«Nuestro sueño hecho realidad»: viaje a Suiza (23/29-08-2011), 5

22-01-2012.

SÁBADO, 27.

Nos levantamos a las siete y media, como siempre, después de haber tenido una noche movida en nuestra misma calle, adonde el borracheo, las canciones de karaoke -algunas incluso en español- y las risas destempladas y desenfrenadas nos “amenizaron” el principio de la noche, hasta que el cansancio y el sueño venció a la movida del exterior. Desayunamos como siempre y, ya en el mismo comedor, notamos que hacía más frío que en días anteriores, por lo que cogimos ropa de más abrigo.

 

Nos fuimos a la estación ferroviaria, adonde ya nos estaba esperando Margui junior, que había preguntado en la oficina de Información y Turismo las posibles excursiones que podíamos hacer al día siguiente, último de nuestra estancia en Zúrich.

Tomamos el tren de las 9:04 -directo para Lausana, que llegaba a las 11:15-, habiendo quedado en que nos recogería Antonio Lara en la salida principal de la estación ferroviaria; pero, tras ir al servicio de pago -Mac Clean-, nos despistamos y salimos por la puerta lateral izquierda. Aún así, nos localizó y nos trató con su amabilidad característica y, sin apenas conocernos, nos abrió las puertas de su coche para llevarnos a su domicilio -que nos abrió de par en par-, pues vive en Lutry, un pueblecito de chalés próximo a Lausana, en la ladera de un monte con unas vistas preciosas e inigualables del lago Lèman, también llamado Ginebra.

Hablamos de nuestro irrepetible animador safista Pepe Aranda, que vive en Pozuelo de Alarcón, una ciudad cercana a Madrid, aunque es natural de Sabiote; y, cuando él estuvo de visita aquí, en Lausana, preguntó si había en Suiza un pueblo que se llamase Sabiote. Antonio Lara, que tiene fina y amigable ironía, le dijo que sí, pues un pueblo cercano por el que pasamos, Savuit, tenía una sonoridad suiza parecida…

La comida fue estupenda, típicamente suiza, con preámbulo de aperitivo, regado de buen vino y con charla entrañable, como si nos conociésemos de toda la vida. En su sencillez, estuvo entreverada de alimentos españoles (quesos y vino de Valdepeñas) y el postre con tres tipos de melones, todos muy dulces, que hasta repetimos; luego llegó el café e incluso el helado refrescó nuestro paladar. No faltó detalle; y lo mejor fue el rato tan agradable que pasamos todos.

Nos enseñó su búnker, construido obligatoriamente cuando se hizo la casa, que está en los sótanos, adonde tiene archivada parte de su biblioteca y otros útiles o cachivaches que toda vivienda dispone. También vimos, en el patio, su estanque con truchas. En definitiva, apreciamos su amor a la naturaleza. Ya nos los decía en el coche -cuando veníamos a su hogar-: que él prefiere la naturaleza a los museos y ciudades…

En una plaza de Lausana.

Así que habíamos llegado a su casa a las doce -que es la hora de comer en Suiza- y nos marchamos de su palacio pasadas las cuatro y media.

Tiene tres hijos: la mayor -que es cantante de música clásica- está afincada en París y próximamente, en diciembre, va a dar (ya lo ha dado) un concierto en Japón; el ebanista; y el agente de seguros, según me explicó durante el paseo de dos horas que hicimos por el casco antiguo de Lausana.

Yo le di el regalo del rosario de huesos de aceitunas -“huesitos de Jaén”, como le llama mi padre- para ellos; principalmente para Angèle que es católica practicante -se casaron en Friburgo, adonde ambos se conocieron-; mientras que Antonio se declara más bien agnóstico.

Nos despedimos de Angèle, agradeciéndole la comida y el buen recibimiento. Antonio nos llevó al centro de Lausana, aparcando en la misma plaza adonde está el ayuntamiento, para dar una vuelta a pie -de un par de horas- por el centro histórico. Admiramos sus casas y mansiones, muchas restauradas, estando bastantes calles peatonalizadas, adonde, en alguna, había gente de mal pelaje, incluso que se drogaba en la calle pinchándose, chutándose, etc. Y es que, en Suiza, lo que está penado es vender droga, no consumirla; lo demás puede hacerse donde se quiera… Si antes éramos los españoles los folloneros a los que tenía que llamarle la atención la policía suiza, ahora es a la población negra y de otras razas -o nacionalidades distintas a la europea- a la que la pasma vigila de cerca…

Margui, en el patio del chalé de Angèle y Antonio.

Fuimos hablando, al igual que en el aperitivo y en la comida, de múltiples asuntos, principalmente de la Asociación Antiguos Alumnos Safa que veíamos sin futuro, pues las nuevas generaciones no se apuntan y algunos asociados hasta se borran. Me contó los estudios que él había hecho: primero en la Safa, pues con nueve años se marchó de su pueblo natal (Villanueva de Córdoba) a estudiar ocho años en los jesuitas de Úbeda para hacerse maestro; luego estuvo en Alcalá Real y, al año siguiente, lo mandaron a Úbeda con don Diego (que era del Opus Dei). A los tres meses, él mismo se despidió mediante una carta, mientras don Diego le increpaba muy cabreado: «¡Esto no me lo puedes hacer a mí!»; y eso que le había buscado sustituto. Y es que, ya en Magisterio, don Diego se las había hecho pasar moradas y no le caía bien. Entonces, Antonio se vino tras las huellas de su hermano mayor, que le lleva ocho años, a Suiza, adonde estuvo estudiando Románicas en Friburgo, permaneciendo durante once años. Allí se casó con Angèle, adonde la conoció, por la iglesia católica -¡lo que hace el amor!-.

Luego me contó que había vuelto a Friburgo un par de veces para participar en una carrera anual de maratón, ya siendo algo mayor, y que al tercer año no pudo ir porque, por esa época, calló una nevada impresionante. Me afirmó que había sido buen deportista y había jugado en el Úbeda…

Se sinceró diciéndome que le costó venirse, de Friburgo, destinado a la Universidad de Lausana, al Departamento de Lengua y Literatura Española. Ha estado 32 ó 33 años dando clases a universitarios y licenciados para hacer el doctorado. Nos desveló que, cuando en Suiza se conocen o saludan dos personas, la costumbre es darse tres besos entre ambas mejillas, aunque antes se daban más.

Las vistas desde su patio son fabulosas, pues se veía el lago Lèman y enfrente Genève -Ginebra- y la montañosa frontera francesa. Nos enteró de que la mitad del lago es de Francia y la otra de Suiza, por lo que hasta su espacio aéreo se respeta; y que enfrente -en Francia- estaba la fábrica y pueblo de Évian les Bains, que es de donde viene el agua del mismo nombre. Así nos sonaba tanto…, porque el día de la subida al JuanFran habíamos comprado, para acompañar la cena, dos botellas de litro de agua Évian, además de sándwiches y bandejitas de fruta.

También me relató que no hizo la mili en España, sino en el consulado o embajada, pues no quería volver a España con la Dictadura… y que, actualmente, Suiza tiene el 4% de población en paro, siendo demasiado para este país. ¿Qué sería tener más del 20% como en España…?

Ha realizado muchos viajes a lo largo de la Tierra y eso que, curiosamente, a él no le gustan; sí a Angèle y a sus hijos. Y que, a más de uno de los que ha ido -Angèle nos relató cómo estuvo en Israel con una amiga-, como el de las Islas Maldivas, Antonio se dedicó a pintar cuadritos, como las acuarelas que tiene en la cocina, y que pueden pasar perfectamente por compradas allí. Con su cordial ironía, entró en ese juego con nosotros… Y es que las acuarelas están… pero que muy bien. A él le hubiese gustado ser pintor, pero su familia, su padre principalmente, pensó que se tenía que hacer un hombre de provecho, y un artista tenía mal futuro… Por lo que, mejor que sentirse un artista frustrado, podría pensar que ha compensado ese mundo -con creces- en los campos lingüístico-literarios…

Margui encontró “su Camino de Santiago” también en Lausana.

Tenía una hermana monja que ya murió; pero que, cuando estaba en Puerto Rico, echó él allí un año sabático, no sé si haciendo algún trabajo sobre Juan Ramón Jiménez para justificarlo a efectos universitarios; porque a él lo que le gusta realmente es escribir poesía y leer teatro. Ahora está escribiendo “Un puñado de nubes” en colaboración con dos compañeros safistas, aunque al final se ha quedado en uno solo, y se mandan mutuamente cada capítulo, que cada cual escribe e inventa a su manera, para que luego José M.ª Berzosa lo publique e ilustre en la página web de los Antiguos Alumnos de Magisterio Safa.

Es su deseo donar sus libros a la biblioteca de su pueblo natal, pues sus hijos no los quieren. Sólo pide que sea el Ayuntamiento de Villanueva de Córdoba el que venga a recogerlos y corra con los gastos correspondientes.

Sus hijos varones no han querido estudiar como él -ambos viven cerca; el ebanista, en la casa de al lado-; mientras que la hija vive en París (su mundo es la música clásica, pues vive de ella, habiendo hecho la carrera de canto vocal en Londres durante siete años; habla muy bien varios idiomas). Me volvió a comentar que como ella, en diciembre, va a ir a dar un concierto a Japón, al que piensa ir como es lógico, este año posiblemente no asista a la Asamblea Anual de Antiguos Alumnos Safa. Luego he comprobado que ha cambiado de opinión, y me alegro…

En una de las plazas de Lausana, asistimos al espectáculo de dar las horas, con música tradicional suiza, mediante unas figuras que van saliendo y entrando por diferentes lugares del reloj de pared, que atraen a mucha gente. Y que Mónica grabó, al igual que otros cruciales momentos del viaje… Nos quedados un tanto embobados, como paletos que éramos… En fin, que al final cogimos el tren de las 7:45 para estar, aproximadamente, a las 10 en Zúrich. Sin poder hacer esta crónica, ni siquiera a mano, por estar cansado y menearse mucho el tren, que me impedía escribir bien.

Sabíamos que, al día siguiente, iban a ir Angèle y Antonio a la casa de la novia de su hijo pequeño, que cumplía 25 años, edad muy importante en Suiza, y que se celebra con una gran fiesta.

Finalmente, como era el día del santo de Mónica, lo conmemoramos en una pizzería que había enfrente del hotel Alexander, con tres copas de helado de impresionante colorido, reflejado en las fotos que hicimos. Margui junior no quiso tomarla. Para la cena tomamos, de primero, tres pizzas carbonara y un plato de pasta para Margui junior, todo a la carrera, entre el ruidazo de la movida “zurichesca” que, precisamente en nuestra calle, es adonde más se generaba, pues hay varios Night club, zonas de alterne declarado, bares, etc., adonde la gente bebe, fuma, come, liga… y se divierte que es una barbaridad, hasta altas horas de la noche. ¡Parecía el sur de Europa y no el centro…!

“Croniqueando” en el tren de vuelta a casa, en Zúrich.

Margui se subió pronto a acostarse, sin tomar el postre. Luego nos dimos una vuelta, el matrimonio, con el fin de asentar la abundante cena tomada, mientras Mónica se iba al hotel a dormir. Durante el día, ambas, como vienen haciendo todos los días, no pueden ni quieren dejar sus extensas parrafadas telefónicas para informar a sus queridos novios de sus impresiones y amores. ¡Veremos a ver cuánto costará este mes la factura del móvil…!

fsresa@gmail.com


 

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