29-02-2012.
Dos cosas diferentes. Dos estilos, dos capacidades de gobierno distintas. No siempre se dan en una misma persona. Se puede tener talento para lo uno y no para lo otro. Y eso es tan verdad en la empresa como en la cosa pública.
En la empresa, es necesario talento organizativo para regular y moderar los flujos de materias, mercancías y dinero. La empresa procesa las entradas de materias, dinero, energía y trabajo, y pone a disposición del mercado bienes y productos que la sociedad consumirá. La empresa es como una inmensa relojería, como una gran maquinaria en la que hay que evitar, por un lado, las acumulaciones de materias que encarecen los costes de fabricación; y, por otro lado, evitar también las penurias de materias y las rupturas de stocks que entorpecen los procesos productivos, los ralentizan y hacen bajar la productividad. En la fábrica, como en la economía del país, todo es cuestión de equilibrio.
Dirigir sabia y correctamente la parte material de los flujos requiere unas capacidades y un perfil de personas muy diferentes a las del dirigente de hombres. El dirigente de hombres sabe motivar y gobernar eficientemente un equipo humano de puertas adentro de la empresa. Y, por otra parte, sabe negociar con el exterior de la empresa, encontrar oportunidades de financiación y de mercado. Importante es producir mucho y bien. Pero importantes son las relaciones de puertas afuera, aunque solo fuera para obtener financiación y constituir el equipo que sabe vender.
¿Cuál es la más importante de esas dos capacidades, la del gobierno de las cosas o la del gobierno de los hombres? Lo cierto es que cuerpo y alma son indisociables. Un alma grande, en un cuerpo enfermo y raquítico, es tan poco deseable como un gigante de potente musculatura, pero con deficiencias cerebrales.
En la cosa pública, no todo se resume finalmente en la política, como algunos parecen pretender. Hay momentos en los que hay que atender al cuerpo raquítico, ocupándose de los menos sublimes menesteres, como son los planes y presupuestos, y el control preciso de las variables económicas fundamentales. Hay que concentrarse en el buen gobierno de las cosas, para que sean posibles otras conquistas más humanas, más sublimes como, por ejemplo, la ampliación de las libertades personales.
Por último, he de añadir que, en situaciones especiales de emergencia, como a la salida de una sala de espectáculos en fuego, son indispensables unos momentos de orden y de disciplina rigurosa en los movimientos de las personas, para evitar males mayores. No hay vida del espíritu sin unas bases materiales indispensables.
Tan elemental es todo esto, que apenas es creíble que algunos parezcan ignorarlo.