Hay quienes suspiran por la Revolución.
Así, sin más, sin especificar a lo que se refieren. Parece ser que eso de la Revolución se da por entendido y nadie debe dudar en qué consiste. Con lo que debe quedar supuesto todo lo que el término entraña y significa.
Bueno, tal vez; pero es que no lo veo claro. Porque revoluciones hubo muchas y las hay; cambios en todos los órdenes, incluso científicos, a los que se tilda de revolucionarios. También ha existido la manía de calificar de revolucionarios a los disidentes políticos, para descalificarlos o tener motivos más o menos legales de cara a su eliminación.
Revoluciones, como escribo, han existido muchas; llevadas a buen término, pocas. Y muchas han significado más dolor que beneficio. Digamos que, en casi todas y en general, han pagado justos por pecadores.
Es normal que se tenga miedo ante la Revolución. Se intenta no llegar al límite del que luego no hay retroceso. Y es cuando los elementos y las fuerzas, supuestamente enfrentadas, contemplan asombradas y asustadas que ya no pueden detenerse. Y todo se escapa a cualquier control. Control que siempre hay quien puede ejercerlo o sabe ejercerlo, calculando el tiempo favorable. De las revoluciones siempre sale el poder, sea nuevo o viejo, reforzado.
Hay quienes se asombran de que, estando la situación como está y como sigue, no hayan surgido ya profetas de la Revolución, instigadores a la misma, ejecutores de sus primeras fases… ¿No…? Tal vez sí. Lo que pasa es que, por ahora, la gente tiene miedo. Miedo a perder. Los que todavía tienen algo que proteger, que guardar, de lo que vivir y por lo tanto algo a lo que agarrarse, que los ata, tendrán prudencia y cordura y no se moverán. Mas ¿y si empeoran?; ¿y si se dan cuenta de que de seguir por este camino se quedarán sin nada…? Es cuestión de pensárselo, nada inverosímil es y nada hay que no pueda suceder. A quienes no tienen nada que perder no los para ya la cordura, pues cuerdos están cuando deciden ir a por todas, pues pueden ganar.
¿Podría suceder? Podría. Si vamos quitándole a la gente lo que la ata a la seguridad, con lo que ha venido sintiéndose protegida, si le segamos día a día la hierba bajo los pies, ¿qué esperamos que pase?: ¿que se quede con las manos atadas y esperando el próximo golpe? Tal vez, entonces, el próximo golpe lo de la gente.
No debemos exigir, entonces, que la gente sea prudente, pacífica, consciente y equilibrada, si antes no lo fuimos con la gente.
Miremos lo que se está haciendo: el desorden y el desequilibrio social y laboral al que se está llegando. Cuando las diferencias se profundizan y las relaciones se distancian en una asimetría total, como está pasando, el poderoso tiende a ser más poderoso a costa de ir cercenando las últimas posibilidades del más débil. Creyéndose inalcanzables los poderosos, continúan con su labor y ya no se detienen, ciegos de soberbia. Sabiendo que nada tienen que perder los que nada tienen, los mismos poderosos ponen en marcha esa espoleta inicial (al quitarles todo); ese detonante que se deriva de inmediato en la Revolución. Estiran la goma hasta que partida ya no sirve para nada y ya no tiene arreglo. Hay quienes ya trabajan para llegar a ella (y no quienes se imaginan), pues ¿cómo debemos entender lo que propone el siguiente sujeto, al que por cierto lo publican en un periódico nacional, como si de alguien con sentido común y autoridad moral se tratase?:
Salvador Sostres (citado en “El Ojo Izquierdo”, el 10-04-12): Seremos intervenidos antes de verano y Europa tomará las medidas que nuestros políticos no han tenido el valor ni la inteligencia de tomar. Los despidos, a razón de 10 días por año trabajado con un máximo de seis meses. El subsidio de paro, también un máximo de seis meses. Un recorte medio y proporcional del 25% o 30% de las pensiones; despido inmediato del 40% de los funcionarios y a los que queden habrá que recortarles, también de un modo proporcional, el 30% de su sueldo. Las autonomías de carácter ordinario tienen que quedar reducidas a entes administrativos ‑y no políticos‑, reduciendo un 80% su coste.
Es curioso: lanzada la Revolución por quienes más la temen, luego resultan ser beneficiarios de la misma quienes menos pusieron en el empeño (ha sucedido en las recientes de los países árabes); o los que saben encauzarla para surgir como nuevos sujetos de poder. Si las gentes consiguen pasar de no tener nada a obtener algo, la Revolución decae y muere con el tiempo. El nuevo poder surgido se consolida. Pero existen dos vertientes de este final de la Revolución:
·El camino democrático que se instaura, que deberá repartir el poder.
·O el camino dictatorial, que siempre presentará una Revolución inconclusa o en peligro, para garantizar la perpetuación de los dirigentes en el poder.
Deberíamos pensar… ¿Estaremos a las puertas de una nueva Revolución?