
El burlador de Sevilla y convidado de piedra: “De una comedia de honor a un drama teológico”.
El resto de la Jornada Tercera conduce a don Juan a su encuentro “fortuito” con la estatua de don Gonzalo que ha sido erigida en una iglesia de Sevilla. El diálogo que, a partir de ahora, se va a desarrollar entre estos dos personajes ‑don Juan y la estatua‑ va a girar únicamente en torno a los dos campos semánticos que hemos estado viendo: el de la «venganza» exigida por el código del honor y el del «castigo divino» que reclaman por pecados cometidos por don Juan.
Cuando la estatua de don Gonzalo se presente en «la última cena» como ejecutora única de las dos justicias ‑la humana por ser el padre de doña Ana y la divina por ser delegado de Dios‑, don Juan, en su inalterable insensatez, seguirá creyendo que podrá burlar una vez más la venganza paterna, ahora en forma de estatua. Por eso, don Juan continuará actuando según el registro del «tema del honor». Para la estatua de don Gonzalo, en cambio ‑y para el espectador‑, venganza y condena son una misma cosa, puesto que ha sido el mismo Dios quien ha enviado a don Gonzalo en forma de estatua para que castigue a don Juan:
JORNADA TERCERA
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1) Invitación a cenar a la estatua en la posada de don Juan. |
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TEMÁTICA DEL HONOR
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CATALINÓN:
La iglesia es tierra sagrada.
DON JUAN:
Di que de día me den
en ella la muerte. (v. 2230).
(Lee el letrero)
DON JUAN:
«Aquí aguarda del Señor
el más leal Caballero
la venganza de un traidor».
[…]
¿Y habeisos vos de vengar,
buen viejo, barbas de piedra?
[…]
Aquesta noche a cenar
os aguardo en mi posada;
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allí el desafío haremos
si la venganza os agrada,
[…]
Larga esta venganza ha sido,
si es que vos la habéis de hacer; importa no estar dormido,
que si a la muerte aguardáis
la venganza, la esperanza
agora es bien que perdáis,
pues vuestro enojo y venganza
tan largo me lo fiáis. (v. 2269).
(Cantan dentro)
MÚSICOS:
Si de mi amor aguardáis,
Señora, de aquesta suerte,
el galardón en la muerte,
¡qué largo me lo fiais! (v. 2381)
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2) Invitación de la estatua a cenar en la capilla
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TEMÁTICA TEOLÓGICA
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(Cantan)
MÚSICOS:
Adviertan los que de Dios
juzgan los castigos grandes,
que no hay plazo que no llegue
ni deuda que no se pague.
[…]
Mientras en el mundo viva,
no es justo que diga nadie
¡qué largo me lo fiáis!,
siendo tan breve el cobrarse. (v. 2741)
DON GONZALO:
Las maravillas de Dios
son, don Juan, investigables;
y así quiere que tus culpas
a manos de un muerto pagues.
Y si pagas desta suerte
[es porque así lo juraste.]
Ésta es justicia de Dios: |
«quien tal hace que tal pague». (v. 2759) DON JUAN: […]
A tu hija no ofendí,
que vio mis engaños antes.
DON GONZALO:
No importa, que ya pusiste
tu intento.
DON JUAN:
Deja que llame
quien me confiese y absuelva.
DON GONZALO:
No hay lugar, ya acuerdas tarde. […]
Ésta es justicia de Dios:
«quien tal hace, que tal pague». (v. 2775) |
La ejemplaridad teológica ‑el sermón, como lo llamaría Zorrilla dos siglos después‑ de esta obra salta a la vista: la salvación no es un negocio que pueda relegarse hasta el último momento de la vida porque, entonces, quizás sea demasiado tarde para arrepentirse como le sucede a don Juan. Y es probable que este colocar a don Juan frente a la eternidad es la lección que entendiera el público de los corrales madrileños.
En cambio, los más avezados en materia teológica (no hay que olvidar que, a través de los famosos “autos sacramentales” ‑esas pequeñas piezas teatrales de temática religiosa‑, el vulgo que acudía a los “corrales” estaba acostumbrado a realizar la difícil simbiosis entre realidad material y realidad espiritual sirviéndose de la ficción teatral) lo entenderían seguramente de la manera siguiente: Don Juan no está predestinado a salvarse o a condenarse, puesto que, si quiere, en cada momento puede contestar positivamente a los avisos de la Gracia y no ese «Tan largo me lo fiáis» que indica desinterés y menosprecio. Pero tanto los eruditos como los incultos apreciarían esta nueva teatralización del «tema del honor» perfectamente integrada en un pensamiento teológico tan grave y trascendental.
«Cada uno es hijo de sus obras» sentencia el aserto clásico, retomando la frase envagélica que afirma «Por sus obras los conoceréis». Pero, para serlo de «sus obras» ‑parece decirnos Tirso de Molina‑, se necesita ser responsable de sus actos; y solo puede serlo quien actúe con entera conciencia y libertad. Es la función que cumplen las advertencias, las cuales don Juan rechaza con pleno conocimiento de causa. De ahí la sanción sin recurso posible:
Esta es justicia de Dios:
Quien tal hace, que tal pague.
Como ya quedó señalado más arriba, con esta obra Tirso sienta las bases necesarias y suficientes para que nazca el mito de Don Juan. Un mito, repetimos, que ha gravitado sobre tres elementos básicos que proceden del manido tema teatral llamado en el Arte nuevo de hacer comedias de Lope de Veda, los «casos de la honra»:
1) UN DIFAMADOR DE MUJERES. Es el protagonista don Juan del que en esta obra destaca su afán de gozar del presente sin interferencia de ley humana o divina.
2) VENGANZA O JUSTICIA, que según el código del honor reclaman la o las mujeres ultrajadas. La diferencia aquí esta en que claman “castigo de Dios”.
3) EL VENGADOR, personaje masculino, generalmente padre o esposo, que recupera su honor mediante la venganza. En esta obra de Tirso es “El convidado de piedra”, es decir, la estatua de don Gonzalo, padre de doña Ana, quien es el padre vengador y, al mismo tiempo, instrumento de la justicia divina.
La disposición de estos tres elementos la realiza Tirso de Molina mediante una trama de variaciones y de contrastes que confieren a su Burlador de Sevilla y convidado de piedra una fuerte cohesión desde el punto de vista estructural y una gran densidad en cuanto al significado.