mi vida social, cuando no pudiéramos considerarla como prácticamente desaparecida.
No quiero incidir mucho en estas circunstancias familiares, porque a veces suelen interpretarse ‑sobre todo, por parte de quienes no las sufren‑ como que tienen cierto tufillo a excusa un tanto rebuscada. Pero como me niego a encajar con resignación mi ausencia en las páginas de la Safa, no paro de idear estrategias y de diseñar horarios, agendas y calendarios, para sacarle fruto al tiempo, “que es oro”, dicho con pleno conocimiento de causa.
Y aquí estoy para decir algo del año pasado (perdón por el retraso de un año). Me refiero a la Asamblea General celebrada en el mes de mayo, con motivo del 70 aniversario de la Fundación Safa, que se hizo coincidir con la que suele hacer cada año la promoción a la que pertenece Paco Bordés, la de 1959. En este sentido, debo destacar que me impresionó muy gratamente el desarrollo de la misma, por la singularidad del acontecimiento. El ambiente estaba cargado de añoranza, al revivir aquellos lejanos años de nuestra infancia y primera juventud, de rostros conocidos en donde el paso del tiempo ha forjado su peculiar huella, una pátina indeleble y de surcos ya irreparables.
Esta celebración me retrotrajo a los primeros años de la implantación de la Safa en Úbeda. En 2012 hizo setenta años que se abría el internado, si bien la llegada de los jesuitas tuvo lugar unos años antes. El establecimiento de la Orden, a la que tanto le tenemos que agradecer, fue posible gracias a la decisión de unas piadosas e influyentes damas pertenecientes a la alta aristocracia y nobleza ubetense, entre quienes se encontraban Ana Rienda Madrid, Carmen Pasquau, Ana Benavides Bueno y Pilar Messías Olivares. El internado (dormitorio y comedor) se encontraba en el palacete Espifua, propiedad de Ana Benavides, hoy desaparecido y reemplazado por un bloque de pisos. No ha sido el primer palacio que ha fenecido en Úbeda, como pago del tributo desarrollista del hormigón y el ladrillo.
Las clases tenían lugar en el palacio de los Medinilla, aún en pie. Don Rodrigo Medinilla Cañaveral ostentaba los títulos de conde de Benalúa de las Villas, marqués de Santa Fe y duque de San Pedro de Galatino; casado con Pilar Messías Olivares, de la familia de los Marqueses de Bussianos. En una casa contigua a este palacio y formando parte del mismo, fue el lugar de mi nacimiento, en 1942, por lo que me une a él y a los primeros años de la Safa grandes y entrañables recuerdos. Imposible olvidar cómo llegaban hasta nuestro hogar el sonido del desarrollo de las clases, de las explicaciones (a veces desaforadas) de algún profesor a un auditorio de alumnos un tanto revoltosos y distraídos, en las que se adivinaba la inconfundible voz de don Juan Pasquau Guerrero, cargada con toda su paternal benevolencia y de una infinita paciencia; del ruidoso ajetreo de los recreos en los patios interiores; la rigurosa formación en filas de entrada y salida del palacio; las canciones patrióticas a la hora del izado y arriado de la bandera, así como la amistad surgida con parte del alumnado y que permanecerá hasta el fin de nuestras vidas.
Ha sido un gran acierto fomentar estos encuentros de antiguos alumnos; y no debemos caer en el desánimo, si no vemos una asistencia masiva en relación con las personas a las que se han convocado. Hemos llegado a una edad en la que nos vence la comodidad y preferimos seguir los acontecimientos “a distancia”. Creo que estaremos de acuerdo en que se celebren estas reuniones, aunque no podamos asistir. Alguien lo hará.
Deseo que en el próximo mes de mayo se celebre la anunciada Asamblea con todo éxito, al igual que el año pasado, y que nuestro amigo Paco Bordés vea culminados sus deseos y que dicho éxito sea, al menos, la recompensa a sus esfuerzos y preocupaciones que le ha llevado esta preparación.
Un abrazo a todos.