27-05-2012.
Y, cuando vienes, me adentro en tu vientre desnudado, como un lagarto ante una duna de arena recién rota, tan cínico y tan gallo que me arrastra la fiebre; aquel incendio que juntos destejimos, cuando nuestro amor era prosa deshonesta; luego vino tu vino, descorchado por mis dientes de baba.
Recuerdo tu confesión de aquel “madero” y entonces ya lo supe.
Y, cuando acabas, te entro en mi cabeza, como una serpiente de dunas y de guadañas; nos llenamos de agua, después de la tormenta, y oímos los seriales de los tiempos revueltos; luego, llega mi húmedo poema y se cuela en tus pezones heridos.
Como aquellos besos en un Alfa Romeo, allá por los suburbios.
La tarde en el desierto, como un tronco reptil, nos viene encima; un sol acribillado nos olvida del otro; amor en prosa dices, tumbada en la memoria de los pasos perdidos, tan feos y tan gallinas; los vidrios de los duros meandros del almendro nos visitan de pronto, repletos de fantoches y de telas de araña… y, al final, nuevas falsas conquistas, conciertos, números vacíos de teléfono… en aquella almunia que nos hizo eternos.