Llegamos así al segundo grupo clasificatorio:
B. Greguerías basadas en letras.
B1. En una sola letra:
«La O es el bostezo del alfabeto».
«La N tiene algo de gato del alfabeto».
B2. En la repetición de la misma letra:
«Otoño: cielo lleno de VVVV que trasvuelan».
«RRRR…, (un regimiento en marcha)».
B3. En la afinidad de una letra con otra:
«La W es la M haciendo plancha».
«La p es la q que vuelve de paseo».
B4. En letras diferentes, agrupadas o separadas:
«A, e, i, o, u, las cinco notas del piano humano».
«Hay que ver lo orgullosas que de su espada están las palabras que llevan una p o una q al cinto».
B5. En letras diferentes cuya asociación se establece mediante la relación mayor/menor (mayúscula/minúscula) o más/menos:
«Colegio: ññññññM (la M es la maestra)».
«La M siempre se sentirá superior a la N».
C. Greguerías mixtas, es decir, basadas en cifras y letras.
«Los que ponen una rayita el 7 y lo convierten en F son los que retendrán la fortuna y sabrán ahorrar siempre».
La perspectiva semántico-funcional
Aplicando a nuestro tipo de greguerías (las constituidas con cifras y/o letras) las tres categorías propuestas por López Molina (discursivas, asociativas y verbales), podemos observar lo siguiente:
a) La mayor parte de las greguerías compuestas por cifras y/o letras pertenecen a la categoría de las denominadas asociativas, por ser «las que tienden lazos o expresan equiparaciones entre elementos de la realidad, no sólo distintos sino alejados e incluso opuestos». A esta definición sólo quiero aportar una precisión, cuya importancia ya conocemos: en estas greguerías llamadas asociativas, el pacto relacional se apoya y establece mediante un rasgo distintivo, que es de carácter visual y/o fónico cuando se trata de letras, y sólo visual cuando se trata de cifras. He aquí un ejemplo de cada clase:
«El 8 es el reloj de arena de los números» (rasgo visual).
«A, e, i, o, u, las cinco notas del piano humano» (rasgo fónico).
«La F es el grifo del alfabeto» (rasgos fónico y gráfico).
b) Pocas greguerías basadas en letras, y menos aún en cifras, se pueden incluir en la categoría de las llamadas greguerías discursivas. Me refiero a aquellas que, apoyándose en su grafía como rasgo caracterizador ‑sea letra o cifra‑, proponen consideraciones acerca de la naturaleza y sentido de la realidad. En ellas, se puede notar la importancia decisiva del rasgo visual como factor lúdico‑asociativo, incluso en aquellas greguerías que nos aportan una reflexión sobre nuestra condición humana. He aquí las greguerías discursivas basadas en letras que he podido encontrar:
«El beso es siempre un cero al aire».
«La hoja del almanaque nos consuela porque su 7 o su 22 nos son conocidos de antiguo. ¡Qué susto si apareciese el día 30 117 de nuestra vida!».
«Vejez: tener que contar ya en las emes que se escriben si tienen todas sus patitas».
«Miramos con desconfianza las íes griegas de las venas hinchadas de la mano… ¿Y?».
«Negaros a agarrar la L negra de la pistola».
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