Ardor guerrero, 03

Trece años, pues, han transcurrido desde que el autor terminó su mili. Trece años que, de todas maneras, es un tiempo considerable porque, como afirma Darío Villanueva, «en términos pragmáticos, la dimensión del alcance ‑es decir la proximidad o la lejanía entre el hoy y el pasado que se pretende recuperar‑, influye sin duda en la fuerza ilocutiva de veredicción para con lo que se narra, que en principio será tanto más convincente cuanto más se acerque al momento en que se elabora el discurso de la narración» (1).

Esa capacidad de persuasión era un posible escollo que debía franquear Muñoz Molina y que lo consigue, hábilmente, mediante la introducción de un elemento que además de tener la propiedad de anular distancias y tiempos es perfectamente incontrolable. Me refiero al “sueño”: esa prehistoria íntima que vive agazapada en nosotros y que en Ardor guerrero se utiliza como pretexto para iniciar la narración. Y es que ese año y pico de servicio militar, vivido al parecer por el autor como una experiencia traumatizante, se convirtió enseguida en una pesadilla que le acompañaría hasta poco antes de que se instalara en aquella habitación de la universidad de Virginia, donde Muñoz Molina decidió convertirse en autor narrador y personaje de su «memoria militar». Así empieza la narración:

«Hasta hace no mucho he soñado con frecuencia que tenía que volver al ejército […]. Con la aterradora inmediatez de los sueños, que superpone consecuencias y causas en fracciones de segundo, ya me veía formando en el patio para el toque de diana en un amanecer lluvioso y frío de San Sebastián […]. Recuperaba en el sueño otro rasgo del miedo militar, el miedo a ser el único en algo, a encontrarme solo entre los otros, que no tendrían la menor compasión hacia mí, porque en el ejército una de las cosas que uno perdía era la piedad […]. En el sueño, repetido metódicamente a lo largo de años, yo era un soldado asustado y vulnerable, retrocedido a los terrores de la infancia y de la primera adolescencia, dócil a la brutalidad, a la disciplina, a la soberbia de los otros. En el sueño, el tiempo posterior a mi servicio militar era un espejismo. (Ardor guerrero, cap. I, págs. 11-13).

Por el momento, no voy a detenerme a analizar las múltiples facetas y funciones que presenta el “sueño” en Ardor guerrero, análisis que puede extenderse a buena parte de la novelística de Muñoz Molina. Por ahora, sólo me parece pertinente señalar su utilización como elemento compresor del factor temporal; y utilización que no es puramente mecánica, sino que posibilita una enorme capacidad de evocación. Yo diría que el sueño funciona en Ardor guerrero como una especie de plataforma que permite la vuelta al pasado, un acceso incontrolado e incontrolable, (aunque respetando) pero respetando siempre el principio de veracidad y de fidelidad con respecto a ese pasado. Una plataforma evocativay sin control: «Uno no es responsable de lo que se sueña». Y una exigencia de veracidad: «Y lo peor de esta parte del sueño era que casi todas sus exageraciones oníricas se correspondían exactamente con los hechos más crueles de la realidad». (Ardor guerrero, págs. 13 y 20).

Tampoco es mi intención discutir aquí si Ardor guerrero se ajusta o no a los parámetros narrativos del género autobiográfico. Sólo quiero apuntar, sirviéndome de la definición de Darío Villanueva en su citada obra, que en términos narratológicos generales, Ardor guerrero responde a esa modalidad de «narración autodiegética de carácter retrospectivo, cuya función narradora recae sobre el propio protagonista de la diégesis, el cual reconstruye un pasado vivido desde el presente de la enunciación». Lo quizás interesante sería examinar si, en rigor, Ardor guerrero pertenece a esa modalidad autobiográfica denominada “memorias”; y ello por dos razones, siendo la primera que toda la rememoración gravita en torno a esa única etapa, concreta y perfectamente delimitada, que fue la mili. La segunda razón es que el mismo autor subtitula su narración con el rótulo, Ardor guerrero. Una memoria militar.

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(1) Darío Villanueva, “Para una pragmática de la autobiografía” en La autobiografía en lengua española en el siglo XX, Lausanne, 1991.

antonio.larapozuelo@unil.ch

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