26-08-2012.
Con este impactante título, el R. P. Claudio de Santa Teresa (Orden Carmelitas Descalzos), va relatando las desgracias que le ocurrieron en la incivil confrontación armada que nuestra nación padeció el pasado siglo ‑desde 1936 al 1939‑, cuando precisamente en sus primeros momentos estaba ejerciendo su ministerio sacerdotal en la ciudad de Úbeda. Son las Memorias de un fraile miliciano en la guerra española, como él mismo las subtitula. Está editado en Buenos Aires (Editorial “El Ángel del Carmelo”) en 1948.
En diferentes artículos voy a ir resumiéndolo. El primero servirá de preámbulo y explicación de las razones que tengo para ello. En el último, intentaré compendiarlo y dar mi opinión al respecto.
Llegué a tener conocimiento de este libro gracias a un sacerdote que ejerce su ministerio en Úbeda. Como esta ciudad se decantó fiel a la República, es por lo que se produjeron los hechos que cuenta esta autobiografía, que son muy similares a los que en otros libros del mismo bando ‑o del contrario‑ vienen reflejados, donde también se ensañaron con los que eran de contraria ideología…
Estoy, como todo ciudadano de bien, en contra de esas brutalidades que se produjeron y que se llevan a cabo, por desgracia, en cualquier guerra civil. No hay más que ver todos los días el telediario, leer los medios de comunicación o meterse en internet para darse cuenta de que el ser humano está hecho de la misma pasta que nuestros antepasados de las cavernas, que dirimían sus problemas a garrotazos, aunque siempre puedan derivar en positivos o negativos comportamientos.
El hombre de hoy es el mismo de siempre y tiene idénticos malos instintos, que se desatan cuando se produce una confrontación armada entre diferentes facciones, amparándose en enfrentadas religiones, variadas ideologías, múltiples sistemas políticos… ‑o careciendo más bien de todos ellos‑. El ser humano se muestra como el peor enemigo de sí mismo; y no hace más que protagonizar actos deleznables para exterminar a su vecino o hermano, cuando no es de su cuerda, credo, ideología, religión, tribu…
Gracias al mencionado sacerdote, supe de la existencia de este libro, que me dejó fotocopiado solamente hasta su mitad, por lo que me metió la curiosidad en el cuerpo al querer saber cómo acababa la epopeya personal de ese padre carmelita.
Por eso pedí a un amigo bibliófilo, muy amante de las librerías de viejo, que me lo encontrase, si era posible. Hizo todas las indagaciones que pudo y se enteró de que en toda España no había disponible ningún ejemplar que comprar, por lo que acudió a sus amigos o conocidos de Sudamérica, teniendo la suerte de localizarlo en una librería de viejo de Brasil; por lo que lo adquirió, aunque llegó a Úbeda vía Argentina. Mi hija mayor tuvo el detalle de regalármelo para mi santo, pues sabe de mi amor a la historia en general, y a la de mi ciudad de nacimiento en particular, ya que trato de tener todos los ejemplares posibles de los autores ubetenses que cuentan algo de nuestra ciudad, Patrimonio de la Humanidad; y, además, no quiso decirme el alto precio pagado… Pero tenía una pega: al ser un libro viejo, sólo podía tenerlo en mi biblioteca ‑sin dejárselo a nadie…‑, puesto que ya estaba muy deteriorado, deshojado y amarillento; por eso, a pesar de que varias personas han querido que se lo prestase ‑o que se lo escanease‑, no he podido hacerlo, porque precisamente esa sería su muerte definitiva…
De ahí que quiera resumirlo buscando un doble fin: para enterar a toda persona que tenga interés en conocer cómo se desarrollaron las setenta y cinco Estampas de mi calvario, repartidas en tres partes ‑series, las llama su autor‑ iguales; y, quizás, buscando un utópico objetivo final: ojalá que nunca se vuelvan a producir estas vituperables acciones, pues sólo retratan la inhumanidad que se destapa en cada uno de los seres humanos, cuando se le desatan sus furias, sus neuras y sus bajas pasiones de la forma más fácil (inhumana, vil, cruel e inmediata) de llevarlas a cabo…
No sé si el tiempo, mi salud y mi inteligencia me permitirán seguir escribiendo sobre este tema, que desde siempre me ha preocupado vivamente, pues, además de las muchas lecturas efectuadas ‑vistas desde ambos bandos enfrentados de nuestra última guerra civil‑, como todo hijo de vecino, he tenido en mi familia más cercana ‑y de amigos o conocidos‑ testimonios orales de ambos bandos antagónicos que me gustaría reflejar, en un futuro y si fuera posible, en negro sobre blanco.
En fin, ya veremos…
Torre del Mar, agosto de 2012.