La greguería en sus cifras y letras, 02

Ahorrándonos por evidente cualquier tipo de aclaración al respecto, precisamos sin embargo que, por agrupación de letras o de cifras, entendemos una simple adición de grafemas, es decir una reunión de signos que representan gráficamente uno o varios sonidos de los que se emplean, respectivamente, para hablar o para calcular. Es por lo que soslayaremos la noción de palabra entendida como unidad de lenguaje con significado; pero, en cambio, ponemos de relieve que la dimensión gráfica y acústica de la palabra tendrá una importancia capital en el tipo de greguerías ramonianas que pensamos analizar.

Para apreciar el calibre que Ramón concede a estos dos aspectos en la creación de greguerías con cifras y con letras, véase, a modo de ilustración, la siguiente greguería:

«La H es una letra tan transparente y tan muda, que no es raro que a veces no nos demos cuenta de que no está en la palabra en que debiera estar».

Insisto en que esta doble dimensión visual y acústica confiere carácter propio, especificidad, a esta clase de greguerías, hasta el punto que constituye su principal rasgo caracterizador y, por lo tanto, contrastivo con respecto a la mayor parte de las otras greguerías, basadas ellas, como es sabido, en relaciones de orden semántico.

Añadamos al respecto unos ejemplos tendentes a caracterizar, con la mayor precisión posible, el campo temático que deseamos deslindar. Están, pues, en el interior de nuestro contorno temático greguerías tales como «El 9 es la oreja de los números», «La A mayúscula es la tienda de campaña del alfabeto», porque en ellas el fundamento de la relación asociativa se establece mediante la semejanza entre la grafía de la cifra y de la letra con la supuesta forma de una oreja, en el primer ejemplo; y de una tienda de campaña, en el segundo. Con otras palabras, que se establece un pacto visual entre el objeto que definir («El 9» y «La A mayúscula») y el representado en la definición («es la oreja de los números» y «es la tienda de campaña del alfabeto»).

En cambio, y por la misma razón, desecharemos greguerías como «—¿Cuántos cuernos tiene un caracol? / —Dos. / —No. Cuatro, y son las clavijas de su alegría», porque en esta greguería, la validez ‑convencional de todas maneras‑ del pacto asociativo se establece mediante la semejanza gráfica y funcional entre las «clavijas» y los «cuernos del caracol» e independientemente de la presencia de las cifras «dos» y «cuatro», cuya intervención no transciende su valor puramente cuantitativo.

Parecida consideración merece la cifra «cinco» en esta otra greguería: «A, e, i, o, u, las cinco notas del piano humano», basada en que cinco ‑do, re, mi, fa y sol‑ son las notas primordiales en las escala musical, sin que tenga nada que ver con el aspecto fónico o gráfico.

En cambio, si atendiéramos al aspecto fónico, he aquí algunos ejemplos en los que la consideración auditiva ‑por su presencia o por su ausencia‑ es determinante para que la greguería se cumpla: «El hambre del hambriento no tiene hache porque el verdadero hambriento se la ha comido»; «No sé cómo le queda la hache al nihilista»; «A la F hay que abrirle el grifo para pronunciarla bien».

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antonio.larapozuelo@unil.ch

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