“La folie” (‘la locura’)

Hay personas de sobra en Cataluña, con el suficiente sentido común, para solucionar, en la medida de lo posible, este lío tremendo que nos ha dejado el tripartito. Deberían ser esas personas quienes se rodearan de gente honesta, que conozca a fondo los problemas de este país, en que vivimos, y las verdaderas aspiraciones de los ciudadanos. Pero, en lugar de reparar los platos rotos, en lugar de afrontar la cuestión con la debida prudencia, permiten que unos cuantos organicen referéndums y animen a los empresarios a vender sus productos en el extranjero, para que no dependan del Estado Español. O sea, les dejan fomentar un problema mayor que el que tenemos.

Cuando un nacionalista sale por la tele, pone cara de maestro de parvulitos, levanta el dedo índice, en plan admonitorio, dibuja una beatífica sonrisa y nos pega una chapa interminable, mezcla de sermón y advertencia paternal, sobre cómo mejorar los beneficios de las empresas. Todo dicho y explicado paciente y solemnemente, como si penetrara en los fundamentos filosóficos del Criterio de Balmes o declamara la “Oda a España” de Joan Maragall.

Yo no sé cómo, una vez puestos, no prometen también mejorar las cuentas de resultados, reducir los costos e incrementar los beneficios para que en unos meses las empresas catalanas sean un modelo de rentabilidad en los mercados de los cinco continentes. ¡Como si fuera tan fácil!

Por si fuera poco, echan la culpa a España de los recortes en sanidad, del estado ruinoso de las Cajas de Ahorros, de la deuda galopante que nos agobia y de los más de setecientos mil parados de la comunidad. Poco ha faltado para que acaben acusando, también a España, de las siete plagas de Egipto, de la muerte de Sardanápalo y de los incendios forestales del Ampurdán, el pasado verano.

Tan fuera del tiesto están echando el chorrito los nacionalistas que, para definir su retahíla de acusaciones, me ha venido a la mente una palabra de puta madre, como se dice ahora, y a lo mejor es que la palabreja nació en la calle y no tiene padre reconocido. Los franceses la utilizan para explicar una acción absurda, un suceso injustificable y una situación excéntrica y demencial: la folie; es decir, ‘la locura’. Invito, desde aquí, a nuestros amigos suizos, para que nos hagan las precisiones oportunas sobre el vocablo: a lo mejor hasta nos dicen los nombres y apellidos de sus progenitores.

Don José Manuel Lara ya les ha dado el primer aviso y, según se dice por aquí, no ha sido él solo, sino que hay un descontento general entre el empresariado de la comunidad. Sobre estos asuntos, podrían solicitar la opinión de otro Maragall, don Pascual, que ya recorrió, con la pesada cruz del federalismo asimétrico, el camino del Calvario. Muchas de las consignas que se gritan en la calle, antes de las elecciones, a la hora de la verdad se convierten en amenes de sacristía. De estas cosas, saben un rato nuestros políticos.

Nos anuncian un referéndum, cívico y responsable, y se llevan de compañeros de viaje a los de Ezquerra, a los de Iniciativa y a multitud de socialistas catalanes. O sea, el Tripartito al completo. ¿Por qué no les largarían sus rollitos de primavera cuando estaban en el Govern? ¿Por qué no les darían una exhaustiva conferencia sobre cómo reducir la deuda y sanear las Cajas de Ahorros?

No tardarán en salir a la calle a pedir las tijeras de Rajoy para que abandone su hobby favorito el recorte‑, y les deje construir, tranquilamente, aeropuertos sin aviones ni pasajeros como el de Lérida, inventar embajadas, subvencionar plataformas en defensa de la identidad nacionalista, multiplicar canales de televisión, encargar estudios innecesarios a precios astronómicos, subvencionar periódicos afines, blindar cargos y asegurar el futuro a los incondicionales. ¡La folie!

Tranquiliza saber que el referéndum va a ser tranquilo y sosegado aunque ya se sabe que estas cosas las carga el diablo‑; yla independencia que nos pintan será Jauja en sentido literal. Se acabarán los recortes; las empresas catalanas pagarán menos impuestos, venderán más, multiplicarán beneficios y podrán competir con las mejores del planeta; resolverán el problema del paro, los obreros pasarán por la empresa, cuando les apetezca, a tomar café y a echar un cigarro con los dueños; en caso de pérdidas, no se cerrará ninguna empresa: se concederán créditos bancarios de forma desinteresada; el RCD Español, si no cambia de nombre, desaparecerá; y el FC Barcelona estará ganando Copas de Europa, año tras año, hasta que supere al Real Madrid. Lo dicho: ¡Un sueño! ¡Jauja! ¡La folie!

Barcelona, 23 de octubre de 2012.

roan82@gmail.com

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