También tuve otros sufrimientos en aquellos días… La Comunidad levantaba un muro derribado en el huerto, por imposición del Ayuntamiento, y entonces andaba escasa de dineros; y, por si fuera poco, nos los habían robado en el asalto al convento, el 20 de julio. Aunque los obreros habían estado en huelga dos semanas ‑comenzando por el día 19‑ las autoridades ordenaron que se les pagasen sus jornales íntegros. De manera que, arrojados de nuestra casa por la chusma, en connivencia con las autoridades; con la mayor parte de los religiosos encerrados en calabozos y, encima, nos exigen que paguemos las dos semanas, no trabajadas, en la casa que ya no es nuestra, sino del pueblo…
Al estar el padre Prior oculto e ilocalizable para las visitas, con sus correspondientes disgustos, vinieron para mí. Un día llegaron con amenazas y exigencias ‑y de forma apremiante‑ para que yo les pagase la primera semana. Como no tenía dinero, y ante las terribles amenazas, hube de recurrir a quien me los prestase; pues me impusieron levantarme de la cama ‑y sacando fuerzas de flaqueza‑ escribir a un amigo y bienhechor del convento para salvar la vida en aquella primera semana de la tragedia roja.
Después de unos días, llegó la segunda visita demandando los jornales no trabajados en la segunda semana. Yo temblaba cuando los veía entrar pero, como me era imposible conseguir dinero, me encontraba ya dispuesto a jugármelo todo, incluso la vida misma. Les expliqué que no tenía ni un céntimo ni dónde poder conseguirlo. Ante sus voces y amenazas me planté, y más cuando quisieron saber el paradero del padre Prior; por lo que ‑a pesar de las nuevas amenazas‑ se marcharon al Ayuntamiento y a los Sindicatos para que les buscasen nuestro dinero. Se llegaron a los tres bancos de la ciudad donde revolvieron libros y papeles; revisaron cajas y carpetas y, como no encontraron nada, recurrieron al Sr. Juez de Paz que vino a entrevistarse conmigo. Al comprobar que no había dinero ‑ni modo de conseguirlo‑ se entrevistó con el alcalde y buscó la forma de pagar a los obreros…
Pasados dos meses ‑estando yo ya oculto‑, todavía me buscaban para que les pagase…
Úbeda, 1 de enero de 2013.