
Hace algo más de cincuenta años, llegó a las Escuelas de la Sagrada Familia el padre Mendoza, un modelo de honradez e integridad. Había cursado estudios en Comillas, Salamanca y Londres; pero, a los treinta y seis años, cambió la grandiosidad universitaria por la sencillez de un colegio dedicado a educar a los pobres y a los huérfanos en la ciudad de Úbeda. Sólo tuvo un deseo: ayudar y servir a la gente de su clase, la clase trabajadora. Su padre también fue huérfano, de padre y madre, desde los trece años.
¿Cuántos hogares humildes visitó? ¿A cuántas familias ayudó a salir adelante? Sólo Dios y él lo saben; pero, tanto en Las Escuelas como en las capas sociales más necesitadas de esta región, somos muchos los que le debemos ayudas puntuales que luego resultaron decisivas. Somos muchos los que nunca olvidaremos su apoyo y su asistencia. De él aprendimos a pensar libremente y a trabajar sin doblar la rodilla. Trabajar para no mendigar; para mantener viva la virtud más apreciada del ser humano: el respeto a uno mismo.
Las Escuelas nacieron del esfuerzo de hombres buenos y sencillos como Jesús Mendoza. Un hombre que amó a los pobres con corazón abierto y solidario. Nadie como él sintió el pesar penetrante de los versos de Neruda:
Ahora pobreza, yo te sigo.
Como fuiste implacable, soy implacable.
Junto a cada pobre me encontrarás cantando,
bajo cada sábana de hospital imposible encontrarás mi canto.
Como fuiste implacable, soy implacable.
Junto a cada pobre me encontrarás cantando,
bajo cada sábana de hospital imposible encontrarás mi canto.
Murió el padre Mendoza. Voló junto al Padre, al que tanto había amado. Las madres solteras, los enfermos, los pobres, los golfillos y los jornaleros del cielo irán tras él en busca de palabras y consuelo. Yo también le quisiera pedir algo: le pediría que nos explicara muy claro, para que todos lo entendiéramos, que el progreso de los pueblos no se consigue predicando la lucha de unos contra otros, sino con la honradez, el trabajo y el esfuerzo solidarios. También le pediría que mandara, a esta tierra, más hombres como él: hombres que acudan a la llamada del amor y de la fraternidad, para protegernos de aquellos que la desoyen y la desprecian.
Úbeda y mayo de 2012.