Eran las 23:59 horas del primer sábado de diciembre cuando un escogido grupo de intérpretes, musicólogos, cursillistas y amantes de la música antigua, en especial de la vihuela y las canciones sefardíes, se dieron cita en ese mágico lugar que parece tener un encanto especial, una sinestesia que se transmitió a los asistentes… Afuera, la noche se mostró gélida, con visos de que la nieve pudiese cubrir nuestra ciudad de inmaculado manto, mas no se lo permitió el anticiclón… Dentro ya estaba caldeado el ambiente y se fue incrementando -aún más- con el calor humano…
En tres secciones de sillas metálicas enrejadas, se fueron colocando los diligentes espectadores, pues nadie quería perderse la singularidad y el brillo de la noche sefardí que se avecinaba. Una vez acomodados, salió al escenario Andrea Pezzini, gestor de Artificis y de la Sinagoga del Agua, para explicar sucintamente el lugar en el que nos encontrábamos y su proceso de construcción, sincerándose en que únicamente le falta la certificación arqueológica, así como la certificación hebraica de que esta sinagoga ejerció como tal en su tiempo; aunque hay -según él- indicios firmes de que ese recinto es auténtico -reestructurado tras estar habitado por diversas familias durante tantos años de convulsiones históricas, políticas, económicas…- y que sirve de reclamo al turista o visitante -tanto foráneo, extranjero, como local- que poco a poco se va enterando del hallazgo y va acercándose para visitarlo. Luego, tras el concierto, daría una explicación más extensa y documentada, con visita guiada y gratuita a todas las dependencias, repitiendo que es una propiedad privada -de la familia Fernando Crespo- que ha preferido no perder estos vestigios históricos para disfrute de todos, pudiendo haber construido unos aparcamientos y una cochera en su lugar… Fue una noche de puertas abiertas que hasta las cámaras fotográficas supieron aprovechar disparándose sin freno…
El plato fuerte de la noche lo protagonizaron la conjuntada pareja de artistas: María Dolores García (canto y percusiones) y José Luis Pastor (cuerdas medievales). Ambos imprimieron un colorido sonoro a este enclave emblemático, rescatando un universo sefardí, tan bien guardado por los que tuvieron la desgracia de ser expulsados obligatoriamente a la diáspora, si no se convertían al cristianismo, abandonando su amada Sefarad (España).
Con las palabras introductorias del instrumentista: «La música sefardí es como la arena de la playa que, desde lejos, parece una mancha plana y homogénea; pero que, conforme te vas acercando a ella, te das cuenta de que está formada por millones de partículas; así le ocurre a la música sefardí: que tiene infinitos universos musicales que nos deleitarán esta noche».
Diez joyas musicales, poéticas y de acendrado predicamento emotivo (Avrix mi galanita; Morena me llaman; Puncha, puncha; Los Bilbilicos; Nani, nani; Dos amantes, Hija mía mi querida; Por amar a una doncella; Partos trocados; y Una matica de ruda) consiguieron que el público vibrase cual las cuerdas de la vihuela, laúd o sinfonía (‘zampoña’) que José Luis pulsaba… Tras la finalización del concierto -y los encendidos aplausos- regalaron tres joyas musicales -a cual más dulce, bonita y sugerente-. José Luis dio las gracias a todos los presentes, especialmente a dos personas que estaban en la primera fila: al constructor de sus perfectos instrumentos musicales y a la Presidenta de la
Sociedad Española de la Vihuela, por su valía y apoyo. También refirió -jocosamente- «ustedes o ustedas», resaltando con ello el sobre abuso que se está haciendo del masculino-femenino, en contra de lo estipulado por la Real Academia de la Lengua Española…
Los registros vocales; la perfecta sonoridad de los instrumentos; la conjunción de ambos intérpretes -que con la simple mirada se compenetraron maravillosamente…‑; la atención del público que cerró los ojos -por sugerencia de José Luis- para oír el auténtico sonido del mar lejano -no sólo el mar de olivares que Úbeda posee-; la maravillosa puesta en escena de la cantante, que parecía vivir las nanas, los romances o las historias que nos interpretaba, musicadas por la variedad de instrumentos de cuerdas medievales que su compañero le brindaba; los sentidos y sinceros aplausos por haber regalado, en esa velada, el “sueño hebreo” hecho realidad, en el corazón de nuestra patrimonial ciudad…, provocaron tal cúmulo de sentimientos, emociones, recuerdos, anhelos, figuraciones… que hicieron más presente la historia interior y figurada -que cada oyente había recreado- de esas gentes que un día tuvieron que abandonar Úbeda -y España- llevándose, muy dentro, el recuerdo y la añoranza de la patria perdida; y que, generación tras generación, los han ido transmitiendo –
desde cualquier parte del mundo- para que las nuevas generaciones no perdiesen la savia recibida en nuestra “piel de toro”; que, como ha ocurrido muchas veces en nuestra historia, ha sido desagradecida, portándose como mala madrastra, con sus hijos judíos, lanzándolos al abismo de la intemperie y el desamparo, a extrañas tierras y/o patrias ajenas, adonde tuvieron que asentarse a la fuerza…; y teniendo siempre la añoranza de volver a su tierra de origen… Posiblemente, con esta mágica noche se haya restituido, aunque sea mínimamente, la sacrosanta memoria de aquellos judíos españoles que tuvieron que partir en busca de otra tierra prometida -que nunca les iba a satisfacer tanto como la que dejaban-; y más, porque no podían llevar consigo objetos materiales, aunque sí inmateriales, como la joya de nuestro antiguo castellano, llamado ladino, gravado a sangre y a fuego en sus almas, mentes y corazones; y que tan bien han sabido conservar…
Eran más de las dos de la madrugada cuando algunos tomaron su propia diáspora por las diferentes arterias de la ciudad, habiendo disfrutado de una velada histórica que permanecerá siempre en el recuerdo…
Úbeda, 2 de diciembre de 2012.