Enorme ramo de rosas frescas en el “hall” del hotel Palais Jamaï

El vacío se cubre de hojarasca,

ese vacío turbio del recuerdo.

Las hojas mortecinas de los olmos

es llovizna dorada en el jardín

que aún tiene llamaradas de soberbia.

Quien enciende las lámparas francesas

oculta los milagros del silencio.

No regresan los santos a sus nichos

ni acampan peregrinos en la noche

oscura del destierro. Llueve a veces

lágrimas mentidas, menesterosas

palabras con cristales, con espinas

de rosas enfermizas. Hay momentos

en que el vacío llena tanto espacio

que las gotas de sangre de las rosas

son monedas que pagan el silencio.

juralopez42@msn.com

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