Despreciables

16-04-2012.

Pasaron las elecciones andaluzas y todo quedó en un gran chasco.

Chasco para los vaticinios y encuestas que erraron estrepitosamente, pues, aunque sí que adelantaban el triunfo del PP, lo hacían por goleada, por arrolladora mayoría que barrería de todas todas al PSOE de su feudo más querido y permanente. Con el viento más que favorable de los últimos triunfos conseguidos, no se esperaba menos.

 

 

Pues fue que no. Que, aunque castigados como toro en plaza, los socialistas contaron con bastantes votos, los suficientes para mantener el tipo (que no la mayoría, es cierto) y optar por seguir en la gobernanza del territorio. Necesitan desde luego el ala comunista. Necesitan la coalición de izquierdas (?) que, en tiempos de debilidad del socialismo, ha cooptado bastantes de los votos del izquierdismo; o, si quieren, de quienes no desean para nada un gobierno de derechas en esta zona. Así que, andando las dos izquierdas juntas, con muletas o apoyándose mutuamente, sacarán otros cuatro años de gobierno socialista.

Es así, porque el pueblo soberano ha ejercido su derecho al voto, única ocasión, por ahora, que tiene para intervenir en la política, sea nacional, autonómica o local; bueno, en la local hay ciertas excepciones: fíjense en Marinaleda, ahora que su alcalde puede quedar al margen de futuros acuerdos. El pueblo soberano andaluz es muy numeroso: se distribuye entre ocho provincias (y la emigración) y constituye la savia de nuestro ser, sentir y estar, tan variados.

A este pueblo andaluz lo vienen insultando, sistemáticamente, desde hace muchos años quienes lo desprecian sencillamente o quienes se resienten de que no les favorezca con sus votos. Por sistema. Los augustos y “honorables” catalanes de la derecha empresarial, burguesa, conservadora y nacionalista en exclusividad de sus esencias no se recataron nunca de menospreciarnos. Los de la derecha más reaccionaria (y sin tanto) madrileña, en especial la cabila de alfeñiques aduladores de la marquesa (o lo que sea) y del anglohablante y señora edil, que se mueren de rabia porque Andalucía no cae hacia su bando, una y otra elección perdida, una y otra vez sirviendo de soporte a los socialistas, dándoles aire, no se cuidan de disimular, nunca lo han hecho, el sumo desprecio que para ellos suponemos. De tiempos atrás se viene con la tirria.

Y ahora, pues visto lo visto, no se iban a cortar. Tanta rabia les ha dado el resultado de los comicios que estallaron desde sus ediciones en papel, digitales, radiadas o televisadas. Nos han dicho de todo menos bonicos, a todos los andaluces; no se olvide, porque en sus diatribas no hicieron distinciones (tal vez mentales sí, pero no explícitas).

Porque, díganme, si expresiones como las que ahora incluyo, publicadas en prensa madrileña, son aceptables, ni justificadas:

«Los andaluces han votado a los que se reparten el dinero público por cientos de millones de euros, que ponen al frente de cargos públicos a socialistas que gastan los dineros de todos en cocaína, que practican el nepotismo más escandaloso y que sólo saben prometer más de eso mismo. Y lo han hecho porque esperan seguir recibiendo las migajas de ese sistema clientelar» (Libertad Digital, 26-03).

«Es penoso que en Andalucía se haya renunciado a impulsar una revolución en toda regla para acabar con un putrefacto estado de cosas. Es desmoralizador que se haya cerrado la puerta a una etapa que buscaba liquidar el nepotismo, el clientelismo y la corrupción para promover el imperio de la meritocracia, el rigor y la transparencia» (La Razón,26-03).

Hay muchas barbaridades e insultos más, pero estas muestras pueden serlo. Y lo son más porque obvian, olvidan adrede, hacen desaparecer por arte de hipocresía lo mismo que tienen ellos en sus propios ámbitos de poder. Lo de Andalucía no es aceptable (desde luego que no lo es, seamos claros) de ninguna de las maneras; pero lo que pasa en otros de sus feudos y en el mismo Partido son cosas sin importancia o nunca sucedieron. Millones malversados, evadidos, tirados, utilizados para provecho propio, nombramientos y decisiones prevaricadoras, todo lo que se ha venido demostrando, denunciando, incluso sentenciando (aunque sean sentencias que a veces no demuestran la inocencia de nadie, sino la manipulación pura y dura de los sentenciadores), todo ello no es nada comparado con lo sucedido en Andalucía, según la alteración sistemática de la opinión propia y propagada para alterar la de los demás.

Esto es lo que no se debería consentir, y si hay andaluces que lo consienten, sean del bando que sean, es que prefieren que se les insulte y escarnezca (pues están metidos en el tótum revolútum de la calumnia). No hay andaluz libre de esto: a todos se nos ha juzgado ya por jueces despreciables, además de injustos. Si no se sale a defender lo nuestro, nadie de allá lo va a hacer.

Claro que deseamos, los más, que se averigüe y acabe con las barbaridades que se han cometido, y que quienes tienen responsabilidades (hasta el más alto nivel) que den la cara. Queremos limpieza, claridad y menos mamoneo de personas que ya han hecho de la política profesión permanente (que no se quitan ni con agua caliente). Queremos un cambio, pero que no vengan los de fuera (esos indeseables a sueldo) a darnos lecciones de nada.

Es hora de que algunos andaluces, que se callan y otorgan, lo comprendan. Porque los demás no somos tan tontos y sabemos quiénes obran de buena fe y quiénes no. Y se seguirá votando lo que se vota, pues.

 

 

 

 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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