08-06-2012.
Anulada la fiesta del menchón, me quedo con mis dedos amarrados a las yemas del portátil, Claudia mira la trasto del muñeco, suavemente platero, el nuevo gol de Messi, igual que el monigote de la nieve del porche, en estas prosas donde llora el amor escondido, la hora solitaria, edredón con la prensa de la crisis, joder, Obama, okey… Mientras tanto, el cigarro señala la soledad completa y, como un buitre de peluche, se me mete en las tripas.
Ha sonado un ruido sonoramente seco, el teléfono mudo, el beso ausente siempre en los días de oscuros nubarrones, tal vez venga el turrón de los claros belenes y se ría de mí, delante de mis barbas, que pondré a remojarlas por si acaso oigo que alguien me llame, me insulte o tal vez piense que todavía existo… Pero tengo ya lejos la esperanza de que ocurra un placer tan sorprendente.
Tan solamente solo, mercedes, procesiones, agosto fin de mes, cuando me escribo para contarte las cosas que me pasan y alegrarme este tedio interminable, dicen que hay besos de jabalí y escombros de azucenas; también existen dioses mortalmente inmortales y musas de las musas; ayer, el cojo poli subió conmigo arriba y fue santa Cecilia ‑tal vez lo haya soñado‑ quien me metió en la cama.